Flash Internacional (23 - 30 junio)

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6B EL NUEVO SIGLO l DOMINGO 23 DE juniO de 2013 l www.elnuevosiglo.com.co

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uando meses atrás, el gigante sudamericano se hizo a la realización de grandes eventos, convirtiéndose éstos en una oportunidad de oro para la consolidación política y el desarrollo económico y social del país, era impensable que se ocurriera una explosión de indignación como la que desde hace días sacude a Brasil, dejando atónito al mundo entero. Líder de los emergentes, con una mandataria cuya popularidad la catapultó a una posible reelección y una economía que sorteó con éxito (como casi toda la región) la embestida de la crisis financiera europea y norteamericana, Brasil tenía –o tiene- todo por ganar en los diversos “torneos” de los que será sede: desde la actual Copa Confederaciones, pasando por la visita papal para presidir las Jornadas Mundiales de la Juventud, la Copa Mundo 2014, la cita orbital del deporte rey y las Olimpiadas de 2016. Sin embargo, inesperadamente, vive una explosión de ira de multitudes en sus calles, que con un marcado sentido antipartidista exige una eficaz guerra a la corrupción y certeras políticas para mejorar la calidad de vida, que va desde un transporte digno y barato hasta educación, salud y empleo. La chispa que encendió la mecha de la indignación fue el alza en el transporte público, que es caro como en el primer mundo pero deficiente como en el tercero, para aprovechar el crecimiento turístico que generaba la realización de la Copa Confederaciones de fútbol. Y, lo que comenzó hace 14 días como un movimiento pacífico en el gigante sudamericano, fue creciendo y expandiéndose gracias a las con-

vocatorias de jóvenes en las redes sociales donde se estigmatizó a los políticos por ineficiencia y corrupción, al punto que en la noche del jueves se registraron mareas humanas en casi todas las ciudades brasileñas y en algunas de ellas se degeneró en violencia que dejó un saldo de dos muertos y centenares de heridos. La indignación social cuestiona la imagen de un país que reducía la pobreza, crecía y había ganado una destacada proyección internacional, fruto de una euforia alimentada por los éxitos que Brasil cosechó tras el ascenso al poder del popular obrero metalúrgico, Luiz Inacio Lula da Silva en 2003 y que fue la rampa de lanzamiento y triunfo para la actual mandataria, Dilma Rousseff, quien ahora ve embolatada la posibilidad de un nuevo mandato. En todo Brasil, más de un millón de manifestantes tomaron las calles la noche del jueves en una vorágine de protestas, iniciadas hace 13 días contra el alza de los precios del transporte y que escalaron hasta un descontento general con los políticos y los multimillonarios gastos públicos para la Copa Confederaciones que comenzó hace una semana y el Mundial de 2014, que los manifestantes afirman debían ir a educación y salud. Y estas gigantescas protestas han dejado perplejos a los políticos, a quienes los manifestantes han dicho que no los representan y les han recriminado los escándalos de corrupción y sin aliento a la presidenta Rousseff que con su gabinete de crisis intentó entender los motivos de la ira social, escuchar a su pueblo y tomar medidas para salir de este inesperado atolladero que no sólo afecta la imagen del país sino su aspiración reeleccionista.

“El pueblo despertó”, “Menos estadios y más dinero para salud y educación”, “Billete gratis para el bus”, exigían manifestantes en todo el país. “Hay tanta cosa que está mal que no cabe en un cartel”, decía la pancarta de una joven en Brasilia. En los últimos diez años, la renta y el salario mínimo de los brasileños subió como nunca, el desempleo cayó a niveles históricos, las políticas sociales llevaron a 40 millones a engrosar las clases medias que hoy superan la mitad de los 194 millones de habitantes y, empujado por el crédito, el consumo avanzó explosivamente. En ese período, las inversiones internacionales afluyeron al país como nunca, y éste se convertía en una de las grandes economías emergentes, los Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), que consiguieron abrir el G8 a un G20 de grandes potencias. Lula dejó el poder con 80% de popularidad y eligió a su sucesora, Dilma Rousseff, una dama de hierro sin el carisma de su predecesor, pero con popularidad récord, que solo comenzó a caer el último mes tras dos años de inflación elevada y crecimiento debilitado, a pesar de que mantuvo una mano dura con la corrupción. Los brasileños se han rebelado contra “una creciente situación de penuria en la vida urbana, con un transporte colectivo precario, la salud desastrosa, la violencia enorme, el tránsito insoportable, que durante años había sido compensada por la mejora de los salarios y los empleos”, dijo un sociólogo de la Universidad de Campinas Ricardo Antunes. Dos años de crecimiento bajo y alta inflación hicieron aflorar “esa

EL MUNDO ATÓNITO ANTE INESP

Ira socia reelección d

l Creciente movimiento ciudadano y preocupant dar un golpe

realidad profundamente crítica de la vida cotidiana de los asalariados” brasileños, añade. “Económicamente mejoró. Podemos comprar un coche a crédito, pero los hospitales y las escuelas públicas son muy precarios; un país rico no es donde todos tienen un coche, sino donde el rico va en autobús”, declaró una joven manifestante en Brasilia que no quiso identificarse. “No fue todo una ilusión: no podemos negar que el país avanzó y mejoró en muchos aspectos: la renta, los indicadores sociales, e incluso con todas las críticas a los políticos, la democracia se consolidó. La cuestión es que quedaron muchos problemas por resolver, que afloran ahora de una manera sorprendente, coincidiendo con un deterioro de la economía”, explicaba Ricardo Ribeiro, analista político de MCM Consultores. En el país del fútbol, la virulencia de las protestas contra el Mundial también ha sorprendido: “Cuando Lula candidatizó al país

para los grandes eventos deportivos mundiales -que los manifestantes critican como el gran ejemplo de derroche público- Brasil estaba en una euforia sobre su futuro y se creía que impulsaría inversiones en infraestructura, negocios y turismo. Tenía todo sentido. Pero muchas obras quedaron en el papel, especialmente las de movilidad urbana para mejorar la vida en las ciudades y lo que se construyó fueron carísimos estadios”, dice Ribeiro. La peor parte del descontento se la llevan los políticos de todos los partidos y administraciones a los que reclaman soluciones prácticas a los problemas del día a día. “Basta de corrupción” y “El pueblo unido avanza sin partido”, gritaban los manifestantes el jueves en la Avenida Paulista de Sao Paulo. Años de escándalos de corrupción que afectaron a casi todo el espectro políticos y partidos, incluido el gobernante Partido de los Trabajadores (PT), se mezclaron con la falta de servicios y crearon “un abismo entre la sociedad civil y la política”,


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