donde titilan sillas, frutas, libros que esperan ese después del frenesí en que tus manos volverán a tomarlos. Regreso a los dos tendidos bajo la noche, bajo un techo vulgar y cotidiano. De allí vienen los pájaros a invadirnos. Son sus alas de fuego nuestros cuerpos. Olvidemos así que trazamos fronteras inexpugnables durante la difícil travesía del día. Alcemos vuelo como bestias cautivas al final de los siglos. Huyamos de todo lo que es amarra y lastre, polvo y miseria.