Cronicas

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100 El Imparcial, asimismo, fue objeto de severas medidas de represión y censura, al extremo que durante mucho tiempo el vespertino de la octava avenida, omitió toda publicación oficial. La emisora de la Iglesia Católica, llamada Radio Pax, La Voz de la Colina, que funcionaba en el Cerrito del Carmen, muy escuchada y querida por la ciudadanía, fue clausurada arbitrariamente de un plumazo. El ministro de gobernación licenciado Valdés Calderón, –conocido como el hombre del paraguas, por la lluvia de críticas que le caían encima-, tenía lista una ley de imprenta, que se le conoció tristemente como la ley mordaza. La batalla librada por la prensa de aquel entonces, impidió que tal atropello se consumara, o en otras palabras que se suprimiera también de un plumazo la libertad de emisión del pensamiento, una conquista popular, garantizada constitucional y universalmente, como un derecho humano. La destitución del presidente de la corte, por una sentencia que no le agradó al gobernante, fue otro escandaloso desacierto que contradecía las promesas electorales, en el sentido de que los hilos de los organismos del estado, quedarían cortados de tajo durante aquella administración, pero este ejemplo comprobaba lo contrario. Para quitarnos de encima a los indeseables censores, presentamos una querella a un juzgado de trabajo, y este resolvió que el estado tenía la obligación de cancelar sus salarios, porque los nombramientos los hacía un ministerio, quien era realmente el patrono. A partir de esa resolución ya no volvimos a verles la cara a los mencionados personajes, que se entretenían husmeando hasta los rincones más apartados de nuestras oficinas. Pero para mi, lo más inaudito ocurrido en aquellos años, fue el asesinato del jefe de las fuerzas armadas, y estoy seguro de que las explicaciones que Humberto me dio, ni un niño en su edad infantil les hubiera dado crédito, mucho menos quienes nos manteníamos al tanto de las noticias, por razones de nuestro oficio. ¿Cómo era posible creer en la ingenuidad de que los oficiales de Arana, no iban a responder en defensa de su jefe? Además, la maniobra tan burda de expulsarlo del país para declararlo fuera de la ley, ¿No era un indicio del temor que sentían ante su triunfo electoral? Al pretender capturarlo, sus adversarios lo estaban eliminando físicamente, como así sucedió, entonces, si se hubiera jugado limpio, dejando que Arana compitiera con Árbenz, el candidato oficial, es casi seguro que hubiera perdido la elección, y por eso obviamente procedieron como lo hicieron. No hay vuelta de hoja. Confieso que yo no fui adversario de la administración del doctor Arévalo. Me limité a hacer uso de la libertad de palabra, con ponderación y respeto, creo yo, y por ese pecado, fui perseguido y encarcelado en más de una ocasión. Yo comprendo que el momento del traslape, por llamarlo de alguna manera, entre tantos años de opresión y de sufrimiento de la población, y el salto a la libertad y a la democracia, fue sumamente difícil. Los vicios políticos del pasado, estaban muy arraigados en la mentalidad del guatemalteco. Se tuvo que batallar entonces, entre quienes aspiraban a un porvenir mejor para la patria, y quienes seguían pensando con una mentalidad retrógrada. Lo aconsejable


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