LOS ARCOS-ATAPUERCA 2004
11a. ETAPA
BELORADO-ATAPUERCA
En Belorado, Totó, que hasta el momento se había encontrado en plena forma, amaneció con problemas en un tobillo que le obligaron a dejar de andar. Eso supuso efectuar un forzoso cambio de planes, de forma que Pep caminó la etapa con nosotros y fue Totó quien se encargó de llevar las maletas hasta el hotel de Atapuerca. Finalmente no sé cuantos kilómetros pudo recorrer durante la jornada, pero no paró de ir y venir, de dar vueltas y más vueltas. Unas veces aparecía y otras desaparecía. Nos perdía y nos encontraba. En resumen, estar en aquellas precarias condiciones no le impidió mantener una actividad impresionante. Dejamos atrás Belorado, y también Tosantos, y luego pasamos por delante de la misteriosa ermita de Nuestra Señora de la Peña, excavada a la derecha del Camino en la piedra de una colina próxima.
07.05.2004
En otro tiempo, este tramo del Camino fue uno de los más temidos por los peregrinos medievales, porque a menudo sufrían asaltos de bandidos y ataques de animales salvajes. Durante doce kilómetros, en los que incluso se puso a nevar, tuvimos la oportunidad de disfrutar de los bosques y de la tranquilidad de aquellas frías soledades. La ausencia total de cualquier ruido, que no procediera de la propia naturaleza, nos sumergió en un ambiente igual que el que debieron sentir los antiguos peregrinos. Villafranca se llamó Auca en la época romana y de ahí deriva el nombre de Oca. La oca fue un animal que se utilizó en la antigüedad como guardián de las casas por el gran escándalo que hacía cuando notaba que se acercaba algún extraño. A lo largo del Camino, la forma alargada de la pata de la
Un par de kilómetros más adelante, nos detuvimos en Villambistia donde sucedió algo gracioso. Dos turistas querían fotografiar la fuente del pueblo y Pilar, viendo que podía salir en la foto, quiso apartarse, pero las turistas le pidieron que no se moviera y que se quedara junto a la fuente. Seguramente pensaron -con razónque su imagen peregrina, y especialmente la de su sombrero, eran algo digno de ser fotografiado. Continuamos andando hasta Villafranca y allí nos paramos a comer, pensando en que debíamos recuperar las máximas fuerzas posibles, porque un poco más adelante nos esperaba la fuerte subida a los Montes de Oca. Los Montes de Oca forman parte del Sistema Ibérico y marcan la divisoria entre las cuencas de los ríos Ebro
oca aparece esculpida en muchas construcciones. Eso se explica porque fue la marca que a modo de firma utilizaron los maestros canteros o «maçones» (maçon, del francés: albañil), encargados de trabajar la piedra. El gremio de la construcción, en la Edad Media, guardaba rigurosamente en secreto las técnicas de su profesión y dejaba en las paredes de las construcciones su firma bajo símbolos secretos que solo reconocían ellos. Años más tarde, este concepto de misterio aplicado por los antiguos canteros prestó su nombre a la sociedad secreta de la masonería, que hoy en día utiliza una simbología ligada a las herramientas empleadas en la albañilería (escuadra, compás, etc) En el Camino hay muchos lugares señalados con nombres que tienen relación con la oca, e incluso hay quien
y Duero. La subida empieza con una dura cuesta de forma que en pocos minutos, mirando ha-
sostiene que el juego de la oca pudieron inven-
cía atrás, se tienen unas magníficas vistas del último tramo que se ha recorrido. Un poco más
una representación del peregrinaje, porque sus casillas reproducen el camino que hay que re-
adelante, la pendiente se va atenuando y se hace más llevadera, mientras se continúa avan-
correr, atravesando las incidencias que tenía el trayecto real: puentes, pozos, cárceles, posa-
zando por un frondoso y húmedo bosque de robles, hayas y pinos.
das e incluso la muerte, que también podía producirse durante el duro viaje de los peregrinos.
tarlo los templarios. El tablero, dicen, podría ser
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