Vivir

Page 1

Vivir Itinerario de Innovaci贸n Personal.


Para Ander Lizarraga, que algún día nos explicará por qué se fue sin decir nada.

“Lo más racional es no pretender ser demasiado racional”.

Víctor Frankl.


El 27 de Mayo de 2103, lunes, alguien me llamó para decirme que mi gran amigo, mi buen amigo, mi queridísimo amigo Ander Lizarraga había muerto, y que además había fallecido de una muerte brutal. Fui al funeral ese mismo lunes a su pueblo de Astigarraga, hablé con algún pariente y un amigo que se me acercó. Todos me dijeron lo mismo: una sorpresa enorme, nadie podía esperar de él algo así, la presión del trabajo al parecer era muy grande. He tardado en escribir porque aún sigo sin reponerme y porque todavía sigo pensando que Ander me va a contestar al último correo que le envié, el viernes 24 por la noche, y que, sorprendentemente para mí, quedó sin responder. Y es que Ander respondía siempre. El tiempo que se tarda en contestar, y sobre todo si se contesta o no, dice mucho de las personas. Al menos para mí. Qué raro, pensé. Después de llorar mucho, una falsa calma se apoderó de mí. He confundido luego tres citas que tenía a lo largo de la semana. Lo mismo me ocurrió cuando mataron a Jose Mari Korta. Ander y tenía una responsabilidad importante en su trabajo. He esperado unos días por si me llegaba algo que pudiera ayudarme a entender. Dejadme decir algo de Ander. Uno ha conocido a muchas buenas personas; pues bien, Ander ha sido una de de esas dos o tres mejores personas que he conocido en mi vida. Honesto, entregado, generoso, libre para los amigos y para su familia, comprometido como pocos con el desarrollo personal, animoso para todos, pendiente de los problemas de los demás, dispuesto siempre a ayudar, amante de su familia y dispuesto a sacrificarse económicamente por ella. Un tipo fino, un auténtico señor. Y como no podía ser menos, esto se trasladaba a su faceta profesional. Un hombre para el que la empresa era su segunda casa. Lealtad total. Llevaría seguramente más de veinte años en esa organización. La quería. Hablaba siempre bien de la empresa. Recuerdo haber escuchado consideraciones positivas de muchos de sus jefes. Soltero, era capaz de aprovechar vacaciones para irse a un curso en el extranjero, pagarse su propia formación, estar constantemente estudiando. Y todo de su propio bolsillo.


Pero hay más. Había sido aupado al cargo de Director de Ventas. Conozco bien cómo tomó esta decisión cuando se lo ofrecieron, y sobre todo conozco cómo se entregó y cómo sufrió en ese cargo en los últimos tiempos. Naturalmente, el secreto final del porqué se lo ha llevado él. ¡Mira que habíamos hablado veces sobre los momentos en los que no hay que tomar decisiones!… Algo debió de pasar esa semana final, y tal vez ese mismo viernes. No quiero juzgar, no quiero culpar, no quiero aventurar, entre otras razones porque la decisión que tomó fue suya y él fue el responsable de lo que hizo. Y sin embargo, el primero que ha recibido un mazazo que me ha hecho reflexionar sobre mi propia responsabilidad he sido yo. Se supone que era su amigo, se supone que le conocía bien -cuantas veces hemos hablado sobre el eneagrama, del que era un convencido- , y sin embargo, no se me pasó por la imaginación que pudiera acabar así. ¿Podría haberle ayudado?… Pero sí diré algo que sé: en los últimos tiempos me habló una y otra vez de la presión que estaba teniendo en la organización para alcanzar resultados. No sé lo que sucede en su empresa y por tanto no puedo juzgar. No soy quien para decir nada. Pero lo que sí sé es que en muchas organizaciones, empresariales o no, hay quien piensa que basta con exigir para lograr lo que se pretende, como si tan solo se tratara de poner un objetivo alto. Conocemos el viejo argumento: “más vale poner 8 porque así nos quedaremos en el 7, y si ponemos 7 nos quedaríamos en el 6”. Entonces, ¿de qué se trata?… De alzar los objetivos, de alzar la presión y, supongo también que, de alzar la voz, en el afán de que, en cadena, uno a otro se dediquen a su vez a alzar el objetivo, la presión y para ello la voz. En definitiva, “quedar bien con la exigencia del de arriba a costa del de abajo, sobrevivir gracias al trabajo de los demás, practicar el sálvese el que pueda”… Y el que esté debajo de mí que arree. Suele pasar, y no sé si fue esto lo que le pasó a él o no. Simplemente, no lo sé. Pero lo que si sé es que alguien dijo que hemos venido para servir y no para ser servidos. Y esto es aún más verdad cuanto más alto se esté en el escalafón. Yo también sufrí esa plaga, por eso empecé a trabajar


por libre. Y lo sufrí no precisamente en el mundo económico, sino en el político. Cuando escribí el blog “El Arte de Salir”, estaba pensando precisamente en él y en mí. Porque si algo podía doler a Ander era precisamente eso: sentirse abandonado precisamente por aquellos a los que se había entregado. Sé muy bien de lo que hablo. Ander también era jefe, pero no era así. Pondría objetivos, pero ayudaría a conseguirlos, se pondría en el lugar de la otra persona, era consciente de sus dificultades, amaba trabajar en equipo, creía que entre todos se podía lograr lo que uno sólo, en su soledad, no lo puede conseguir. Estaba para servir. Y tal vez se encontró solo, y tal vez su autoexigencia se quebró, o algo o alguien le hicieron daño donde más le podía doler. Y se rompió. Tal vez. No lo sé. Maldita sea, Ander. No sé qué demonios te pasó, te llevaste el secreto y la razón, pero cuando pienso lo que tuviste que sufrir en los momentos previos, todavía sigo poniéndome a llorar. ¡Cómo tenías que estar!… ¿Por qué tenía que haberte pasado eso a ti?… Si alguien no lo merecía eras precisamente tú. La vida es así, vale, pero no es justo, es profundamente injusto. Que sepas que nos has dejado tocados. Va a haber un antes y un después en mi vida y en la de otros. Un antes y un después de ese lunes de Mayo en el que nos enteramos de lo que había sucedido. Buscaste la paz; estoy seguro de que ya la has encontrado, porque hay alguien que sobre todas las cosas es justo y misericordioso. Ese sí, nosotros no. Hace tan solo unos días han asesinado en Bilbao a una pobre chica nigeriana de 29 años, Ander, seguro que te habrás enterado. Tal vez teníais los dos algo en común. Tal vez no erais de este mundo y el mundo se vengó de vosotros. El mundo es así. Somos así. Supongo que ya lo sabes, pero todo el mundo que te conoce te llora, te recuerda y te sigue queriendo, aunque sea en silencio. Yo sólo puedo decir, en lo que a mí toca, que no me hiciste más que bien. ¿Hay algo mejor que se pueda decir de alguien?… He pensado en los grandes momentos juntos, en Loyola y en tantos otros sitios, siempre me animaste, me hacías creerme


especial. Y si lo hacías conmigo, sé que lo harías con todos los demás. Eras de esos de los que uno pensaba: a éste no le puedo defraudar. Si tu muerte sirviera de algo… Quizá naciste para eso, quizá esa fue tu auténtica misión en la vida: llamarnos la atención y decirnos a todos que hay cosas que no podemos hacer, que por eso nos pasa lo que nos pasa y que así no vamos a ninguna otra parte que no sea, finalmente, un verdadero desastre. Que no era eso, que no hemos venido para eso, que no nos conviene nada de eso, que no se lo merece ni tú ni nadie; que hemos venido para agradecer, disfrutar y ayudar a los demás, es decir, que hemos venido a vivir como es debido.


INTRODUCCION.

Existe un ejercicio que he practicado con frecuencia en los seminarios que imparto y que ofrece una gran ayuda a los que lo realizan con el debido esfuerzo. Se les propone a los asistentes que se contemplen a sí mismos en un momento que ellos mismos calificarían como de “malo”, un momento en que ellos dirían que “están mal”. Luego se les pide que describan ese momento; no les solicito que lo juzguen ni que lo expliquen, tan solo que lo describan, como si de los sentimientos de un tercero se tratara. Así lo hacen. Posteriormente, les planteo que encuentren una expresión que resuma lo que han descrito. Curiosamente, son muchos los asistentes que, salvando expresiones verbales que pueden ser diferentes de una persona a otra, encuentran sensaciones comunes o, dicho de otro modo, a pesar de que lo dicen de manera diferente, descubren que están hablando de lo mismo. Más tarde, hacemos lo mismo con lo que podríamos denominar como “estar bien”. Les pido nuevamente que lo describan y lo resuman. Al observar el resultado, entre los asistentes se apodera otra vez la impresión de que somos muchos los que parecemos estar bien “del mismo modo”, o al menos de un modo parecido. Es como si pudiéramos decirle a nuestro compañero: “o sea que a ti también te pasa eso y sientes eso, igual que yo”. Luego el ejercicio continúa, tratando de concluir algo obvio: ante el mismo problema la respuesta que cada uno demos estará condicionada por el momento, “bueno” o “malo”, en el que tomamos la decisión. Parece lógico pensar que, en principio, nuestra respuesta será mejor en el caso de encontrarnos “bien”, que si la tomamos cuando nos encontramos en un “mal” momento. He descrito muchas veces cómo estoy yo mismo cuando me siento bien, y para mí ha sido una ayuda decisiva descubrir primero y observar después que hay un cauce y una manera de estar en el que estoy y me siento bien. Un bienestar que escapa a momentos concretos y a situaciones de un tipo o de


otro. Es como si estoy bien siempre del mismo modo y solo estoy bien cuando estoy de ese modo. Es un lugar interior en el que estoy en paz, y esa paz tiene mucho que ver y es la consecuencia de un cierto orden interior. Y ese orden interior es el descubrimiento de la auténtica identidad de uno mismo. Es como mi yo auténtico. Al tiempo, como ya he dicho, constato que en otras ocasiones estoy mal, y que, al igual que decía antes, uno está mal de la misma manera.

De todo ello he obtenido determinadas conclusiones, válidas al menos para mí: – ambas maneras de estar forman parte de mí, en un momento u otro. – pero cuando estoy bien me parece ser más yo mismo. – entro y salgo de ellas con frecuencia, al cabo incluso del mismo día. – pero hay una diferencia sustancial: cuando estoy bien no quiero salir de esa situación, aunque de hecho, sin saber muy bien porqué, lo haga. Cuando estoy mal, por el contrario, hago lo posible para volver a estar bien. – porque, en el fondo, estar bien, mantenerme en ese cauce, no solo es lo deseable, sino que es lo más natural en mí; y estar mal, o discurrir fuera del cauce, es como si, en el fondo, tuviera la sensación de que estoy fuera de mí, de lo que constituye mi actitud natural, de lo que me conviene y de verdad me corresponde.

Y finalmente obtengo una conclusión más. Ese estar bien o estar mal no siempre depende de la situación, reto o escenario exterior que me rodea. La situación con la que me enfrento puede ser mala, e incluso muy mala, y sin embargo, yo puedo estar en paz. Al contrario, la situación puede ser en apariencia estupenda y, sin embargo, estar yo muy mal. Dicho en otras palabras: puedo estar bien o mal al margen de lo que me rodea, de las circunstancias positivas o negativas que me apremian, o incluso del dolor que me corroe o del bienestar que en apariencia disfruto en ese momento. Todos nos hemos reconocido sorprendidos estando bien a pesar de las circunstancias adversas, y nos hemos visto incapaces de entender por qué estamos mal cuando, en apariencia, lo tenemos todo para estar bien.


Existe, pues, ese cauce en el que estamos bien. Y algo más: observamos que desde ese cauce las cosas se ven y se juzgan mejor. Del mayor o menor tiempo que permanezcamos en él depende lo que de una manera frecuente denominamos como acertar. Si damos un pasito más, tal vez coincidamos en decir que no sabemos de qué va eso de ser felices, pero que, por el contrario, todos conocemos qué es eso de estar en paz, paz que es para mí la característica fundamental que define un buen momento, la garantía y el resultado de estar caminando por el cauce del bienestar interior. Y si estamos en paz, vemos mejor y podemos, en consecuencia, tomar las decisiones más acertadas. Discernimos y obramos mejor.

*

*

*

Este libro está escrito desde la experiencia, o mejor dicho, desde mi experiencia, que es la que es: el asesoramiento personal, la facilitación de equipos a lo largo de años y, por qué no decirlo, aplicándome el cuento a nivel personal. No soy psicólogo, ni moralista. En consecuencia, habrá situaciones, y lo indico en algún capítulo, en los que mi aportación pueda ser muy limitada, y en las que se exija la labor de psicólogos y moralistas. Es por eso que quiero dejar claro desde el primer momento cuáles son mis referencias teóricas fundamentales:

– Deming, Juran e Ishikawa, los padres de la Cultura de Calidad. – Las técnicas de entrevista personal derivadas de mis años como periodista, que me han obligado a desarrollar la escucha y la capacidad de atención. – La Logoterapia de Víctor Frankl y por extensión la Psicología humanista. – Y el método de discernimiento de Ignacio de Loyola, que ha constituido una referencia irreemplazable para mí.

En “Volver a empezar”, el protagonista, Nik, intuye la existencia de ese cauce en el momento en que visita en las afueras de Pekin la tumba de los


emperadores Ming. Finalmente, tras un proceso de discernimiento: un itinerario de diálogo con Esther primero y con Lola después, logra instalarse en ese cauce. En este libro se muestran de manera más explícita las claves del itinerario personal de Nik, y como el personaje que finalmente aparece es un Nik sustancialmente diferente, renovado y en paz, hemos considerado que lo que aquí vamos a presentar son las fases de ese itinerario de innovación personal. Serán muchos los que considerarán que ven ahora el primer libro con una nueva luz. En el fondo, lo que he pretendido es plasmar lo que realmente creo a propósito del cómo de la mejora personal.

*

*

*

Desearía culminar esta introducción agradeciendo a los buenos amigos y especialistas que han leído los borradores de este libro. No citaré sus nombres porque sé que algunos de ellos preferirán permanecer en ese anonimato generoso. Y si no lo hago con todos, se me hace difícil agradecer en público tan solo a algunos. Pero no puedo menos de señalar la importancia decisiva que muchos de sus comentarios han tenido en el presente escrito. No aparecerán sus nombres, pero sí su contribución. Lo mismo digo de muchas de las personas que han asistido a los talleres y seminarios. Qué más se puede añadir si digo que con muchos de ellos he mantenido luego una buena amistad, que yo sé que va a ser definitiva, porque nos une algo fundamental: el ansia del desarrollo y la mejora personal. Sus notas en las hojas de evaluación, sus dudas, sus preguntas, sus comentarios de todo tipo tras el seminario, han hecho que no haya habido dos seminarios iguales; en definitiva, ellos me han ayudado a pensar, a cambiar, a incluir y a eliminar. Es decir, a mejorar. Este libro es, pues, un mucho de muchos. Ojalá que el libro les permita descubrir y ver mejor ese cauce que ya intuían antes de verlo plasmado en este libro. Es más, confío en que encuentren ese cauce en más de un momento de la lectura del libro. De


verdad, no pretendo decir nada nuevo, sino mĂĄs bien ayudar a descubrir primero y ordenar luego lo mejor de lo que cada uno llevamos dentro. Y de la manera mĂĄs sencilla, que tambiĂŠn eso es importante.


I. El Descubrimiento.


Un día, después de tantos años de consultoría con todo tipo de sectores, ambientes y personas, después de escuchar en tantos congresos que no hay aspectos claves, que todo depende, que son muchos los aspectos a tener en cuenta, lo que no obstaba para que el conferenciante de turno nos soltara una receta muy concreta, la suya, me hice la siguiente pregunta:

– “Al margen de tu mayor o menor habilidad personal como consultor, si tuvieras que describir por qué en unos casos se consiguió avanzar, ¿qué dirías?”...

Y tras pensarlo un largo rato, una idea me vino a la mente, con total naturalidad, como llegan las buenas ideas que nos proporciona la intuición bien orientada. La respuesta fue la siguiente:

– “Por que me topé con personas que, con mayor o menor convicción, les gustara o no, asumieron lo que les tocaba hacer y lo hicieron”.

Seguro que esta conclusión inicial les resulta un poco chocante. A mí también me lo pareció, pero solo al principio. Es demasiado simple, es verdad, por lo que yo también pensé que finalmente la rechazaría, y que, caso de ser conocida, sería acompañada de un cierto desdén por parte de muchos. Repasé un listado de las organizaciones con las que había trabajado en los últimos veinte años y la sorpresa fue enorme: la conclusión se confirmaba. Y no solo eso, sino que me vi reafirmándome en que:

– no todo depende, como dicen algunos. – no son tantas las cosas a tener en cuenta, ni todo tiene que ver con todo. – lo fundamental no está en el análisis, ni en la obtención de consecuencias; lo fundamental está en la voluntad de llevarlas a cabo.


Posteriormente decidí escribir mi secreto en positivo y la frase quedó del modo que sigue:

EN PRINCIPIO, HAZ LO QUE TE TOCA, TE GUSTE O NO. Cuando dudamos a la hora de decidir una cosa u otra, en el fondo, en muchas ocasiones, estamos dudando entre lo que toca y lo que gusta.

No es ninguna casualidad porque lo que toca, en principio, nos suena a:

-

obligación.

-

algo triste.

-

poco motivador y atractivo.

-

no un fin en sí mismo.

Por el contrario, lo que nos gusta, en principio, nos suena a:

-

sugerente.

-

atractivo.

-

un fin en sí mismo.

Siendo así, no es, pues, casualidad que la decisión nos suscite dudas.

Dibujé el siguiente cuadro, que muestra las diferentes situaciones en las que nos podemos encontrar a la hora de dilucidar qué hacer:


QUÉ HACER

LO QUE ME TOCA

LO QUE NO ME TOCA

LO QUE ME GUSTA

- Me toca lo que me gusta.

- No me toca lo que me gusta.

LO QUE NO ME GUSTA

- Lo que me toca no me gusta.

- Ni me toca ni me gusta.

Así, podemos desarrollar cada uno de los cuadros:

Primer Cuadrante. La persona se encuentra en un escenario en el que le toca hacer lo que le gusta. No hay debate, ya que la situación no ofrece contradicción alguna. Sin duda se trata de una persona afortunada, a la que desearía, siempre según mi experiencia, decirle lo siguiente:

valore, cuide y disfrute de ese momento.

es muy difícil, en cualquier caso, imaginar que esta situación sea para

toda la vida. •

recuerde, de hecho, que ha habido etapas en que no ha sido así.

en consecuencia, no se hunda si un día cambian las tornas.

el hecho de que le toca lo que le gusta, no significa que sepa y que no

tenga que formarse y aprender.

Segundo Cuadrante. La persona se encuentra en un escenario en el que le toca hacer lo que no le gusta.


Nos sucede a todos en algún momento de la vida.

Espere un poco antes de rechazarlo y optar por lo que le gusta en ese

momento. •

Trate de encontrar un sentido nuevo a lo que hoy le toca hacer.

No se rinda a la primera. Tal vez es el comienzo de algo nuevo que hoy

no puede ni imaginar. •

Si tiene dudas, haga el siguiente ejercicio: identifique el momento del

que más orgulloso está de su vida. Observe que es un momento del que sinceramente cree que estuvo a la altura de las circunstancias. ¿No fue tal vez una respuesta buena a una situación realmente mala?... ¿No fue que hizo lo que te tocaba ante una situación que, en realidad, no le gustaba?... Sin embargo, hoy no solo está orgulloso sino que piensa que fue para bien, muy al contrario de lo que pensaba en aquel difícil momento.

Tercer Cuadrante. La persona se encuentra en un escenario en el que no le toca hacer lo que le gusta.

renuncie a lo que le gusta, al menos por un momento, vuelva a centrarse

en lo que le toca, ponga un plazo y/o una condición para finalmente decidir. •

si, pasado ese plazo, cree que no puede aguantar más, decida cortar

con lo que hoy le toca hacer. •

y luego hágase la siguiente pregunta: ¿qué me toca hacer hoy para

lograr mañana lo que realmente me gustaría hacer? •

observe, pues, que, de una u otra manera, no hay manera de escapar a

lo que a uno le toca.

Cuarto Cuadrante: Se encuentra en un escenario en el que ni le toca, ni le gusta. No tome decisión. No le hace ninguna falta. *

*

*

Pero, en todo caso, una cosa es optar por lo que toca y otra muy diferente saber con exactitud qué es lo que toca. Si lo dicho hasta ahora le sugiere un camino positivo, aún si no las tiene todas consigo, le invito a dar un paso más y a plantearse la siguiente pregunta:


¿Y CÓMO SABER LO QUE ME TOCA HACER?... ¿CÓMO SABER LO QUE ME CONVIENE HACER, AQUÍ Y AHORA?

Responder a esa pregunta, desde la mayor humildad y respeto, es la razón de ser de los capítulos que vienen a continuación. A veces puede ser muy sencillo y en otras no tanto. En muchas ocasiones me he visto y he visto a otros muchos cómo la bruma atenazaba la mente, impidiendo ver lo que estaba delante. Luego he constatado cuán sencillo era todo; eso sí, una vez que la bruma había ya desaparecido. Quizá pueda decir que se trata de un libro para ayudar a despejar brumas y descubrir. Siempre me ha fascinado la palabra descubrimiento: es como si nos diera a entender que la solución estaba ahí, a nuestro lado, muy cerca, pero cubierta… por la bruma.

Pero también diré algo más:

– Esa bruma es común a otras muchas personas. “¿También os sucede a vosotros?”, se preguntan unos a otros cuando por fin se conocen y existe un mínimo de confianza mutua. “¡No éramos, pues, especiales!”, se dicen luego. Esa bruma es mental. Corroe, actúa, entorpece y hace daño en la medida en que existe en nuestra mente, pero solo existe en nuestra mente. – No todo es cuestión de voluntad, pero al final es la voluntad para disipar la bruma lo que realmente cuenta.

Y una última consideración: no soy yo quién para decir a otros lo que les toca hacer. De verdad, bastante tengo con identificar primero y hacer luego lo que me toca hacer a mí. Quizá lo que este libro pueda aportar sea tan sólo el


ofrecimiento de un método a la hora de enfrentarse al reto, porque de un reto se trata, ni más ni menos. Merecerá la pena, se lo aseguro, pero habrá una cierta pena en el camino.

1.-

¿Sabe realmente lo que hoy le toca hacer?... ¿Podría

hacer una lista inicial?... 2.-

¿Puede identificar por el contrario lo que le gustaría

hacer?... ¿Podría hacer una lista inicial?... 3.-

Eso que le toca hacer, ¿tiene una connotación positiva o

negativa?... Obsérvelo. 4.-

Y lo que le gustaría hacer, ¿tiene una connotación positiva

o negativa?... Obsérvelo. 5.-

Observe nuevamente el cuadro anterior y decida.