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Llevábamos desde el primer día de clase preparando el que sería el viaje de nuestras vidas. En un principio 27 y, finalmente, 23 alumnos fuimos quienes decidimos disfrutar esta experiencia. El itinerario, Brisas del Mediterráneo. El buque, Sovereign. La semana, del 30 de marzo al 6 de abril en Semana Santa. ¿Y los acompañantes? Una lista en blanco de profesores que querían viajar con nosotros, hizo que, pasáramos al plan B que era la opción favorita de todos nosotros, Óscar y Emi con sus parejas, Mar y Fran. Sabíamos que viajábamos con los mejores y ahora tras el viaje, estamos más que seguros de ello. La noche del 29 al 30 fue la de despedidas de amigos, familiares y el encuentro con nervios y poco sueño. Nos llevábamos los consejos de quien ya había disfrutado del viaje: disfrutar al máximo cada minuto. A partir de las 7 de la mañana viajamos hacia Barcelona, donde el grito de todos nosotros hablaba por sí solo: lo que veíamos era el Sovereign, la que iba a ser nuestra casa flotante. Desde el momento en que entramos (con el pie derecho, claro) recorrimos el barco tropecientas mil veces. Disfrutamos la primera fiesta en cubierta con animadores, nuevos bailes, los primeros cócteles y baños en el jacuzzi. Al zarpar, empezaron los mareos, pero todos sacamos fuerzas para afrontar la primera cena de lujo (con los siempre atentos camareros) y la primera fiesta en la discoteca. Al día siguiente tocaba navegar y decidimos disfrutar al máximo del barco. El plan estaba claro: piscina, gym, jacuzzi y sol. Inesperadamente apareció una pequeña lluvia de champán, pues Jonathan se convirtió en Mister Crucero, por encima de unos widos italianos que bien podrían estar en Jersey Shore. Por la tarde, descansamos un poquito pare empezar a prepararnos pronto: tocaba noche de gala. Cuando se acercaba la hora todo eran nervios y estrés, sobre todo en las chicas. Algún retraso, pero todos guapísimos y listos para soportar miles de flashes (incluidas fotos con el capitán -en las que siempre salía igual-). La noche se alargó y así, al poner el despertador, el "Queda 1 hora y 30 minutos" nos asustó. Túnez amanecía con nosotros. Nos pusimos las gafas de sol para tapar alguna que otra ojera mientras caminábamos zombies. Allí todos éramos Pantojas y Misses España. Se trataba de regatear. Y de vuelta al barco, nos esperaba un viaje en camello para quien quisiese, y muchos ¿cómo no?, apartamos los miedos y montamos. Ya embarcados dormimos una larga siesta por eso de reponer fuerzas. Nos enfundamos los disfraces y como cada noche, tocaba cena y discoteca y ¡qué discoteca! Hasta tuvimos la visita inesperada de los profesores, y ya fue aparecer los animadores y que no parase el buen rollo y la buena fiesta. Nos tuvimos que retirar pronto (relativamente pronto), pues la excursión del día siguiente era de 10 horas: Roma. En este caso, Roma nos recibió cubierta de lluvia. Llovía a cántaros pero sólo hacía falta un paraguas o un chubasquero para comenzar a patear la ciudad que nos sorprendía a cada esquina. Habiendo visto La Fontana, y lanzado nuestros


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