Estosdías N° 577

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Transición

perdió por primera vez una elección y resultó ganador el ahora enemigo favorito del pueblo, Carlos Salinas de Gortari. Pero quien acusa eso pretende desconocer la lógica de los tiempos: Bartlett no se mandaba solo, y si era su responsabilidad hacer perder al ganador real de los comicios presidenciales, no tenía más remedio que cumplirla; se llamaba ‘disciplina institucional’, y parte decisiva de la misma era obedecer sin réplicas las disposiciones políticas superiores, y más si venían del jefe máximo del partido en el poder y del Estado, como bien saben que así era y que de ella dependían sus carreras políticas, el propio Andrés Manuel y quienes se fueron del PRI antes que Bartlett a la oposición de izquierda y de derecha, como Porfirio Muñoz Ledo y el propio perdedor del 88, Cuauhtémoc Cárdenas, quienes, en su momento, como priistas, debieron cumplir órdenes políticas similares. Por lo demás, si alguien no era simpatizante sino competidor de Salinas, era Bartlett: ambos fueron precandidatos presidenciales, y quien mejores credenciales políticas tenía para serlo era el que después habría de ser gobernador poblano, aunque quien más se necesitaba entonces para el relevo delamadrisdista era Salinas, según el plan reformista privatizador y neoliberal convenido con la administración estadounidense y en la línea del Consenso de Washington de Ronald Reagan, dominante en el mundo tras la caída del comunismo soviético y el advenimiento de la globalización unipolar y hegemónica controlada por Estados Unidos ya como única superpotencia. Bartlett no sólo no era de ese sector del PRI, sino del opuesto; del que acababan de irse Cuauhtémoc, Porfirio y Andrés Manuel, para fundar la verdadera alternativa opositora de izquierda –que se convertiría en PRDa imagen y semejanza de la izquierda del tricolor, ahora diluida bajo el poder de los neoliberales. Pero Bartlett siempre se opuso a las políticas de privatización de los bienes nacionales, al ataque desde el poder presidencial y del PRI contra la industria energética del Estado con fines de debilitarla y venderla, y a la disolución de los programas sociales que hacían la fuerza electoral de su entonces partido, y cuya pérdida de identidad ‘revolucionaria’ terminaría asociándolo al PAN y a la derecha del mundo, y haciéndolo caer en picada con un cuerpo ideológico que, en los hechos, era oligárquico y antipopular, y no era menos corrupto que el de antes. La política de masas y la fuerza electoral del PRI, se fueron yendo al PRD. También se ha acusado a Manuel Bartlett de haber sido un ariete priista en contra del ídolo de las multitudes panistas, el hoy finado Manuel Clouthier, ‘Maquio’, entonces un poderoso líder norteño de la derecha empresarial y confesional, cuya hija fue coordinadora de la campaña ganadora de López Obrador y quien, por tanto, no simpatiza con la designación de Bartlett para la CFE. Pero era el papel de Bartlett dentro del sistema de poder al que había renunciado el grupo que se fue del PRI, que emergió sin pasado y sin pecados de antidemocracia y de autoritarismo en la izquierda militante llegada de ese PRI, y que ganaría en su primer cotejo electoral al mismo PRI ya de equipaje neoliberal, pero que fue obligado a perder por el estatus quo y sus grupos de interés, y no por el interés particular de Bartlett de hacer ganar a Salinas, con cuya óptica política nunca coincidió y del que menos que nadie sería una emisario en el Gobierno del Morena, como lo sabe de sobra el propio López Obrador, quien, unos días después de su designación, refrendó su voto de confianza hacia él, expresando que mientras respeta que a algunos no les agrade 2

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