Danser Caith - El laberinto de Hermes

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RAPHAEL

— CAPÍTULO 7 —

RAPHAEL

Algunos de los símbolos parecían apuntar hacia alguna parte del túnel. El fuego de la antorcha ya casi se había agotado. Me puse de pié nuevamente, dispuesto a tomar aquella otra del muro opuesto cuando Leslie se aferró repentinamente a mi brazo. —Creo que hay alguien allí, Danser —me susurró al oído, contemplando esa gran oscuridad frente a nuestros ojos. No se veía prácticamente nada y las antorchas sólo alcanzaban a iluminar los interminables jeroglíficos en los muros. —No me pondré a caminar por allí, Leslie. Ve a saber que clase de trampas podrían haber en el camino. Lanzas, llamaradas a altas temperaturas, pozos infinitamente profundos —suponía yo, mientras ella se aferraba a mi brazo cada vez con más fuerza. —Aquí no hay trampas, muchachos. Pueden pasar tranquilos —aseguró una voz al otro lado de la oscuridad. Una luz centellante comenzó a develar un inmenso salón rústico al final del túnel. Observé a Leslie por unos segundos y comenzamos finalmente a caminar hacia allí. —¿Quién ha dicho eso? —me susurró ella al oído. Aquella era nuestra primera compañía en el laberinto. ¿De quién podría tratarse? Parecería ser que ya no estábamos solos. Llegamos así a un antiguo salón circular iluminado por una gigantesca antorcha en su parte superior. A nuestro alrededor, siete querubines de piedra nos observaban fijamente con sus ojos tiesos. El suelo se componía de ocho círculos de dos metros de diámetro cada uno, formando así una interesante circunferencia de platos frente a nuestra próxima puerta.

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