Memoria del V Foro Internacional de Editores y Profesionales del Libro

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Librerías y libreros: historia de un oficio, desafíos del presente

los independientes, se remite a las transformaciones de los hábitos de lectura y de compra de los lectores. Las encuestas estadísticas en Francia, tanto del Ministerio de la Cultura como de los sociólogos, han llegado a reconocer, si no un retroceso del porcentaje global de los lectores, al menos la disminución del porcentaje de los lectores que compraban y leían cada año un importante número de libros. Por otra parte, las investigaciones sobre la práctica de lectura de los estudiantes franceses han mostrado que sólo aquéllos que eligieron una carrera de letras y cuyos padres tenían o tienen un título universitario, compran libros y forman una biblioteca durante el curso de sus estudios. Es decir, podemos pensar que visitan las librerías. Los otros recurren a la fotocopia, a los apuntes dactilografiados, a las bibliotecas universitarias, pese a sus pobres fondos y a las malas condiciones de trabajo que ofrecen, y hoy en día recurren también a los bancos de datos de la red con todos sus riesgos de información errónea, falsificaciones históricas y malas ediciones de los textos clásicos. Por último, las encuestas en Francia, dedicadas a los más jóvenes, entre 15 y 19 años, registran una débil práctica de lectura y, sobre todo, el desprecio al libro y a la lectura en la presentación de sí mismo, particularmente para los varones. Los datos estadounidenses compilados por el web site para publishing, ofrecen conclusiones aún más sombrías: 58 por ciento de la población adulta no ha leído un solo libro después de los años de la high school; 68 por ciento de la población nunca entró a una librería; 44 por ciento de los libros comprados en 2002 fueron por compradores que tenían más de 55 años. En todo el mundo, las respuestas de los editores fueron las mismas, la contracción de las tiradas, que para los libros de ciencias humanas o de historia no son diferentes hoy en día de las tiradas de los impresores del siglo xvi, es decir, mil quinientos ejemplares; la prudencia ante las obras juzgadas demasiado especializadas y, finalmente, la preferencia para publicar manuales, diccionarios, enciclopedias. Debemos entonces pensar que las librerías que conocemos y queremos, están inexorablemente destinadas a desaparecer. No lo pienso, ni tampoco Umberto Eco. En una conferencia, es un conferenciante incansable, dictada en 1988 en uno de los cursos de la Scuola per Librai de Venecia, Eco propuso una librería ideal, una librería perfecta: “Dentro de mis utopías hay una librería que se arriesga a contar la historia del libro; que cuando en15

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