V EN DESCONOCIDOS horizontes muda sus aletas nuestra mente. Y he aquí que pasados ciento ocho veranos las mariposas azules rompen las piedras y los glaciales comienzan su avance sobre la noche dormida. En el mar polar abierto perdida navegaba nuestra balsa de rosas. Osos grises y osos negros se enredaban a nuestros arpones de asta de reno. Con las nutrias lloraba el alma de nuestras mujeres y sólo María Luna nos cubría con su manto de plumas rojas.