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2024/2025
01. 02. 03.
Habitar Mejor. Aalto
Ojos que no ven. Le Corbusier
Forma y Percepción
La forma y el diseño. Kahn
Luz y Color
Idea, luz y gravedad. Baeza
y Técnica
La nueva arquitectura y la Bauhaus. Gropius
La Edad de la Razón
Beiträge zur Architektur. Hans
Elia Ivars Juan, de 23 años y originaria de Gandía, es estudiante de Fundamentos de la Arquitectura en la Universidad de Alicante. Desde pequeña, ha tenido una fuerte conexión con el dibujo, una pasión que antes disfrutaba libremente y que ahora ha adquirido un nuevo sentido dentro de sus estudios. Aunque el trabajo académico le ha hecho perder un poco la espontaneidad con la que solía dibujar, ella sigue encontrando en el arte una parte fundamental de su vida.
Atraída por el equilibrio entre creatividad y técnica, la arquitectura le ha permitido explorar tanto su lado artístico como su habilidad para los números. Aunque inicialmente dudó en elegir esta carrera, ahora agradece haber dado el paso. Si bien la experiencia ha sido desafiante, valora los momentos de satisfacción y aprendizaje que ha encontrado en el camino.
En sus días más duros, la música se convierte en su mayor compañera y fuente de energía, ayudándola a sobrellevar la presión de los proyectos y a mantener la motivación. Con esfuerzo y dedicación, Elia ha aprendido a navegar los retos de la carrera y a apreciar el crecimiento personal que ha experimentado.
EliaIvarsJuan


‘Para mí, la arquitectura es mucho más que un ejercicio de cálculos y estructuras; es una forma de expresión que combina técnica, creatividad y una profunda sensibilidad hacia el entorno y las personas. La arquitectura que admiro es aquella capaz de generar experiencias significativas y transformadoras, como la Casa Hábitat 67 de Safdie, la Sauna Sazae de Kengo Kuma o la Sinfonía Verde del Estudio Saxe.
La Casa Hábitat 67 de Moshe Safdie es un claro ejemplo de cómo la arquitectura puede reinventar la manera de vivir en comunidad. En lugar de simplemente apilar espacios habitables, Safdie diseñó un conjunto modular que se adapta a las necesidades individuales dentro de una estructura colectiva. Me inspira su capacidad para crear una conexión entre los espacios privados y las áreas comunes, logrando que cada unidad conserve su identidad sin perder la relación con el conjunto. Esta obra representa cómo la arquitectura puede responder a necesidades urbanas innovadoras y mejorar la calidad de vida de sus habitantes.
Por otro lado, la Sauna Sazae de Kengo Kuma me atrae por su enfoque en la armonía entre el diseño y la naturaleza. Kuma crea una estructura en espiral que permite un flujo de luz y aire natural, haciendo que el espacio se sienta orgánico y profundamente conectado con el entorno. Esta obra me inspira a pensar en cómo la arquitectura puede integrarse a la perfección en el paisaje, utilizando materiales locales y formas que dialoguen con su contexto. Para mí, este es un recordatorio de que un edificio puede ser hermoso no solo por su estética, sino por la manera en que respeta y enriquece su ambiente natural.
Finalmente, la Sinfonía Verde del Estudio Saxe es una obra que redefine el concepto de sostenibilidad, integrando la vegetación directamente en el diseño arquitectónico. Me fascina la manera en que este proyecto crea un ambiente que respira y vive junto a sus ocupantes, donde la naturaleza no es un elemento añadido, sino una parte fundamental del edificio. Me inspira su visión de un futuro en el que la arquitectura y el medio ambiente coexisten de manera simbiótica, recordándome que cada proyecto tiene la responsabilidad de ser respetuoso con el ecosistema.
Estos ejemplos reflejan mi visión de la arquitectura como un equilibrio entre lo estético, lo funcional y lo sustentable. Me gusta la idea de diseñar espacios que ofrezcan algo más allá de lo visible, que puedan mejorar la calidad de vida de las personas y que generen una conexión profunda con el entorno. Para mí, la arquitectura es la oportunidad de transformar ideas en espacios reales y habitables, que impactan positivamente en la vida cotidiana de las personas y convierten lo ordinario en algo especial.’



‘Desde mi punto de vista, la relación entre la naturaleza y la arquitectura es una búsqueda constante de equilibrio. Se trata de reconocer que, aunque tenemos la capacidad de transformar el entorno, debemos hacerlo con humildad, conscientes de que nuestra existencia está ligada a la naturaleza. Cada espacio que diseño es una oportunidad para celebrar esta conexión, para que las personas experimenten el mundo natural en toda su belleza y complejidad.’

‘Además, es crucial considerar cómo la organización urbana impacta en la calidad de vida de las personas. A menudo, las ciudades más pequeñas parecen tener más oportunidades para adaptarse y equilibrarse con la naturaleza, ya que cuentan con mayor flexibilidad para incorporar áreas verdes y espacios públicos. Sin embargo, es irónico observar que muchas de estas ciudades, a pesar de su potencial, a menudo caen en la trampa de imitar modelos de ciudades más grandes y densas. Esta tendencia a replicar estructuras y estilos de vida que pueden no ser apropiados para su contexto local, especialmente la dependencia del automóvil, puede llevar a una disminución de la calidad de vida y a una desconexión con el entorno natural.’
‘Este fenómeno resalta la importancia de priorizar la funcionalidad y el bienestar sobre la complejidad estética. A menudo, nos vemos atrapados en la búsqueda de diseños sofisticados que prometen ser más atractivos, olvidando lo que realmente importa: la esencia de los espacios que habitamos. Al igual que los animales, que construyen refugios que satisfacen sus necesidades más básicas, deberíamos cuestionar si realmente necesitamos tanta sofisticación para ser felices. En esta búsqueda, la arquitectura debe aspirar a ser un vehículo para fomentar la conexión con nuestro entorno, permitiendo a las personas experimentar el mundo natural en su belleza y complejidad.’



R e i u l f R a m s t a d A r k i t e k t e r
S n o h e t t a



El texto Habitar Mejor, escrito por Alvar Aalto, me hace reflexionar sobre la profunda conexión entre la construcción de viviendas y el entorno urbano. Me parece muy cierto que no se puede concebir una vivienda de manera aislada, ya que su integración con el entorno afecta directamente a la calidad de vida de sus habitantes. La forma en que se organiza una ciudad – desde sus vías hasta sus áreas verdes – tiene un impacto enorme en cómo vivimos y en qué tan armoniosa es nuestra relación con el entorno natural.
Algo que me resulta muy interesante, es la comparación entre ciudades densas y aquellas con menos población. Me hace pensar que, en aquellas que son más pequeñas, parece haber más margen para experimentar y encontrar un equilibrio con la naturaleza. Me llama la atención que, aunque estas ciudades tienen más libertad para adaptar su urbanismo, muchas veces intentan copiar modelos de ciudades más grandes, como en Estados Unidos, donde la dependencia del automóvil es tan grande que llega a afectar la calidad de vida. Es irónico, porque en vez de aprovechar sus ventajas para construir algo más sostenible, optan por seguir un modelo que quizás no sea el mejor para su contexto.
Otro punto relevante, es la comparación con los animales. Ellos construyen refugios que cumplen sus necesidades más básicas, sin complicaciones, mientras que nosotros tendemos a buscar diseños complejos que a veces no necesariamente nos hacen más felices. Me hace cuestionar si realmente necesitamos tanta sofisticación para ser felices. Es como si, en nuestra búsqueda por lo “mejor” o lo “más bonito,” olvidáramos lo que realmente importa: la funcionalidad y el bienestar.
En resúmen, el texto me lleva a cuestionar la idea de que la ciudad ideal necesita empezar desde cero. Quizás sea más útil encontrar formas de adaptar lo que ya tenemos y simplificar nuestras expectativas. Al final, me parece que el verdadero desafío está en lograr un balance entre nuestras conexiones humanas y el entorno natural, y para eso, tal vez no sea necesario un diseño extravagante, sino uno que priorice lo esencial. Esta idea de que “menos es más” resuena mucho conmigo, porque creo que es una forma de acercarnos a una vida más sencilla, pero más plena.
‘La arquitectura tiene el potencial no solo de responder a nuestras necesidades, sino de modelar nuestras acciones y hábitos, adaptándose al momento histórico y al contexto social en el que se inserta. Esto me lleva a considerar a la arquitectura como un arte verdaderamente útil, capaz de aportar eficiencia y eficacia, pero también de inspirar y guiar la forma en que vivimos y nos relacionamos con nuestro entorno.’
‘Al igual que una máquina, que se toma como símbolo de eficiencia, el diseño arquitectónico puede estudiar y optimizar la función para encontrar una forma adecuada a ella. Sin embargo, creo que es crucial entender que esta forma no debe limitarse a la funcionalidad básica; la arquitectura tiene la libertad de explorar diferentes formas que permitan no solo satisfacer, sino enriquecer la experiencia humana. Esta flexibilidad de la forma también señala que una misma función puede manifestarse de diferentes maneras, dando lugar a una diversidad de expresiones arquitectónicas que mantienen la funcionalidad mientras aportan originalidad y carácter propio.’

‘Esta idea también se relaciona con la adaptabilidad de la arquitectura a lo largo del tiempo. El diseño no solo debe responder a necesidades prácticas inmediatas, sino que debe tener la capacidad de evolucionar y resonar con cambios culturales y sociales, lo que le permite seguir siendo relevante y funcional. Esto hace de la arquitectura un campo de exploración constante, donde no existe una única “solución perfecta” para cada necesidad, sino una variedad de posibilidades que pueden adaptarse y reinventarse.’



Para empezar, la idea de la perfección en el diseño y cómo esta podría, en teoría, estandarizarse y replicarse, es una cuestión en la que pararse a pensar. Es interesante la analogía con los coches: todos cumplen con la misma función básica, pero se diferencian por elementos adicionales como la comodidad o la estética. En la arquitectura podría ocurrir algo similar, donde quizás haya ciertos principios que ya consideramos “perfectos” en cuanto a funcionalidad, y el verdadero desafío para los arquitectos sería encontrar formas creativas de añadir valor estético y emocional a esos diseños.
También, me llama la atención la comparación entre la evolución de los coches y la arquitectura. Mientras los coches se han ido adaptando a las nuevas demandas del usuario, siento que en la arquitectura a veces se pone más énfasis en lo que se ve por fuera, en la imagen, dejando un poco de lado la funcionalidad interna. Me pregunto, entonces, por qué no priorizamos la funcionalidad en la arquitectura para que realmente cumpla con nuestras necesidades, y luego nos enfocamos en el diseño exterior como un paso adicional.
Otra idea que me ha llamado la atención, es la de los objetos que trascienden su función práctica. Por ejemplo, una silla no solo sirve para sentarse, sino que su diseño puede hacerla atractiva a nivel estético. Lo mismo podría aplicarse a los edificios: pueden cumplir su propósito de forma eficiente, pero también aportar algo más, una experiencia que los haga únicos. Esto me lleva a pensar que, aunque compartamos necesidades básicas, la manera de satisfacerlas no tiene por qué ser la misma para todos.
Finalmente, el texto me hace reflexionar sobre la naturaleza dinámica de la perfección. Creo que la perfección no debería ser vista como un punto final, sino como un incentivo para seguir explorando y mejorando. Es la búsqueda de algo mejor lo que impulsa la innovación y nos motiva a adaptar el diseño a medida que nuestras necesidades y aspiraciones cambian. Me parece que la perfección en el diseño arquitectónico nunca será algo estático, sino un objetivo en constante transformación.







