30 MINITEXTOS
VOLÚMENES 1-3
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30 MINITEXTOS
VOLÚMENES 1-3
VOLÚMENES 1-3
Alguien cambiaba los canales en una tele muy pequeña que había en el cuarto de su abuela. Como aún no sabía hablar, se limitaba a ver desde el marco de la puerta. Una de las imágenes que APARECÍAN en la superficie del cristal le sacó un grito desde adentro que hizo detener la mano encargada de la programación. Esa noche, en algún canal de la tele, estuvieron pasando Dumbo (1941). En el interior de la pantalla unos hombres instalaban las carpas de un circo mientras cantaban en medio de una tormenta. Por momentos la señal se volvía intermitente, los colores iban y venían. Afuera de las persianas en la habitación de su abuela, también empezó a llover. ¿Qué era aquel aparato místico? ¿Una distracción? No, no, no. Era una bola de cristal que servía para leer la realidad.
Lo único que quedó fue el chillido amarillo de la M en el letrero de un McDonald’s. No había nadie bailando en las terrazas del vecindario, nadie caminando frente a las vitrinas de las tiendas en la ciudad. Ya no alumbraban ni los proyectores de los cines abandonados. Podía haber sido el día del rapto y nadie se habría dado cuenta.
POR SI DE VERDAD SE ACABA EL MUNDOCuando encendió el bombillo, un montón de cucarachas se dispersaron a lo largo y ancho del piso, las mesetas y las paredes hasta camuflarse en las sombras de la cocina. No le dio tiempo ni de contar cuántas eran. ¿Qué harían las cucarachas cuando se apagaba el bombillo en la cocina de un extraño? Tal vez organizaban una misa, quizás convocaban una asamblea, posiblemente celebraban un carnaval.
… un sueño que olvidó justo después de despertar. Se había quedado dormido en una guagua de camino a ________. Cuando se asomó al cristal empañado vio la cordillera que se dejaba atrás en la carretera, iluminada sólo por el resplandor de esa neblina que sale tarde en la madrugada. Vio a un lado, al otro, detrás de él; no quedaba nadie en ninguno de los asientos. “¿Ya pasamos la parada de ________?” le preguntó al chofer apenas distinguió su silueta al final del pasillo. El chofer siguió con la mirada al frente, como si salieran de sus ojos los focos de luz que iluminaban la carretera. “¿Pasamos la parada de ________?”, repitió. El chofer nunca respondió. En seguida recordó el cartel que había visto en el parabrisas de la guagua antes de montarse en la estación de la capital: «ÚLTIMA PARADA: ________».
Estaba sentado en el balcón esperando algo de brisa cuando se encontró con una nube negra diferente a las otras que había en el cielo. “Esa nube de ahí no es de agua, eso es una nube de arena”, le dijo a su esposa. “Así es que llega hasta el Caribe el polvo del Sahara.” Como ella sabía que ya le traicionaba el juicio por los años, decidió seguirle la corriente. “Anjá… ¿Tú te acuerdas cuando fuimos al Sahara?”
Su mamá murmuró algo al oído de la profesora antes de que se anunciara la primera y única asignación del día: “Cada quién va a escribir una carta a su compañero, que se va mañana de la isla”. Hubo un murmuro colectivo en todo el salón de clases. Al rato estaban todos llorando por la partida de un compañero que días antes ni sabían que existía. “¡Qué injusto es el mundo!” gritó uno de los alumnos, llorando unos lagrimones que inundaron el salón y echaron a perder las cartas de despedida.
KRYPTON … acostumbrado a dormirse con la tele encendida. Esa noche daban Superman II (1980), pero como los rayos láser que lanzaban los malos por sus ojos le hicieron sentir miedo, él cerró sus párpados y se quedó dormido. Lo último que se atrevió a ver fue el momento en que Superman era encerrado dentro de un cristal del ártico para ser despojado de sus poderes. Veinte años después, Superman por fin se había librado del cristal de la memoria en que lo habían encerrado, y le dio la vuelta al mundo llorando, porque lo único que quería era volver a Krypton.
Los demás niños de la calle seis habían abandonado el juego de bellugas que tenían armado en la acera. Es que en la casa del frente estaba sonando el primer radio que traían al vecindario. Él siguió el sonido de las tres guitarras, y atravesó el bajo a chimiqüí y los hombros sudorosos de la recua de niños que rodeaban la caja de madera en la sala de la última casa en la calle seis. Llegó hasta la parte de atrás del radio, buscando de dónde venía el sonido. ¿Qué músicos tan pequeños serían esos, que podían apretujarse con todo y guitarra dentro de una caja de madera? Ése fue el día en que se inventó la música.
Dos náufragos compartían la tierra de una isla pequeñita. Si se apartaban el uno del otro, se sentían solos; si se acercaban a hablarse o a hacerse señas, se sabían incomprendidos. Entonces decidieron sentarse los dos juntos en medio de la isla, pero de espaldas el uno del otro, cada cual viendo hacia su lado del mar. Así no estaban solos, y con sus mares se entendían.
Millones de pupilas en el cielo estarán esperando para conocer la nieve. Cuando, desde allá arriba, le pregunten a los seres humanos dónde encontrarla, ellos se apresurarán a buscar en todas las biblias, constituciones y enciclopedias alguna página que confirme la existencia de vida en otros planetas. Mientras tanto, los extraterrestres regresarán a casa sin haber conocido la nieve, pero conformes con saber que alguien, en algún lugar de la tierra, la había conocido.
555 5555
… ASÍ QUE LLAME YA AL NÚMERO EN PANTALLA Y RESPONDA LA PREGUNTA SORPRESA PARA GANAR UN PASAJE DE IDA SIN REGRESO. ¡LLAME YA AL 555 5555! «¿QUIÉN NOS HABLA?» (Tienes que inventarte un nombre).
«¿DE DÓNDE NOS LLAMA?» (También te tienes que imaginar un hogar). «¿A QUÉ SE DEDICA?» (Y que no se te olvide improvisar alguna excusa para tu existencia). Es cuando llegas a escuchar la respuesta de tus monosílabos nasales en la bocina de tu televisión que te das cuenta de que todo el mundo, todos al mismo tiempo, te están escuchando en TODAS las televisiones del planeta. «¡BAJE EL VOLUMEN DE SU TELEVISIÓN, POR FAVOR!». Y el eco de todas las respuestas que alguna vez salieron por tu boca sigue acumulándose en un feedback insoportable hasta el momento en que escuchas la esperada pregunta sorpresa, y sabes que te la hacen a ti y sólo a ti: «¿CUÁL FUE LA PRIMERA FORMA
DE VIDA EXTRATERRESTRE EN PISAR LA TIERRA?»
Ni un sólo día había dejado de regar las matas justo después de las seis. Hablaba con sus matas y sólo con ellas, hasta que esa tarde se acercó su vecina a la malla ciclónica para preguntar tonterías y hablar del clima. Antes de poder abrir la boca para despedirse, la vecina le dejó saber que sus matas —tan preciosas– parecían de mentira. Ella palpó las hojas para comprobar que el brillo que rebotaban eran una falsedad, y le pesó darse cuenta de que las matas que había estado regando una vida entera eran matas de plástico.
Mientras saltaba lo más alto que podía sobre la cama de sus papás, la bruja malvada del oeste dirigía el vuelo de una bandada de monos alados desde su castillo en la pantalla de la tele. Aún después de lograr apagar el aparato del miedo, en su oído se repetían los aullidos de un ejército de monos con alas que llegaban a invadir el vecindario. Muchos años después, cuando se acercó al espejo para afeitarse por primera vez el vello de la cara, figuró en su propia cara verde la de la bruja malvada del oeste.
El rugido de la nave casi siempre parecía anticipar una explosión fatal, pero siempre le ganaba el aplauso de los pasajeros invisibles. Invisibles porque en ese momento estaban —todos al mismo tiempo— rezando con seres que —por la distancia— ya no estaban tan seguros de que existieran. Aunque con los años irán olvidando sus caras y sus olores, tendrán que anotar sus nombres en un papelito arrugado y no olvidarlos nunca, porque será lo primero que les pregunten al llegar su turno en la fila infinita de la agencia de envíos y remesas de la ciudad de Esmeralda.
La asignación del día anterior era escribir en tu libreta tres razones por las que la navidad era la mejor época del año. Tú escribiste que porque caía nieve, y en seguido la Miss te interrumpió y te reprochó delante del aula entera que en el trópico no nevaba. Tú dijiste que cómo que no, que claro que sí. Tú la viste con tus propios ojos en las fantasías animadas de ayer y hoy, en una adaptación televisiva de un libro que nunca leíste, y en una foto del abuelo de tu abuelo que supuestamente era español. Tú ya habías visto la nieve caer en la tele de la sala de tu casa en un vecindario lleno de mosquitos al borde de un cabo en las Antillas.
Los viajeros, cuando los olvida todo aquel que los conoció, se mudan a una isla pequeñita con otros náufragos. Y los mandados, cuando se les olvida tanto a quien los encargó como a quien los salió a hacer, se les entregan a los náufragos de esa isla para que puedan ocuparse en algo. Y las cartas, cuando se les olvida su contenido tanto a quien las escribió como a quien las abrió, se les envía a esos náufragos dentro de una botella de vidrio para que las lean como si fueran destinadas a ellos. Muy a menudo, las interpretan frente a una cámara y las proyectan de noche en una pantalla para vivirlas como si fueran propias.
… pero una tarde, al levantarse de una dormida, notó que los muebles en su apartamento habían cambiado de lugar, entonces bajó a la parada del bus todavía en bata de dormir, y recordó todas las fiestas de año nuevo en que salió arrastrando su maleta por el vecindario como decía el astrólogo de la tele. Sabía que no le duraría mucho la algarabía de sentirse tan lejos de su supuesta casa, porque cuando la nieve le congelara las canillas, le iba a dar gracias a Dios que de donde venía sólo había verano e infierno.
MAYAGÜEZ
Hoy no vas a la escuela; te salvaste por medio grado demás que calculó el mercurio (¿del espacio?) del termómetro. Tu papá interrumpe la programación habitual de Speedy Gonzales por otra imagen de carne y hueso: en el cielo de la pantalla, un avión (¿a control remoto?) se estrella contra una torre TAN alta, que de seguro no cabría ni a lo largo ni a lo ancho de un pueblo tan chiquito como el de Mayagüez.
Todas las guaguas, los buses, los metros y los trenes del mundo habrán cerrado. Desde el espacio se verán dos figuritas microscópicas corriendo para encontrarse. La invasión se habrá regado como una peste por todas las ciudades. Dos últimos testigos. Cuando también ellos desaparezcan, ¿en qué memoria irá a guardarse la nevada de esa noche?
La televisión se apagará justo antes de que pueda pedir su deseo, y el crujido que hace la pantalla al desvanecerse parecerá el de un planeta rompiéndose en pedacitos y haciéndose de nuevo, de nuevo, de nuevo.
Por las noches hasta los fantasmas desaparecían de la casa. Es que les ponía tristes ver que su única descendencia lejana se pasara toda la madrugada jugando videojuegos. Entonces les pedían a los gatos de la casa —que todavía podían ver de noche— que los llevaran a todos los lugares a los que iban en la ciudad cuando aún estaban vivos y se sentían igual de solos. Los gatos les llevaban a un lugar cualquiera mientras ellos compartían las memorias que habían inventado para sus vidas pasadas.
Desde que despertó, la mosca estaba ahí. No fue suficiente el agua fría de la ducha matutina para ahuyentarla… tampoco el perfume del camión de basura de camino al trabajo… ni el calor que hacía en la oficina todas las tardes cuando se iba la luz. Después de tantas semanas idénticas, la mosca todavía estaba ahí. Como pensó que seguramente se había acostumbrado a su rutina tan predecible, decidió despistarla tomando un camino distinto para volver a casa. Cuando llegó a la misma puerta de siempre, la mosca le esperaba en la alfombra que le daba la bienvenida de todos los días en un idioma que él ni siquiera conocía:
“WEL-COME HOME”.
Estaba a punto de morder la Bolognesa que había preparado de cena cuando notó que se movía por sí sola «¿Tendrá demasiada sal?» y había cobrado la capacidad de cuestionar su propia existencia «¿Por qué no mejor recalentaste el chow fan de la semana pasada?». En la tele pasaban ese mismo episodio de Friends, pero... «¿Y a dónde fueron tus friends?». Era Viernes por la noche y hasta la Bolognesa que había preparado con sus propias manos lo sabía. En cuanto pudo moverse lo suficiente abandonó el plato; iba dejando un rastro de Bolognesa por toda la cuadra de camino a la discoteca.
Los vecinos le estrallaban las persianas cada vez que cantaba… es que todavía no se decidía si cantaba bien… o si cantaba mal… sólo lo sabría el día que cantara en televisión nacional… el problema es que su voz sonaría diferente en televisión nacional… así como sonaba diferente cuando algún vecino le escuchaba… ¿Cuántas personas estarían viendo la televisión nacional?… de todos modos sus vecinos no le reconocerían en televisión nacional… cualquiera sonaría diferente en televisión nacional.
MACBOOK
Cuando el sol explote y todos los planetas vuelvan a ser un montón de piedritas en un riñón, tu Macbook va a quedar suspendida en el espacio. Cuando en su aburrimiento se dedique a examinar todas las memorias que atesoraban los humanos en la World Wide Web, va a ir por toda la galaxia buscando con quién compartir tantas citas de libros que nunca leyó, tantos fragmentos de películas que nunca vio, tantas grabaciones de conciertos a los que nunca fue. Le va a pesar tanto todo lo que dejaste olvidado que no va a llegar ni a la luna antes de quedar a la deriva entre este mundo y el otro.
Se abre el telón. Te mandan a despegar los ojos de la televisión, que te vas a quedar ciego. Se cierra el telón. Se abre el telón. Te advierten que no cantes esa canción frente al abanico, que te vas a quedar mudo. Se cierra el telón. Se abre el telón. Te aconsejan que no escuches conversaciones ajenas, o un día te van a dejar sin orejas. Se cierra el telón. Se abre el telón. Todos saben que no debiste abrir una sombrilla dentro de la casa; te vas a quedar solo. Se cierra el telón. ¿Cómo se llama la obra?
El espectador perfecto se sienta en el primer asiento de la sala de cine más cercana a su casa, y por cada fotograma que se proyecta en la pantalla, imagina otro distinto en su cabeza. Cuando sale de la sala de cine, se lleva guardada en una gaveta polvorienta dentro de su cabeza hueca una película que nadie más en la sala ha visto ni nunca verá.
Cuando ande sin rumbo por la calle y le espante algún fantasma de una de sus vidas pasadas, siempre puede volverse invisible. Es una técnica que irá perfeccionando cada vez que viva y muera. Cuando prevea alguno de esos reencuentros tan indeseables, nada más tiene que imaginar que se transforma en una partícula de polvo de esas que usa la gente de excusa para poder llorar en público. Este sería el único método que conocería para volverse invisible, porque como evitará reencontrarse con los fantasmas de sus vidas pasadas, nunca se va a enterar de los métodos que ellos han ingeniado para también hacerse invisibles.
Cuando la corporación en el cielo vea que la gente le empiece a cuartear los cristales de sus oficinas con piedras y aguacates, van a tener que comprar todas las revueltas del mundo. Entonces así la gente va a poder desahogarse recolectando calcomanías con insignias de revueltas que ya han hecho antes, y todos tendrán la oportunidad de revoltearse sin correr el riesgo de lastimarse con cristales rotos.
Después de remar varias noches sobre el ala rota de un avión, un náufrago llegó a la orilla del pueblo donde creció. Al ver su estado de descuido, los extranjeros que se bañaban en la playa salieron corriendo. El náufrago se apresuró a visitar todos los lugares del pueblo a los que iba cuando anhelaba montarse en un avión. Cuando vio que ya ninguno de esos lugares existía, subió al ala rota de su avión y remó de vuelta a la isla desierta donde murió.
ESCRITO POR ERIK ALFREDO MARTÍNEZ EN LA CIUDAD DE SANTO DOMINGO
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