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Y VERDAD

las nzones, sino sólo el requisito de que, de acuerdo con todas las razones disponibles en el momento de aseverarlo, cualquiera esté en situación de concluir la verdad de lo sabido. Los enunciados "S sabe que p" y "P es falso" son inconsistentes aseverados por la misma persona en el mismo momento, pero no lo son, afirmados por personas que pertenecen a diferentes comunidades epistémicas. Aunque esta noción de "saber" no corresponda estrictamente a su significado en el lenguaje ordinario, sf hace justicia a la mayoría de sus usos. No precisamos estar seguros de la verdad infalible de lo que sabemos, para usar con propiedad "saber". Lo aplicamos correctamente a muchas creencias que más tarde resultarán falsas, con tal de estar seguros de tener una justificación objetiva para sostenerlas. Si ahora decimos que sabemos algo porque comprobamos tener garantías objetivas para asegurarlo y, por alguna razón insospechada e imposible de prever, descubrimos más tarde que estábamos en el error y que, en realidad, sólo creíamos saber, no diremos que nos equivocamos al juzgar que sablamos; antes bien, pen~emos que, aunque antes estábamos justificados en afirmar que sabíamos, ; ahora ya no lo estamos. Por otra parte, en la gran mayoría de nuestros saberes podemos tener la seguridad de que nunca serán corregidos. Esto es válido de las verdades necesarias, pero también de muchas verdades empfricas, tanto de la vida cotidiana como del saber cienúlico. Si sé que ahora estoy aquí, si sabemos que la tierra nos atrae, que el sol brilla, que los gatos ronronean y las plantas crecen, nadie pensará que haya la menor posibilidad real (aunque s{ lógica) de que más tarde se muestren esos saberes equivocados. Aun en los conocimientos científicos tenemos que admitir un enorme cuerpo de saberes, establecidos de una vez para siempre: que el sol es esférico, el metal se dilata al calentarse, el agua está compuesta de oxígeno e hidrógeno, hay eritrocitos en la sangre, existió Felipe II y mil y una verdades de ese tipo. Las razones en que se fundan bastan para eliminar, de una vez por todas, cualquier razón en contra; con todo, no eliminan la posibilidad lógica de que esos saberes fueran corregidos. Siempre acechan los argumentos escépticos (tal vez estemos soñando o todo sea un cuento contado por un loco), pero carecemos de toda razón para considerar plausibles esas hipótesis. Tenemos la garantía de verdad que necesitamos para actuar y orientarnos en el mundo.

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En la práctica, la posibilidad de corregir nuestros saberes se reduce a Jo; casos en que, sin llamado a la irracionalidad, resulta concebible que en un tiempo futuro pudieran aducirse datos o hipótesis teóricas contrarios. Tal no es el caso de la mayoría de los saberes que nos guían en la vida diaria, ni aún de muchos saberes técnicos y cientflicos; sólo afecta a aquellos que dependen de la admisión de teorías emplricas complejas, rectificables por principio (como el saber de Descartes, que adujimos como ejemplo), o a los que descansan en testimonios ajenos (como la« verdades históricas). Notemos por fin: aun para explicar la falibilidad del saber, tenemos que admitir las nociones de realidad y . d~ verdad independientes de los sujetos. Que las razones obJetavamente suficientes en un momento puedan mostrarse insuficientes en otro, sólo se explica si existe una verdad absoluta, independiente de did1as razones. En efecto, supone que siempre puede haber otras razones a que el sujeto no tiene acceso; esto imp1ica, a su vez, que siempre podrá haber una discrepancia entre el saber de una comunidad epistémica y una realidad que la rebasa. La realidad que permite rectificar nuestras creencias es, pues, una condición de posibilidad de la falibilidad del saber. La relativización de la noción de objetividad a condiciones históricas y sociales de una comunidad epistémica, no implic~ relativización de la verdad. La verdad absoluta es una condición del consenso, por razones objetivas, de una comunidad, y del tránsito de una comunidad epistémica a otra. Porque la existencia de una realidad independiente de los sujetos, a la que puedan adecuarse sus juicios, es la única explicación racional, tanto de la coincidencia de las justificaciones objetivas de una pluralidad de sujetos, como del progreso del saber. La verdad absoluta no es plenamente alcanzable por sujetos históricos; u acce,o a ella siempre será parcial y estará limitado por condiciones fácticas. Sin embargo, la adecuación plena de nuestros juicios a la •realidad es • una idea regulativa de la• razón a la que se aproxima progre 1vamente, en etapas sucesivas, el conocimiento de la especie. La relativización de la noción de objetividad a condiciones históricas y sociales es, en cambio, la única alternativa real frente al escepticismo. En efecto, si para calificar a una creencia de "saber" exigiéramos la verdad absoluta de lo sabido, nunca podríamos afirmar que sabemos, sino sólo que creemos


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