Ética Ecomunitarista

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El trabajo alienado en el capitalismo

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cicio de la administración participativa”; “Mejora de la moral de los empleados, reducción del índice de accidentes, mejora de la calidad y de la productividad y reducción del tiempo de inmovilización de las máquinas”. No hace falta mucha astucia para percibir que las cinco “eses” están en función de estos últimos resultados y no de la mentada “participación” del trabajador en la “administración” de la empresa. Lo único que el trabajador es invitado a “administrar” es el mejor uso racional (de la racionalidad conforme a fines) de los recursos productivos, incluyendo entre ellos su propia actividad productiva, de forma a ahorrar al capitalista las molestias y, principalmente, los gastos del control sobre la actividad del trabajador, como magníficamente lo confiesa el último “ese”; y, todo ello, en función de la mejora en la cantidad y calidad de la producción (para garantizar, esto es lo que no dice el programa, una mayor ganancia al capitalista). Como se ve en el último “ese” la novedad “modernizadora” en materia de “órdenes” y de la “vigilancia” y el “control” a que hacía referencia Marx en el universo de la empresa se resume al hecho de que ahora cada trabajador es el capataz (o “encargado de turno”, o como se le llame) de sí mismo, autoinfligiéndose las “órdenes” que garantizan (para mayor ganancia del capitalista) la mejor productividad en cantidad y calidad. Mas lo interesante es que ese perfecto ejercicio de ascetismo alienado no se conforma con el auto-castigo, sino que alcanza a través de la práctica de la “democracia” (aclaremos a la luz de lo antes dicho: de una seudo-democracia relativa a medios para alcanzar fines que escapan completamente al poder de decisión de los participantes de la supuesta discusión democrática) a sus compañeros de infortunio. En efecto, comentando el último “ese” se dice en el programa: “La persona con autodisciplina discute hasta el último instante, pero ejecuta lo que fue decidido por el equipo aún cuando su opinión haya sido contraria a esa decisión”. Es obvio que el “ equipo “ y su animada discusión no tienen ni la más remota posibilidad de plantearse como asunto, por ejemplo, ni el “qué” está llamado a producir ni, mucho menos, la diferencia cuantitativa existente entre el dinero que mensualmente entra respectivamente en la casa del trabajador y en la del capitalista. Que estas cuestiones irrelevantes no entren en la animada discusión democrática del “equipo” es cosa que garantiza la interpretación de la “autodisciplina” a manos del referido programa cuando éste aclara que: “Seguir los parámetros técnicos, éticos y morales que rigen a la organización en la cual se ha decidido trabajar… hace parte de la esencia de quien tiene ese sentido [N.B. la autodisciplina] desarrollado”. Que esos “parámetros” le son impuestos al “equipo” y a cada trabajador por el capitalista (y sus representantes dentro y fuera de la empresa) como cánones que deben ser “seguidos” sin discusión posible es cosa que el programa se encarga de no aclarar. Esa imposición, que hace parte de la supuesta “decisión” referida en el pasaje relativo a “... la organización en la cual se ha decidido trabajar”, tiene por base la simple y prosaica necesidad por parte del trabajador de ser admitido en alguna empresa para no morirse de hambre (o pasar a ser dependiente de la caridad de la seguridad social). Por otro lado dice mucho más de lo que piensa decir el referido programa cuando afirma que esa “autodisciplina” hace parte de la esencia del trabajador que la posee; en efecto esa autodisciplina es parte del trabajo ( y del trabajador) alienado. De esa “autodisciplina” hace parte el auto-sometimiento del trabajador al papel de un en-


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