Kulturtopias I: Imaginarios para las culturas comunitarias

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barrio a la hora de desprenderse de esa retórica experta y tecnificación del conocimiento, puesto que toda la red de conceptos con los que trabajaba, se nutría de perspectivas académicas de la investigación social. Quién y cómo define los objetos sociales (llámense problemas, llámese lo comunitario o llámense prácticas culturales) va a tener una relación clara con su construcción. “Normalmente, los problemas sociales, a nivel institucional, se han definido en términos funcionalistas, esto es, como una situación anómala que debe ser devuelta al equilibrio: es “legítimo” mejorar la adaptación de las personas y colectivos al sistema, haciendo los ajustes pertinentes a partir de los desequilibrios definidos. Esto, al menos tiene dos consecuencias”, prosigue. “Por un lado, al centrar la intervención en personas que responden a una categoría predefinida (“mujeres”, “inmigrantes”, o “jóvenes”), no da respuesta a situaciones de interseccionalidad en las que diferentes ejes categoriales funcionan al mismo tiempo. Es decir, se enfatizan los aspectos que comparten estas personas por pertenecer a una determinada categoría social, produciendo un efecto de homogeneización, perdiendo por el camino diferentes sensibilidades que tienen mucho que decir al respecto. Por otro, al focalizar la intervención en términos negativos o de vulnerabilidad, se niega la agencia de estas personas y la posibilidad de llevar a cabo procesos de movilización social como estrategia para la resolución de conflictos: al poner el foco en las características de las personas, que son víctimas, y no en la existencia de estructuras sociales que generan desigualdades sociales, contribuimos al mantenimiento de estas estructuras de poder. Vamos, concluye, que tuvimos que quitarnos esa concepción de la intervención como una suerte de varita mágica productora de consenso social, porque a su vez impide la emergencia de expresiones de conflictividad y se convierte en un dispositivo potente de control social, desactivando la posibilidad que las problemáticas desencadenen procesos de acción colectiva de carácter reivindicativo”. Esto Hernán lo explica diciendo que “la participación no la entiende como legitimación de una serie de decisiones, sino como transformación e innovación social; donde entran en juego una serie de influencias bidireccionales (mayorías-minorías), luchas y, en su caso, reparto de poder”. ¡Cómo ha dado de sí la calle! En la última parada, me encuentro con una de las ponentes que comentó el tema de la “ciudad creativa”. Conversamos durante un rato y al verme con interés por la coexistencia de esas dos miradas en torno a lo cultural, me recomienda un debate que puedo seguir desde UTuv. Apuntado queda39.

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Industrias creativas y gestión comunitaria, dos maneras de mirar la cultura: https://www.youtube.com/watch?v=dX3Xhq4FXsg&t=722s

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