¡Hágalo ud. mismo!: auto-construcción cultural

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DE LA LIMPIEZA A LA AUTOGESTIÓN

Irrealidad, hiperrealidad, transrealidad, realidad, desrealidad... y un final inesperado. Manena Juan y Fernando Maseda

Irrealidad La primera vez que visitamos el Hospital de San MartínHSM fue acompañando a Francis Naranjo y Dionisio Cañas, que estaban ultimando las localizaciones de lo que sería su pieza de vídeo “Agosto 2007”. Federico Castro, con el que habíamos quedado a un café de trabajo, nos invitó a acompañarles. Aceptamos más por alargar la conversación que por otra cosa. El HSM, que fuera primer hospital insular de Canarias, llevaba cerrado en completo desuso casi diez años. A lo largo de su historia había sido hospital, convento, cárcel de mujeres, casa de leche, asilo, manicomio, etc. Más recientemente el Colegio Oficial de Médicos de Las Palmas, reivindicando el abolengo del inmueble, había proyectado su rehabilitación con la intención de trasladar allí su sede y completarla con espacios multifuncionales para congresos, restaurante y demás dotaciones sociales de carácter elitista. En 2008, el nuevo equipo de gobierno del Cabildo de Gran Canaria encargó al Centro Atlántico de Arte Moderno-CAAM (del que Federico Castro era director en funciones) proyectar un nuevo espacio cultural. Inicialmente se planteó como una ampliación del CAAM, aunque luego iría dando distintos giros imprecisos y caprichosos a consecuencia de inevitables luchas internas y personalismos varios. Destaca la tentativa grandilocuente de crear el primer Museo Nacional en Canarias. Aquella tarde, una vez dentro del HSM, nos encontramos con un lugar lleno de abundancia silenciosa, detenido pero rebosante de referencias, resonancias, huellas y detalles insólitos. La propia morfología del edificio también era insólita. La impresión fue inquietante, de tal irrealidad que rozaba lo fantasmagórico. La consecuencia inmediata fue que rápidamente incorporamos el HSM a las propuestas de casos prácticos del IV Campus, que por entonces estábamos diseñando. En julio de 2009 el grupo del Campus realizó la visita. Todos quedaron profundamente impactadas de aquel extraño lugar. Ese recorrido se documentó profusamente en vídeo y fotografía, material que forma parte del archivo colectivo del CampusGuía. Meses después, en noviembre, realizamos otra incursión. Ya habían comenzado las obras de rehabilitación arquitectónica del edificio y no pudimos recorrer al completo sus más de cinco mil metros cuadrados de planta y sus diferentes niveles laberínticos. Para entones habíamos sido contagiados del apasionado entusiasmo de Federico por poner en funcionamiento el HSM como centro de producción artística de “acción inmediata”.

Esa tarde, al llegar a zona alta, la sala de acogida del antiguo hospicio, Manena espontáneamente propuso a Federico realizar allí mismo una acción: la limpieza de la sala. Quedaba aceptada la invitación que nos había lanzado, al igual que lo hacía con muchos otros. Era la forma en la que él entendía que el HSM, sin mayor dilación, albergara ya la función para la que estaba destinado: la producción cultural. Una especie de “abierto por obras” donde confluyera el pasado (la memoria del lugar y sus innumerables huellas), el presente (la intervención creadora sobre el lugar y su memoria) y el futuro (el nuevo espacio cultural que se estaba construyendo, conceptual y arquitectónicamente). Fue en ese instante que la irrealidad de aquel lugar empezó a declinar a hiperrealidad.

Hiperrealidad En diciembre de 2009 arrancaron los preparativos de la acción de limpieza. El proyecto tomó forma como acción colectiva, con el objeto de limpiar sin más. Lo haría con el nombre “Vaciando-sé” y un rumbo definido pero abierto: “intención sin intención”, que era como decir “vamos a limpiar la sala a ver que pasa”. La propuesta se lanzó a las mujeres que habían participado en ediciones anteriores del CampusGuía. Se recibieron las respuestas. Se fijó día. Se reunió un grupo de diez. El 6 de febrero de 2010 se realizó la acción constituyéndose el Colectivo LimpiArte. El despliegue de la limpieza fue un auténtico ejercicio de minuciosidad, un detallado recorrido centímetro a centímetro a lo largo de ocho horas. Un trabajo a pequeña escala: puro hiperrealismo.

Transrealidad A medida que la limpieza avanzaba se nos desvelaba lo que había permanecido siempre ahí, inalterable. Poco a poco, como en un acto mágico, lo que el tiempo y el abandono habían ido ocultando emergía ahora en todo su esplendor. Estábamos recuperando otra realidad más originaria que había convivido con la irrealidad y que necesitó de la hiperrealidad para volver a mostrarse. Esta nueva realidad, que llegó cargada de entusiasmo contagioso y de luz proyectándose en múltiples frecuencias, aumentó a través de nuestras conciencias y comprendimos que algo de sacralidad había en el acto. Habíamos escenificado un rito de renovación.


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