Bioética

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¿Quién es el ser humano?

Que el ser humano sea sustancia significa entonces que de él se

pue-

den predicar todas sus cualidades: tamaño, peso, color, edad, sexo, etc. y que,

a su vez, éstas serán accidentales, es decir, si están o no, no afectarán a la sustancia que ya es. Esta concepción sustancial del hombre hace pensar que éste se va formando a través de sus diversas experiencias con otros hombres que al igual que él son sustancias, es decir, el hombre está abierto a otras re-

laciones con otros seres humanos sin que, en dicha relación, pierda sus notas constitutivas.5

Siguiendo la línea aristotélica hasta la Filosofía Moderna, esta sustancia so-

bre la cual descansa la idea de dignidad humana se ve enriquecida por las aportaciones de Max Scheler para quien el hombre tiene un particular puesto en el

mundo, en el cosmos, que lo hace distinto de los seres vivos. Esta diferencia que lo hace especial es su espíritu entendido éste como el centro en donde la persona se manifiesta6 a partir del uso de su libertad. El espíritu será entonces

la sede de la libertad en el hombre y le dará, a la vez, su incapacidad para ser objetivado. Sobre este aspecto se discutirá más adelante.

Dos notas de la dignidad humana han aparecido ya: se sustenta en una

idea de sustancia que permite la interacción social y la afectación accidental sin quedar afectada (negativamente) por éstas y en segundo lugar, conlleva necesariamente un aspecto espiritual.

Ahora bien, se puede decir que existen principalmente dos bloques de

pensamiento que intentan explicar el misterio del ser humano. Por un lado

las antropologías materialistas que reducen la esencia del ser humano a su

componente material, es decir, a su cuerpo y, por ende, a su biología y las Esta idea de la aceptación de una alteridad en las relaciones humanas cobra especial relevancia después de la Segunda Guerra Mundial, época caracterizada por el paso de una ética de la mismidad en donde lo seguro era el yo que interactuaba no con cierta supremacía sobre otros, gracias al influjo de la razón moderna instaurada por Descartes, a una ética de la alteridad en donde el sufrimiento humano es resultado de la razón privilegiada y, por ende, esta como centrada en sí misma, es puesta en tela de juicio y surge así la subjetividad expuesta al otro. Para ahondar más sobre esta nueva subjetividad se sugiere la lectura del artículo de Carlos Mendoza titulado “El colapso del sujeto posmoderno: nihilismo y mística” en Subjetividad y experiencia religiosa posmoderna. Pps. 81-113. 6 Cfr. Scheler, Max. El puesto del hombre en el cosmos. Barcelona: Alba editorial, 2000. Pps. 67-74. 5

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