Las paredes oyen la verdad sospechosa

Page 15

INTRODUCCIÓN

XIX

Francisco de Medrano, que congrega la flor y nata de la sociedad literaria barroca, y que puede enorgullecerse incluso de la visita de los mismos reyes, que acudieron una noche de 1622, Alarcón juega sus bazas, no siempre amables ni tolerantes, y se abre paso. Establece una pequeña alianza con Tirso, con quien colabora en diversas comedias, y por un momento sus nombres se emparejan, como en el caso de aquella copla satírica tan comentada en los mentideros de Madrid: ¡Víctor don Juan de Alarcón y el fraile de la Merced! (Por ensuciar la pared que no por otra razón.) Y es que es un momento de auge para ambos, y los carteles de gruesa letra colorada que incitan al público teatral con el nombre de los «autores», el título de la comedia y el nombre del dramaturgo, se ven por todas las esquinas de Madrid. Quevedo mismo se hace eco, y bien de mala gana : ¿Quién tiene toda almagrada, con su letra colorada como ovejita, la villa? Corcovilla. Alarcón llega a juntar fuerzas con otros ocho ingenios (entre ellos Mira de Amescua, Vélez de Guevara y Belmonte) quizá simbolizando entre todos a las nueve musas, para dar remate a una comedia de exaltación nobiliaria, Las hazañas del marqués de Cañete, el ilustre García Hurtado de Mendoza, cuyos apellidos debieron hacer sentir como muy suya esta aventura a Juan Ruiz. Con Belmonte parece especialmente a gusto, y entre los dos, con posible ayuda de Tirso, escriben Siempre ayuda la verdad. En cambio con el malintencionado Suárez de Figueroa chocó violenta y reiteradamente Alarcón, y si Figueroa se había permitido transparentes alusiones y sátiras inmisericordes en El pasajero, Alarcón no deja de meter su pulla en Mudarse por mejorarse donde lo convierte en un escudero de liviano concepto del honor y sobre el que deja caer este diálogo:


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.