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Academy (donde estudió de 1840 a 1847), la calle Pleasant donde vivió quince años en una casa hoy derruida con vistas al cementerio, la tumba junto al resto de la familia. Cuando hablamos de la casa de la escritora nos referimos en realidad a dos casas: la primera es Homestead, construida por su abuelo en 1813 (entonces era una de las más grandes del pueblo), vendida después por problemas económicos y recomprada por su padre: los Dickinson volverán a trasladarse ahí cuando Emily tiene veinticuatro años (aunque ella lo lamentara, ya que la encontraba demasiado lejos) y será aquí donde escribirá casi toda su poesía, donde morirá y donde continuará viviendo su hermana Lavinia. La otra casa es conocida como Evergreens, construida en 1856 junto a la primera para que vayan a vivir el hermano mayor, Austin, y su familia: ésta es la casa que hoy se mantiene más como era en la época, porque la conservó Martha Dickinson, sobrina de la escritora y una de las protagonistas del sainete en que debía convertirse a su muerte la edición de los textos de la poetisa,

en palabras de Marià Manent (con Agustí Bartra, introductores y mediadores en las literaturas peninsulares), y lo remata con la imagen de una muchacha embriagada y reclinada contra el sol. Poesía religiosa o espiritual (para mí, de una mística sin comunidad) pero también espirituosa, una poesía de la exaltación pero también de la duda y la perplejidad, poesía lírica y amorosa fuera de convencionalismos: la poesía de una virgen lujuriosa («Wild nights should be / Our luxury!»). Sumándolo todo, vida y poesía, no resulta extraña la imagen de excentricidad que ha quedado asociada a Dickinson. Ella misma se presenta en una carta como un Canguro en medio de la Belleza: bien, pues eso. En esta época nuestra que ensalza lo indecible el desplazamiento y el cambio (con el viaje como emblema de ambas cosas), Emily Dickinson representa un antimodelo fascinante (como Miquel Bauçà o el J.D. Salinger maduro). En su época, que adoraba los modelos, optó por no parecerse a nadie: «Salvo Shakespeare, Dickinson manifiesta más originalidad cognitiva

encargada inicialmente por la hermana de Emily a Susan Todd, amante oficial –por decirlo de algún modo– del padre de Martha.

que ningún otro poeta occidental desde Dante», escribió Harold Bloom. «La Fama es una abeja», dice en un poema famoso que me zumba en el oído. Y, como las abejas, tiene una canción, tiene un aguijón y tiene, por supuesto, un ala. Y mientras yo ando despacio por este noviembre de dos siglos después, ella vuelve: «Si aboliéramos la escarcha / no terminaría el verano». Emily Dickinson fue (y es) escarcha y abeja, y para ambas cosas no necesitaba irse muy lejos del lugar donde había nacido y donde había aprendido a mirar las cosas más cercanas. Su poesía crece hacia adentro, llena de alas y aguijones, y se evapora y vuelve a aparecer con cada nuevo lector y con cada nueva lectura. Le basta con un jardín que nunca se le acaba. El jardín en el que pisamos la escarcha que ella pisó y donde imaginamos la canción de otras abejas que siguen siendo la abeja de su Fama. El jardín que nos acoge con sólo abrir su libro, cosa que no hubiera ocurrido nunca (ni que nos acogiera ni leerla en un libro) mientras estuvo viva. Viva, pues, su Muerte.

— III — Las dos casas, Homestead y Evergreens, forman hoy el Emily Dickinson Museum (con una buena web en www.emilydickinsonmuseum.org). Natalia Ginzburg escribió en un artículo sobre la visita que éste es el lugar que sus ojos vieron. Y es así. De hecho, es casi el único lugar que vieron, y fue ahí donde aprendió –contemplando las flores, los pájaros, la escarcha, los insectos, el alféizar de la ventana o el suelo de madera– a pensar y a escribir en verso sobre Dios y sobre el mundo con un arte nacido de la reiteración, no de la novedad; de la contemplación parada, no del estupor por la velocidad; del propio criterio, no de la tradición ni de los maestros del momento... «Saboreo un licor como nunca lo hicieron», dice Dickinson

A LA IZQUIERDA: EL hivernacUlO DONDE pasaBa mUCHAS horAs la poeta Ya no existe, perO sus lectorEs han LLENADO de plantAs EL espaCiO que ocupaBa en el pasaDO. a la deRECHa: La casa dE Emiliy Dickinson EN LA caLLe maYor dE Amherst. SU HABITACIÓN estaba EN EL primer pisO, sU VENTANa EN EL extremo IZQUIERDO.

abril maig juny 2013

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