Cronicas

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195 En las elecciones de 1995 triunfa Álvaro Arzú apoyado por el partido acción nacional –PAN- de su propia creación, ante su más cercano competidor Alfonso Portillo, que fue respaldado por el frente republicano guatemalteco. El ganador asume la presidencia de la república el 14 de enero de 1996, entre el clamor popular y las esperanzas de un pueblo optimista que confía en sus múltiples promesas de campaña. El paso de los primeros meses de la nueva administración, causó una impresión favorable en la población, pero esto fue muy temporal y pasajero, como quien dice “una llamarada de tusas”. El incidente que sucedió en un camino de la Antigua con la muerte violenta de un pobre lechero, a manos de un oficial del estado mayor, que acompañaba al presidente Arzú, en una cabalgata de recreo, causó desconcierto y desasosiego en la población que condenó con estupor tan vil atropello. Este hecho de salvajismo golpeó duramente la imagen del gobernante que recién había iniciado su mandato. Enseguida comenzaron las privatizaciones de los bienes del estado en perjuicio de los intereses nacionales, sintiéndose pronto los efectos de esas privatizaciones particularmente el de la empresa eléctrica, que con los nuevos dueños, una compañía española, se convirtió en una empresa lucrativa que se dio a la tarea de incrementar los precios del consumo eléctrico a niveles desmesurados hasta el presente día. A esto hay que añadir el despilfarro de cuantiosas sumas de dinero, en obras secundarias que no constituían las prioridades de las necesidades más urgentes para sacar adelante al país. En este sentido la inversión millonaria en el campo de Marte en transacciones no muy transparentes, merecieron la repulsa y la condena de la ciudadanía. Y por fin los fastuosos y continuos viajes del mandatario y sus secuaces al exterior, provocaron frustración y desaliento en quienes habíamos votado por esa fórmula electoral. Los ofrecimientos electorales cargados de demagogia y vanas promesas, como siempre ha sucedido en nuestro medio, se habían quedado en la letra muerta de los programas que sacaran al país del atraso y de la pobreza en que viven las grandes mayorías de sus habitantes. Las apremiantes necesidades en materia de educación, seguridad, vivienda, cultura, electrificación y agua potable, y en general los esfuerzos tendientes a mejorar el nivel de vida de la población, particularmente de los sectores más marginados, quedaban de nuevo en el olvido. Hay que reconocer, porque aún está a ojos vistas, el trabajo material que el ministerio de comunicaciones impulsó en la red vial del país, dejando carreteras y auto pistas que han contribuido a mejorar las condiciones socio-económicas de amplios sectores de la población. A nuestro criterio, salvo mejores opiniones, ese gobierno dejó un saldo más negativo que positivo para los intereses nacionales, y quienes depositamos con entusiasmo y optimismo nuestro voto en los comicios electorales de 1995, confiados en las promesas de campaña, experimentamos una vez más, esa sensación de tristeza y engaño de otro gobierno que pasaba a la historia como el anterior, sin pena ni gloria.


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