Edición Dominical (3-10 junio)

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www.elnuevosiglo.com.co l DOMINgO 3 de junio de 2012 l EL NUEVO SIGLO

su personalidad “(Declaración Universal de los Derechos Humanos). Dentro de este análisis del ethos de la política actual, nos toca considerar cómo es afectado por la situación de la familia en la sociedad y cómo se puede formar el ser de las personas desde la familia siempre que restauremos su verdadero dinamismo en la comunidad. La inestabilidad del Estado y la debilidad de sus instituciones reflejan de modo patente la inestabilidad de la familia. Según estadísticas actuales, más del 50% de las familias colombianas están desintegradas a causa del divorcio, de la separación o del abandono de uno de los cónyuges. El Estado mismo, parece paradójico, se ha dedicado a destruir la familia. Se facilita su disolución (separación, divorcio exprès, matrimonio homosexual con adopción) se debilita la autoridad de los padres, no se permite el oportuno cuidado de los hijos debido a los horarios laborales, se fomenta la legalización de formas de familia que no responde a su naturaleza fundamental, la educación no se ocupa de formar para la vida familiar. El hecho mismo de que se busque legalizar uniones que no tienen naturalmente nada que ver con la familia, ni la han tenido históricamente, indica que ella es un ideal válido, desconociendo que “la familia [está] basada en el matrimonio de un hombre y una mujer es reconocida universalmente como un elemento natural y fundamental” (14) es decir, el referente indispensable de la sociedad. Destruyendo la Familia como institución, se provoca una ruptura con la propia cultura. Con ello, la nación queda despojada de su identidad, y queda obligada a imitar o adoptar la cultura de otras sociedades. Y cuando eso se hace (por el tipo de modelos anti-familia que penetran la cultura del país) se pierde la identidad, se pierde la razón de ser de la familia y a la larga se pierde la libertad porque son esos modelos foráneos los que deciden el tipo de familia, porque otros países y otras culturas invaden la existencia de la familia. Eso no es otra cosa que un colonialismo destructor. Las ideas de familia y matrimonio que naturalmente se evidencian por sí mismas están siendo erosionadas por una minoría encriptada en los medios de comunicación o

EL PROCURADOR recibió días atrás en Italia el título Magister Honoris Causa en Ciencias Políticas de la Universidad de Salerno por su lucha contra la corrupción.

En el caso de la sociedad colombiana teníamos hace unas décadas una ética de orientación católica que se ha perdido pero no ha sido remplazada por nada en los escenarios académicos controladas por cierta ideología contranatura. El matrimonio queda reducido a una relación afectiva sexual, a un simple hecho cultural. Lo que logran es que los jóvenes no se interesen en el matrimonio porque pierden libertad, según ellos, para cambiar. Y lo que se pierde es la continuidad de la familia y a la hora de la verdad el proyecto de ellos se vuelve solitario y egoísta, al margen de las necesidades de la comunidad. Si la esencia del matrimonio deja de estar vinculada a la heterosexualidad y se basa exclusivamente en los lazos sentimentales y en la voluntad de convivencia, por analogía pueden caber nuevas formas de unión como el matrimonio plural, ya que el número de personas tampoco tendría que considerarse esencial. Se pretende hoy por el pensamiento políticamente correcto convertir al matrimonio en un vínculo sentimental o sexual y no en la institución responsable de la generación de personas y de su educación. Tenemos que preguntarnos entonces ¿porqué el ethos po-

lítico de la sociedad se afecta al afectarse la estructura de la familia como pilar primordial del orden social? Para eso es necesario que consideremos que el Estado debe reconocer y no crear la familia. Es decir, debe aceptar que hay unos principios verdaderos e inmodificables, lo cual implica un rechazo del relativismo, para el cual no hay verdad ni ética. El Estado no debe promover leyes que atenten contra esos derechos inalienables, no debe promover la disolución de la familia al aceptar leyes que trivializan el vínculo matrimonial o den lugar a supuestas formas de familia, que van directamente contra los principios naturales y contra los derechos y la defensa de la dignidad antes proclamada. Ello va en contra del reconocimiento que hizo la Carta de la ONU al decir que “la familia es elemento natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a la protección de la sociedad y el estado” (18). Cabe aquí la admonición de Chesterton: “Quién ataca la familia no sabe lo que hace porque desconoce lo que deshace”. Tal vez ese es el llamado

que se escuchó en mi País al aprobar una ley marco de la familia (19) que busca “fortalecer y garantizar el desarrollo integral de la familia, como núcleo de la sociedad”. Y en ella se dice que la familia es “el núcleo fundamental de la sociedad” que “se constituye por vínculos naturales o jurídicos, por la decisión libre de un hombre y una mujer de contraer matrimonio o por la voluntad responsable de conformarla”. Sin embargo dicha ley es desconocida por las Cortes pues a través de sentencias particulares, basadas en reclamaciones de supuestos derechos individuales, cambian la legislación al aprobar decisiones que van directamente contra los principios naturales. No estamos ante la puerta del infierno leyendo la advertencia fulminante del Dante: “voi ch’entrate, lasciate cui ogni speranza” (22): “Vosotros los que entráis, dejad aquí toda esperanza” sino que, al contrario, nos inspiran otras palabras del canto poético más grande de la historia de la humanidad: “amor mi mosse, che mi fa parlare” (23), “el amor es lo que me mueve y me hace hablar”. Sí, y lo digo con la emoción que siento en este acto, y con la emoción que supone hablar de política en la Academia pensando en la sociedad. Para terminar quisiera, des-

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de esta histórica Universidad, reiterar una fervorosa invitación para que recuperemos el ethos de la verdadera política combatiendo denodadamente el sometimiento del inmanentismo, y teniendo en la política como referente indispensable la recuperación del ser integral de la persona y el respeto y protección jurídica de su ámbito esencial por excelencia, la familia. Eso es posible y es necesario, y lo lograremos. Con la solidaridad generosa de Italia y de la comunidad internacional, Colombia avanzará en el fortalecimiento de su Nación. El drama de violencia que nos ha tocado vivir no es para siempre, y si yo lo he querido recordar con unas pinceladas fuertes en este recinto universitario, ha sido fundamentalmente para agradecer el honor que se me hace, y actuar en esta solemne y memorable ocasión como vocero del pueblo colombiano, y decirles de todo corazón que somos gente de paz, honesta, laboriosa y alegre, que comparte la esperanza de ser para el mundo una sociedad más pacífica y más justa. Tenemos el convencimiento sincero y firme de que esa es nuestra vocación. Y yo, en mi condición de defensor de los intereses de la sociedad, les aseguro que no seremos inferiores a ese clamoroso llamado de la Historia”.

EL ESTADO no debe promover leyes que atenten contra esos derechos inalienables, no debe promover la disolución de la familia al aceptar leyes que trivializan el vínculo matrimonial o den lugar a supuestas formas de familia


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