Carta al destino

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Carta al destino

Por si no fuese evidente, que conste –de Oriente a Occidente– que hay cosas que entre tú y yo no se han dicho. Admite, quedan cuentas por saldar. Sin hoja de ruta displicente trazaste el desenlace de mi vida. Y para colofón lo hiciste sin mi indispensable autorización. Pues si… ya vez… hay quejas. Sin embargo, los resultados inesperados han matizado mi existencia. Entendí que sin aguacero y sin sol, no brota arco iris. Que música son sonidos y silencios.

Destino oráculo tú viste la anatomía de mi ser y lo que podía ser si solo quería ser. A través del tiempo me has cedido notable profusa fortuna pero fue más cuantioso lo quitado que lo otorgado. Curiosamente, la balanza de la vida, indica que donde más me has extraído, más he conservado. Cual delicada mariposa que, falaz en su endeble y frágil apariencia, pesa más que tosco rinoceronte. Sobrevivir el hado de tus fortuitos designios provee poder sin horizonte.

Siempre te estaré agradecido por las cosas que creyéndolas mías, al negármelas de manera rotunda, me enseñaste que nadie puede ser dueño de ajenos y a valorar el tesoro oculto que yace dentro de cada una de ellas. El tomar pertenencia coarta su independencia y destruye su innata libertad.

Desde muy joven me negaste el arte de hablar con propiedad y soltura. Trabaste mi lengua insegura con travesura. Empero, ausente el don de poseer muchas palabras y el poder para combinarlas en singular verso, si fuiste permisivo al dotarme lenguaje del corazón capaz de trasmitir emociones con sustantiva y diáfana amplitud colmados de la necesaria emotiva sinceridad. Sin ser fecundo mi restringido glosario cala y desnuda profundo.

Me hiciste sentir abandonado, olvidado, transparente y hasta sorete he dado repugnancia, confirmando que las personas son crueles cuando son ciegas a lo que llevas adentro. Si solo se hubieran brindado un espacio en el tiempo, para condolerse y sentir empatía, hubiesen comprendido lo que me hiciste entender, que el miserable también alberga alma y que si no conectas espiritualmente desaprovechas la oportunidad de aprender una cardinal lección, porque quien sufre es graduado de la escuela de la vida.

Insensible destino, me develaste amor a corta edad solo para usurparme lo sublime de las primeras veces. Al arrancarme tú esa venda de la ingenuidad me forzaste a entender que nada es permanente y que uno debe amar con entrega cada segundo de la vida. Lo único inmanente es la entrega. Con ese acto despiadado te llevaste el sueño más preciado, pero, nutriste mi ser con los pertrechos necesarios para gozar la plenitud del entorno pues incierta es la distancia en el camino a la nada. Ohh!! Destino ladino!! Me jugaste con tino al colmarme de vino. La vida es demasiado corta para malgastarla abdicando raciocinio engrillado a la dependencia. No obstante, brindar alegría día a día te hace libre.

Tanta zancadilla introdujiste a mí andar que predeciblemente caía abatido. Yo que me quejaba de tu juego brusco y de mis destemplados traumas por fin comprendí que las caídas son esencia de vida. El hecho de levantarnos significa que estamos viviendo, que los tropiezos son la oportunidad para un nuevo comienzo ya que vida que no recomienza se detiene e inánime perece estancada y pútrida.

Destino mezquino a menudo me dejaste náufrago en yermas islas desoladas. Aprendí que la felicidad la construye cada uno con lo que tiene al alcance. La desolación no es más que un estado mental. Uno zozobra hasta que decide dejar de hacerlo. Auto-conmiserarse aumenta al innecesario drama.

Por último destino, dejemos las cuentas saldadas. No me debes nada; seguí con tu osado maltrato que la báscula de lo justo y lo injusto seguirá obstinada inclinándose de manera sesgada para fortalecerme y un día dotarme de sabio zeteticismo y, cual coleóptero que ágil pasa, se posará… con peso haciéndome comprender que tú harás lo que tienes que hacer, y yo… en lugar de esperar me proporciones el momento perfecto, intentaré hacer del momento algo perfecto.

El ChojchisE

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