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OPINIÓN_

EL TIEMPO J u eve s 17 de abril de 2 0 14

SU COMENTARIO NOS INTERESA: opinión@eltiempo.com.ve

< EN CONCRETO >

< A PUNTO >

Reflexiones de Semana Santa VIRGILIO HEREDIA DESDE BARCELONA

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a Semana Santa es la conmemoración anual cristiana de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús de Nazaret. Son días de intensa actividad que los cristianos del mundo utilizan para la meditación, reflexionar sobre la vida, la familia, la fe y para rememorar la vida de Jesús. Podríamos decir que es una tradición hermosa, un tiempo de gracia y salvación, en el que nos congregamos en los templos religiosos para desear salud, vida y amor. La procesión del Nazareno de San Pablo el miércoles santo, es una de las tradiciones más respetadas, más veneradas y en la que la fe se pone de manifiesto. Niños, jóvenes, adultos y ancianos se visten con el atuendo morado para gratificar agradecimiento por un favor recibido. Algunos otros hablan de un milagro en sus vidas y muchísimos oran por su salud y bienestar personal y familiar. El día miércoles santo, la procesión del Nazareno es la más concurrida. En la población de El Pilar se conserva esa bella tradición. Personas de todas las edades toman su vela y le alumbran el camino al Nazareno y sus devotos lo rodean y le dan muestras de respeto y admiración. Detrás de él va la Virgen María y San Juan, y son cargados por personas adiestradas y con una larga experiencia en la tarea. Ir a una procesión del Nazareno es sentirse tranquilo con la propia conciencia, disfrutar de una paz interna y pensar que hay vida larga y en dicha y felicidad. Es totalmente cierto, hay una profunda fe en el Nazareno y eso es importante en nuestros deseos de vivir en una sociedad en paz, en progreso y bienestar. No tenemos la menor duda que en estos momentos de terrible crisis social, donde la paz hogareña ha sido alterada, esta Semana Mayor servirá para la oración, para pedirle a Dios que ilumine el camino a tantos seres insensibles que a diario juegan con la vida humana y que con sus actos irrespetan los principios cristianos del derecho a vivir. Por ello, queremos aprovechar esta fecha cristiana para hacer algunas reflexiones en voz alta sobre la situación actual. Creo honestamente que esta violencia que hoy vivimos debe cesar. Hemos pagado caro la intolerancia de algunos, nadie está autorizado, menos por buscar protagonismos personales, provocar muertes de jóvenes inocentes. También una buena reflexión de Semana Santa implicaría analizar si ante una circunstancia de un país dividido, con enfrentamientos en las calles, donde nadie se oye, el diálogo entre las partes sería el mejor camino a seguir y así debería ser. Este país hermoso, con marcado apego a la Iglesia católica, con profunda fe en su gente, a pesar de estar conducido por gente de poca fe, nunca podrá regresar a la vieja historia “un país de los vivos y un país de los muertos”. Igual es bueno recordar que un pueblo no irá por el camino recto si nadie lo toma entre manos. ¿Acaso vamos a renunciar a la vida civilizada? Ante ello y para comprender lo que pasa en nuestro país, reiteramos la necesidad de hacer “una reflexión serena de Semana Santa”.

Nostalgias de la Semana Mayor

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odo pasa y todo queda dice el poema de Antonio Machado. Nada más cierto que ese descubrimiento del pensamiento literario de uno de los más grandes de la España de nuestros antepasados. Esta reflexión nos lleva a concluir que toda expresión humana, ya sea una idea o una materialización de ella en un sistema, en una ideología o en una estructura física, tiene su tiempo y tiene su espacio. Ahora que estamos en plena Semana Santa, la que alude a los hechos victoriosos y dolorosos de la pasión y muerte del santo de los santos, rey de reyes, hijo de Dios, nos invade una inevitable necesidad de comparar lo de ahora con lo de antes y preocuparnos por dibujar aunque sea mentalmente los que nos depara el futuro. Las de antes eran unas semanas por supuesto más santas que las de ahora. Las creencias, alimentadas por la necesidad de control religioso, social, moral y hasta hu-

PANCHO AGUILARTE DESDE BARCELONA

mano, nos llevaban a considerarlas como una oportunidad mágica para la reflexión, para la evocación de los sucesos que dividieron a la humanidad en dos momentos para siempre, antes y después de Jesucristo. Como quiera que se vea en retrospectiva, era la oportunidad única para el recogimiento familiar y contener las manifestaciones pecaminosas, que no lo eran tal, pero que tradicionalmente se nos exponía de esa manera y que fueron alimentadas siglos tras siglos hasta que apareció el siglo XX con su promoción de la soledad del hombre, la autodeterminación y las convulsiones revolucionarias trastocadas en el odio del ser humano contra sus prójimos Que todo tiempo pasado fue mejor, creo que muy pocos lo pondrían en duda. Claro que para quienes lo banalizan con una visión económica

pudiera ser que no lo sientan así, sobre todo si están disfrutando actualmente de una bonanza económica. Pero si lo valoráramos desde la óptica del respeto mutuo, la ingenuidad convertida en sueños, mitos y leyendas y de la tranquilidad espiritual de los recintos religiosos, no hay una manera mejor de saber que en efecto todo tiempo pasado fue mejor. Fue mejor asistir a las misas de aguinaldo en las frías madrugadas sin el peligro de ser víctima de un robo, secuestro o asesinato. Fue mejor asistir a las procesiones religiosas, máxime aun si estabas acompañado de la persona que amas. Fue mejor alimentar el pensamiento con los cuentos de los abuelos sobre los castigos a los que te exponías si violabas algunas consideraciones conductuales que debía observarse durante los días santos.

La Semana Mayor y sus recuerdos son mejores que los templos vacíos que vemos ahora ante una juventud que se apartó de Dios y de las costumbres ligadas a la fe religiosa. Fueron mejores esas ingenuidades de antes comparadas con la realidad que nos agobia y nos enferma, impregnada de la falta de fe, el rechazo a la religión y el reto a Dios, en todas sus formas. Cierto, todo pasa y todo queda, nada es eterno. La historia está llena de hombres que se creyeron inmortales, de sistemas e ideologías que se pensaban permanentes y hoy sólo son lejanos recuerdos de situaciones superadas por el espíritu del tiempo y de un futuro que cada vez es más presente. Aquellas semanas santas pasaron, pero quedaron guardadas en un pequeño espacio de la mente que solo necesita de su evocación para sentir y gritar como el título del libro póstumo del poeta chileno Pablo Neruda: “Confieso que he vivido.

< VENTANA SIN CORTINA >

Dolores de novedad

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n un par de días se cumplirán 204 años de aquel 19 de abril de 1810, con el cual comenzó, prácticamente, la etapa de la lucha por la Independencia en Venezuela. Ese jueves de Semana Santa fue más político que religioso, aunque el elemento eclesiástico tuvo gran impacto en lo político. Ese día, el Cabildo de Caracas, con apoyo de importantes sectores del pueblo, fuerzas armadas, intelectuales y el clero, revocó al Gobernador y Capitán General Vicente Emparan y demás representantes de la Corona Española. Emparan era un gobernante legal, fue nombrado por la Corona, en quien residía para ese entonces la soberanía, pero era ilegítimo, porque no contaba con el consenso de la mayoría del pueblo. Como todo gobernante cuando ve el sol en su espalda, el Capitán General quiso ganar tiempo aquel día: sus-

FRANCISCO JOSÉ ABAD DESDE BARCELONA

pendió la sesión del Cabildo y se dirigió a la Catedral. Sin embargo, Francisco Salias le impidió el acceso y lo tomó del brazo, increpándolo a volver al Cabildo, gesto que fue apoyado y vitoreado por la multitud reunida en las inmediaciones de la Plaza Mayor (hoy Plaza Bolívar). A Emparan no le quedó de otra que volver a la sesión del Cabildo acompañado del resto de los funcionarios del Rey y su guardia. Los factores de poder presionaron al Gobernador y fue cuando éste pronunció su breve, célebre y muy recordado discurso desde el balcón del edificio del Cabildo ante el pueblo congregado en la plaza a quienes preguntó si querían que él continuase en el mando, y fue en este momento, cuando el canónigo José Cortés Madariaga hizo señas a la gente

para que respondieran que no, ante la contundente negativa, Emparan sentenció: “Pues yo tampoco quiero mando”. Así jurídicamente terminaba el despótico régimen español en Venezuela. Ese día se redactó un acta en la que se establecía un nuevo gobierno en Venezuela. El documento señalaba la destitución del gobernador y capitán general, el intendente del ejército y real hacienda, el sub inspector de artillería, el auditor de guerra, el asesor general y la real audiencia y a la vez se suprimían tales instituciones coloniales; con lo cual el Cabildo de Caracas tomó el poder con sus dos alcaldes, José de Llamozas y Martín Tovar y Ponte a la vanguardia. Esta acta fue firmada por todos los asistentes a la sesión extraordinaria del Cabildo, incluyendo al mismo Emparan y

demás funcionarios depuestos. Fue leída ese día en diferentes sitios de la ciudad. Los funcionarios españoles revocados fueron conducidos a La Guaira y confinados hasta su expulsión. Según el testimonio de uno de estos funcionarios, el intendente Basadre, durante su reclusión pudo apreciar cómo los venezolanos dispuestos a ser libres e independientes del yugo español componían cantos exaltando la independencia de la patria. Aunque el 5 de julio de 1811 es la fecha objetiva de la Declaración de Independencia, también es cierto que en este santo día la patria tuvo “dolores de novedad” porque pronto iba a parir la libertad. Como corolario podemos decir, que en cualquier tiempo, cualquier gobierno por más legal que pretenda ser también puede convertirse en ilegítimo si pierde el respaldo de la mayoría del pueblo.

Coordinación y edición de jueves y viernes santos: Jhonny Mendes y Edder Díaz Editores Orientales, C.A., No se solidariza ni comparte las ideas, juicios y opiniones emitidas por los colaboradores de esta página a través de sus escritos. Es exclusiva responsabilidad de quienes los firman.


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