OCTUBRE 21 DE 2012

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Página A-7 Política

Domingo 21 de Octubre de 2012 ace días, durante la Misa, pedí a la comunidad una oración por un sacerdote a quien no le acababa de cerrar la herida de una operación. Al final de la Eucaristía varias personas se me acercaron, cada una de ellas preocupada por la salud del padre y dándome un remedio diferente: “Dígale al padre que se lo ponga. A mí me hizo mucho bien”. Esta reacción, que mucho se agradece, surge espontáneamente de la bondad del corazón de las personas. No podemos guardar de manera egoísta aquello que ha sido para nosotros fuente de vida. Claramente vemos que el bien ha de beneficiar a todos. Nosotros creemos con fe firme que el Señor Jesús es nuestro Salvador, que en Él encuentra cumplimiento todo afán y todo anhelo del corazón humano. Hoy, que celebramos en la Iglesia el Domingo Mundial de las Misiones, intentemos recordar si en esta semana se lo hemos recomendado a alguna persona de las que tratamos. Preguntémonos si la siguiente expresión del documento de Aparecida describe verdaderamente lo que hay en nuestro corazón: “Conocer a Jesucristo por la fe es nuestro gozo; seguirlo es una gracia, y transmitir este tesoro es un encargo que el Señor al llamarnos y elegirnos, nos ha confiado”. Veamos lo que el Señor Jesús nos dice en esta página del Evangelio de San Mateo: En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea y subieron al monte en el que Jesús los había citado. Al ver a Jesús, se postraron, aunque algunos titubeaban. Entonces, Jesús se acercó a ellos y les dijo: “Me ha sido dado

H

+ Leopoldo González González

Diócesis de

Tapachula

ìMe ha sido dado todo poder en el Cielo y en La Tierra. Vayan, pues, y enseÒen a todas las nacionesî Domingo Mundial de las Misiones 21 de octubre de 2012

todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, pues, y enseñen a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándolas a cumplir todo cuanto yo les he mandado; y sepan que yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo” (San Mateo 28,16-20). “Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra”. El compartir con los demás el gran bien que ha sido para nosotros encontrarnos con el Señor Jesús y dejarle iluminar nuestra vida, no es sólo expresión de la bondad del corazón, sino cumplir un mandato que el Señor Jesús ha hecho a toda persona que cree en Él. La voluntad de Dios es que todo hombre y toda mujer se salven, sean liberados del mal y de la muerte, y como hijos e hijas suyos participen de su vida ya desde ahora, y tengan la plenitud de felicidad en el cielo. Tan decidida y firme es la voluntad de Dios en relación a nuestra salvación, que nos envió a su Hijo Único, que se hizo hombre por nosotros,

en la cruz cargó nuestros pecados, resucitó para nunca más volver a morir, y vive cada día nuestro lado. Y precisamente para llevar adelante esa voluntad de Dios que quiere que toda persona humana se salve, a quienes creemos en Él, Jesús nos ha confiado la misma misión que Él recibió de Dios Padre. A todos hemos de hacer llegar la Buena Nueva del Evangelio: “Vayan, pues, y enseñen a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándolas a cumplir todo cuanto yo les he mandado”. El Señor nos manda llevar la Buena Nueva a todas las naciones, ir hasta los últimos rincones de la tierra. Siendo la tierra redonda su último rincón puede encontrarse ahí junto a nosotros, donde quiera que esté una persona que no ha tenido la posibilidad de encontrarse con el Señor Jesús para dar sentido a su vida. De una manera muy especial, con mucho afecto y atención quiero pedir a

las mamás y a los papás no olvidar que ellos son los primeros evangelizadores de sus hijos. De ellos han de oír hablar de Jesús, por ellos han de llegar a admirarlo, amarlo y confiar en Él: con ellos han de aprender a orar, con las palabras sencillas del niño y a partir de los asuntos que cada día se viven en el hogar. Su palabra será muy bien acogida en el corazón de sus hijos pequeños y quedará ahí sembrada toda la vida. Fuera del hogar la manera ordinaria de cumplir la Misión que el Señor Jesús nos encomienda consiste en el esfuerzo por ser buena noticia de Dios para cada persona que nos trate, y compartir explícitamente nuestra fe en los puntos de vista que expresamos, en las decisiones que tomamos, en los consejos que nos piden. Este espíritu misionero ha de impregnar los proyectos, los programas, cada una de las labores pastorales que se realizan en la comunidad eclesial. Hemos de ir a nuestros hermanos que ya no se acercan o que nunca han oído hablar de Jesús. Nuestra oración de cada día ha de poner en manos del Señor a todos aquellos evangelizadores que con solo su presencia hacen sentir la cercanía de Jesús en aquellos lugares de nuestra patria y fuera de ella, envueltos por la violencia. El Santo Padre el Papa Benedicto XVI pone en nuestros labios esta oración del Beato Cardenal Newman; “Acompaña, Oh Señor, a tus misioneros en las tierras por evangelizar; pon las palabras justas en sus labios, haz fructífero su trabajo”. Que la virgen María, madre de la Iglesia y Estrella de la Evangelización, acompañe a todos los misioneros del Evangelio.


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