Tantas claridades para prender una luz

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Eduardo Rosenzvaig / Tantas claridades para prender una luz

ces el hijo de mi vecina lo reconoce e interviene en el forcejeo y lo rescata, pero se fue del país, era judío y, unos años después, cuando fallece su madre, regresa a la casa donde vivía una hermana; se casa con una japonesa y estaba trabajando con un taller de herrería, pero hoy no vive ahí, vendió y no lo vimos más, no claro, en la maldita época un amigo que estudiaba en la facultad de Ciencias Económicas viviendo a la vuelta de casa no pudo escapar, él no, y fue atrapado de sorpresa y lo metieron a empujones y a golpes en un Falcon con otros tipos, pero gritando él a una vecina “¡Decile a mamá que me llevan!”, pero jamás me animé a preguntar a las hermanas qué pasó, sé que hasta hoy llevan el dolor por el único hermano varón, a punto de recibirse, y para su padre soportar esta desaparición buscándolo en las cloacas, como si el país fueran todas cloacas, quebrantó su salud, no resistió los gérmenes y falleció, entonces esa mujer que perdió un hijo y su esposo en tan breve eternidad, asimiló sufrimientos como para quedar ciega, pero con fortaleza y dos hijas, luchando por seguir adelante hasta que con el tiempo recuperó un ojo, aunque no deja de llorar la memoria del hijo y el esposo con el ojo que no ve pero le sirve para llorar.

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