A un solo latido de distancia

¡Es la Ley! obtener resultados. Y la rebelión es rehusar guianza y a cambio determinar imponer la propia voluntad sobre una persona o situación.

La obstinación es iniquidad e idolatría. Si no nos sometemos a nuestros padres, no podemos y no nos sometemos a Dios tampoco.

El baloncesto era mi deporte de joven. Cuando estaba en la escuela secundaria estábamos jugando contra la secundaria de Columbia por el título subregional del campeonato. La primera vez que jugamos contra ellos los derrotamos 69–66. Esa noche yo anoté 36 puntos. Cualquier día que anotas más de la mitad de los puntos de tu equipo has tenido un buen juego.

La próxima vez que jugamos contra ellos por el campeonato, anoté nueve puntos y perdimos. Yo estaba muy mal. Ya tarde en el juego, me pareció que el árbitro había tomado una mala decisión: Me habían botado al suelo y el no marcó la falta.

Somaté el suelo y dije, “¿Por qué no entra al partido, árbitro?!”

Me marcó a mí una falta técnica. Le hice una mala señal y lo maldije. Me marcó otra falta técnica. Esa sí la merecía.

Mientras esto sucedía, desde su asiento mis padres tenían una vista perfecta de su amado y desobediente hijo actuando como un necio. Cuando llegué a casa esa noche, después del juego, mis padres no dijeron una sola palabra.

No tenían que hacerlo. Yo sabía que me había sobrepasado en mala conducta. En ese punto de mi vida yo no era creyente en Dios, pero aún entonces sabía que no debería haber deshonrado a mis padres así.

Una noche después de haber hablado en un evento, un joven de dieciocho años se me acercó para hablar, pero no podía hablar.

Al principio sólo se sentó allí y lloró. Finalmente me dijo que cuando mencioné este mandamiento de Dios de honrar a nuestros padres, Dios le había traído a la mente todas las cosas que había hecho para desobedecer a sus padres desde que tenía cinco años de edad. ¿Has honrado a tus padres desde el momento en que naciste hasta ahora? Tal como todos nosotros, has quebrantado este mandamiento.

123