Prefacio
La expresión “proyecto de grado” lleva implícita una gran responsabilidad. Lo que se busca es que el estudiante, próximo a convertirse en profesional en el diseño, sea capaz de mostrar sus aptitudes por sí mismo. Se pretende que pueda plantear, desarrollar y ejecutar un proyecto como los que preparaba en cada semestre, en cada una de las materias de estudio y que son la columna vertebral de la carrera. Se esperaría entonces que su propuesta, en su octava edición,1 no resultara ser un motivo de preocupación pues a esas alturas de la carrera ya debería ser “experto en la materia”. Esto es cierto excepto por dos aspectos. Al primero ya hice referencia pero es justo explicarlo: en esta ocasión el proyecto se trabaja individualmente. Mientras gran parte del tiempo dedicado a los proyectos de los semestres anteriores se iba en mesas de discusión, en conjuntas lluvias de ideas, en argumentaciones para imponer la idea propia sobre las otras, eso no ocurre ahora. No hay que dudar, habiéndolo puesto en práctica durante tres años y medio, que el trabajo en grupo es más eficiente y, en la mayoría de los casos, trae mejores resultados. Sin embargo, el hecho de tener que enfrentarlo solo no implicó solamente mayor esfuerzo sino una profunda reflexión acerca de mi rol como
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ex libris
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Estudio 8: proyecto de grado