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Maracay, Sábado 19 de noviembre de 2011

Tres notas sobre

Isaac Chocrón MANUEL CABESA

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E

n una pequeña calle de La Florida, en Caracas, hacia 1959 funcionaba el Teatro Venezolano Francés, que por aquel entonces dirigía Romeo Costea. En esa sala se estrena la primera obra de un joven que con el tiempo llegaría a ser una de los dramaturgos más importantes del teatro venezolano: Isaac Chocrón, nacido en Maracay en 1930 y descendiente de una familia sefardí quienes tenían un negocio en la cuadra que hoy ocupa la plaza Bicentenaria en la época de Gómez. La pieza en cuestión se llama Mónica y el florentino el primer parlamento lo pronuncia la sirvienta de la casa de las hermanas Laudini cuando recibe a Adán Martes quien llega por primera vez al lugar: "Aquí comienza todo", dice. Y me parece que la frase es premonitoria, porque sí allí comenzó todo, no sólo el espectáculo que los espectadores caraqueños de 1959 fueron a ver, sino una también una carrera fructífera en el desarrollo de una obra que incluye más de 20 piezas teatrales, ocho novelas y varios libros de ensayo. Luego de este primer estreno, Chocrón se consolida como dramaturgo en la escena nacional con “El quinto infierno” en 1961 y después con “Animales feroces” de 1963. En esta última Sol uno de los personajes principales y madre de Ismael, el protagonista, dice “Esto no es un país, es un clima” con lo cual define a Venezuela como algo inestable, cambiante como el clima mismo. Y es que una de las características del teatro de Chocrón es que sin ser de corte político o de denuncia como sería el de César Rengifo, siempre ha tenido una mirada crí-

tica y al mismo tiempo afectuosa sobre el país. Tal es el caso de Asia y el lejano oriente (1966) donde unos personajes de nombres disímiles deciden vender el país donde viven, un país imaginario llamado como el título de la pieza. La metáfora no puede ser más simple, en tanto que nación Venezuela siempre se ha visto amenazada por compromisos económicos externos lo cual en distintos periodos de nuestra vida democrática la ha llevado a adquirir crecientes deudas que laceran la economía nacional. En tono de comedia Asia y el lejano oriente era una advertencia para el futuro que fue desatendida. 2

Un momento culminante dentro de la historia del teatro venezolano fue el estre-

no de La revolución en 1971 dirigida por Román Chalbaud y con Rafael Briceño como Gaby y José Ignacio Cabrujas como Eloy únicos personajes de la pieza, es decir la crema y nata del mejor teatro venezolano. ¿Pero qué era La revolución? Cito el cometario de A. Mayo publicado en el suplemento Séptimo Día de El Nacional en 1973, que me parece que resume mejor de lo que yo puedo hacerlo el contenido y la intención de esta obra: La trama de 'La revolución' es aparentemente grotesca y simple: un mesonero desteñido y adulante llamado Eloy presenta al público para su diversión un viejo y gordo transformista retirado, 'la sin par, la inigualable, Miss Susy'. Los dos homosexuales marchitos con sus amaneramientos y replicas punzantes recrean el mun-

do sórdido del vodevil y de ese mundo de marginados al cual ellos han pertenecido. Son dos personajes repudiados aunque patéticamente humorísticos. A medida que discuten sobre la suma recaudada de los espectadores, aparece una de los temas que es fundamentales en todo lo que escribe Chocrón: la compra-venta. Aquí es quizás peor porque más que comprar o vender, lo que se está efectuando es el alquiler de un ser para que el público se ría de él. 3

Otro tema, aparte de la compra venta referido A. Mayo, que se reitera en la obra de Chocrón es la falta de afecto y la toma de una autoconciencia para definirla de alguna manera. Varios de sus personajes novelísticos son seres abrumados por la soledad:

Miky en “Pájaro de mar por tierra”, Daniel en “Rómpase en caso de incendio”, Mercedes Alcántara en “50 vacas gordas” y otros más son seres abrumados por un vacío interior que no compensa las veleidades del mundo externo. Mercedes quizás para combatir su monótona existencia se embarca en una improvisada investigación policial, al estilo de La reportera del crimen, que termina delusoria y acaba por enfrentarla a sí misma conociendo una faceta inédita de su espíritu. Hasta aquí estas notas, pues los editores me pidieron brevedad, lo cual resulta imposible ante la magnitud de una obra como la de Isaac Chocrón, rica en matices y sugerencias. (Tomado de la revista IUTAR HOY. Nro. 14; Maracay noviembre de 2008)


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