Fisiología del gusto

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los medios con que le haya dotado el Creador de todas las cosas.

EFECTOS 74. El placer de la mesa no produce arrebatos, éxtasis ni arro bamientos; pero gana en duración lo que pierde en intensidad, y se distingue sobre todo por el privilegio particular de que goza, disponiéndonos para todos los demás deleites o al menos consolán donos por haberlos perdido. Efectivamente, después de una comida bien dispuesta, cuerpo y alma gozan de un bienestar particular. Respecto a la parte física, el cerebro se refresca, la fisonomía se dilata, se aumentan los colores, los ojos brillan y un suave calor se siente por todos los miembros. Respecto a la parte moral, se sutiliza el espíritu, se acalora la imaginación, los chistes brotan y circulan; y si la Fare y Saint-Aulaire pasan a la posteridad reputados por autores de talento, lo deben sobre todo a que fueron convidados amables. Además, alrededor de una misma mesa se encuentran juntas a menudo todas las modificaciones que entre nosotros ha introducido la extremada sociabilidad: amor, amistad, negocios, especulaciones, poder, empeños, protecciones, ambiciones e intrigas; véase por qué los convites de todo tienen; véase por qué producen frutos con toda clase de sabores.

ACCESORIOS INDUSTRIALES 75. Como consecuencia inmediata de tales antecedentes, toda la industria humana se ha concentrado para aumentar la duración e intensidad del placer de la mesa. Algunos poetas se quejaron, porque siendo la garganta demasiado corta se oponía a la prolongación del placer de saborear; otros deploraban la pequeña capacidad del estómago y se llegó hasta dejar libre a esta víscera de la tarea de digerir la primera comida, para tener así el gusto de tomar otra segunda comida. Aquél fue un esfuerzo supremo intentado para amplificar los deleites del gusto; pero si no se puede hacia lado semejante traspasar los límites establecidos, que por lo menos ofrecían más latitud. Se adornaron con flores los vasos y copas; se coronaba a los convidados; se comía bajo la bóveda del cielo, en los jardines, bosques y en presencia de todas las maravillas de la Naturaleza. Los encantos de la música y el sonido de los instrumentos se juntaban con el placer de la mesa. Así, mientras que la corte del rey de los feacios de la isla de Corcira se regalaba, el cantor Femio celebraba hechos y guerreros de pasados tiempos. Con frecuencia entretenían la vista sin aminorar los placeres del gusto, bailarines, titiriteros y bufones de ambos sexos con variedad de trajes; esencias, fragancias y delicadísimos perfumes se esparcían, a fin de embalsamar la atmósfera, y, por último, se llegó hasta hacerse 125


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