El Despiadado Griego

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Julia James – El despiadado griego

Ann lo ignoró y se puso a cavar con más fuerza. Nikos se irguió. ¿Por qué se permitía a sí mismo maltratarla de ese modo? Ese día había en ella algo que lo irritaba más de lo normal. Los días anteriores habían servido para poner distancia mental y física con ella. Aunque había sido reacio a dejarla con su madre sin estar él para vigilarla, no sólo tenía cosas que hacer en Atenas, sino que había querido tomarse un descanso de Ann Turner. Perturbaba demasiado su paz mental, y no sólo por la amenaza que representaba para su familia. Su presencia en Sospiris lo perturbaba por muchas más cosas. Una que estaba decidido a evitar por cualquier medio que hiciese falta era que sacase más dinero a los Theakis. Mientras tanto en Atenas había dedicado deliberadamente todas las veladas a eventos sociales. Era un inconveniente, sin embargo, que en ese momento no saliera con nadie. Le habría venido bien tener a alguna mujer para apartar su mente de Ann Turner. Para su desesperación, las expectativas que tenía de encontrarla menos atractiva a su vuelta a Sospiris se habían evaporado. Esa maldita mujer seguía teniendo el mismo efecto sobre él y eso le desconcertaba. Algo así no debería estar sucediendo. Sabía exactamente lo que era ella, y eso debería ser suficiente, ¡más que suficiente!, para ponerla en su sitio. Y aunque… Y aunque se había descubierto una vez más mirándola subrepticiamente diciéndose que era para tenerla vigilada… la realidad era que miraba la esculpida línea de su mandíbula, la graciosa caída de su cabello, sus ojos grises, la sensual curva de sus pechos… Y la cosa iba incluso a peor. Su madre le había obligado a llevar al niño y a su peligrosa tía a esa dichosa excursión y no había podido negarse por Ari, ni estropearle el día mostrando su hostilidad hacia esa mujer. Su mirada se detuvo sobre la cabeza de ella. Estaba excavando, sin prestarle ninguna atención. Y eso era otra… que ella no le prestase ninguna atención. Deliberadamente. Lo estaba haciendo a propósito, a modo de desafío… intentando demostrarle que tenía una moralidad de todo punto imposible en una mujer que había vendido a su sobrino por dinero. Su hipocresía lo ponía furioso. La ira lo inundó mientras los miraba a los dos: el niño que era lo único que le quedaba del hermano que había perdido, y aquella mujer que había valorado más un millón de libras que a un huérfano. ¿Cómo se atrevía a ser tan hipócrita? No sólo con él, sino con el inocente Ari… La miró con ojos de odio. «Juegas con el niño al que vendiste para ponerte ropa de diseño y recorrer el mundo». Un recuerdo volvió a él. Uno que lo llenaba del más profundo disgusto. No de Ann Turner, sino de su hermana. Una mujer que había ofrecido su cuerpo a cambio de dinero… dinero de cualquier hombre que pudiera permitírselo. Cualquiera lo bastante rico como para proporcionarle el lujo que buscaba. Cualquier hombre…

Escaneado por Mari y corregido por Escor

Nº Paginas 26—102


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