Aladar nº 159

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Sábado, 2 de diciembre de 2017 Nº 159 @aladar_cultura

Lo siniestro se escribe Aladar acerca una muestra de lo siniestro que va desde el clasicismo de Jackson a la postmodernidad de Enríquez

‘Dirty Dancing’, un buen musical en Sevilla

Entrevista a la pianista Marta Espinós


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Literatura

Lo siniestro, ese coqueteo con la muerte y la oscuridad, fascina a franjas visibles de la juventud, e influye en movimientos musicales y en el cine. El acercamiento a tan serios asuntos se hace con frecuencia desde la ironía de los cínicos. Desde el

Irónicos siniestros Augusto F. Prieto Mariana Enríquez. LOS PELIGROS DE FUMAR EN LA CAMA

Portada de ‘Siempre hemos vivido en el castillo’: / El Correo

Portada de ‘El cuarto oscuro’.

Cuando en una colección de relatos se repiten algunos motivos, debemos entender que son símbolos, que tienen un significado especial aunque este no sea evidente, que obsesionan a la narradora. Posiblemente están anclados en su psique y por eso trabaja con ellos, sobre todo si es argentina. Los fantasmas, los muertos, los dobles, la corrupción; aparecidos y desaparecidos; personajes que son kinesiólogos de profesión, e incluso nombres propios que se repiten. La violación, la masturbación, la frigidez, y la frustración. En casi todos los cuentos vemos la presencia del Más Allá. Mariana Enríquez ha sabido renovar el género de terror sin trucos, ni excesos, conteniéndose para hacernos retener el aliento, dejándonos un gusto amargo y ceniciento en la boca, y el cerebro. Se interna en lo desagradable, reiteradamente traspasa lo políticamente correcto, mide deliberadamente la información. Lo más inquietante de sus historias es que no terminamos de saber dónde se sitúa la narradora, no porque sea engañosa, sino porque no nos lo quiere decir, y se mantiene alerta para no levantarse de la línea que separa el testimonio exógeno, de la implicación personal. Aún con todo esto, hay un molde clásico en los temas, en la creación del suspense, en la reflexión sobre el terror, el estudio sobre las zonas del cerebro que se activan, y cómo lo hacen, ante la presencia de lo Desconocido, con mayúsculas. Gran parte de sus personajes presenta trabas psicológicas, que nos llevan a dudar de sus actuaciones, situándolos en el límite de la enfermedad mental. Otras veces el interrogante es sobre la misma personalidad que lo cuenta: ¿acaso no puede estar su cabeza trastornada, e inventarse cosas que no suceden? En ese caso ¿cómo hemos de interpretar entre líneas lo que ocurrió? Los peligros de fumar en la cama son muchos, un descuido que nos puede arruinar, el sueño, la intoxicación del ambiente que respiramos, la proyección de sombras inquietantes en las volutas de humo, y la alteración de la realidad de la noche –o del día– en sus colores, o en la calidad de la atmósfera. En cualquier caso el avance de la enfermedad y de la insania, la profundización en el vicio.

Lo más grave es la posibilidad de acostumbrarse. De envenenarse. En Carne investiga sobre la mitificación y el fanatismo en la trampa de la adolescencia, ahí hay reminiscencias de Virgilio Piñera, que están también en Donde estás corazón; en otros cuentos las hay de la Highsmith. Trabaja mucho el fetichismo, como en los mencionados hasta ahora, y en Ni cumpleaños ni bautismos. Mariana Enríquez es siniestra, en el estricto sentido de la palabra. Shirley Jackson. SIEMPRE HEMOS VIVIDO EN EL CASTILLO La construcción de la personalidad de esta bruja, mediadora entre el reino de lo sobrenatural y la realidad de un pueblo de Nueva Inglaterra, con poderes sobre la vida y la muerte, capaz de maldiciones y hechicerías, acompañada –por supuesto– por su gato, y rechazada por los aldeanos que perciben su peligrosas artes maléficas, es una de las construcciones psicológicas más afortunadas de la historia de la literatura. Siempre hemos vivido en el castillo se puede leer bajo diferentes puntos de vista, básicamente es una novela gótica, su eficiencia viene con la engañosa personalidad de su narradora, capaz de influir sobre el lector a quien no abandona nunca el deseo de apoderarse de la verdad que se esconde bajo los hechos relatados. Es por eso, también, un thriller. Pero en su nivel más profundo es un estudio sobre la enfermedad mental, sobre el ascendiente que unas personas adquieren sobre otras en las situaciones obsesivas, sobre las perturbadoras relaciones que –algunas veces– constituyen a las familias en prisiones mentales. Es un análisis de la sociopatía en el que hay un victimario y una víctima, aunque nunca alcancemos a saber quién es quién en todos sus matices. La irrupción inesperada de la realidad, con toda su ordinariez, lo primario de los deseos, la avidez por los bienes materiales, la hipocresía, desestabilizará unas vidas instaladas sobre el olvido y desencadenará el drama. Recorre toda la narración la idea fetichista del poder de los objetos como nexo de unión con la estabilidad y el pasado, de la importancia panteísta de las fuerzas naturales retratadas como espíritus sagrados. La belleza de las descripciones es capaz de ahogar lo que subyace a ellas, lo grotesco, lo decadente, lo demencial, y lo bizarro. Siempre hemos vivido en el castillo


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fingimiento, o el escepticismo, se pueden abordar temas trascendentes. Así lo hacen los mejores escritores, de esta forma se vehiculan mejor la reflexión y el mensaje, desde el clasicismo de Jackson a la postmodernidad de Enríquez

Lo siniestro tiene un hueco más que importante entre sectores.

es la historia de dos hermanas, de dos mujeres, así de sencillo. Así de complejo.

dades a su ejecutor. Porque toda la novela gira en torno a la personalidad magnética y mordaz de Rilke, que nunca podría mostrar todas sus aristas sino fuera por los personajes secundarios con los que se va encontrando y que permiten arrojar sobre él las sombras y las luces de una personalidad compleja, capaz de interactuar con seres diferentes y complicados. El final es, como debe de ser, inesperado. La textura de la novela es animada, carente de artificios literarios, pero profundamente consciente de lo que requiere de todo escritor una literatura de calidad y unos lectores atentos, necesitados de distraerse con evoluciones de funambulista, sin apartarse de un texto claro y eficiente. Un acierto global con el que todo tipo de lectores se sentirán cómodos, desde los más exigentes a los frívolos y procaces.

Louise Welsh. EL CUARTO OSCURO Varios factores hacen de ésta una novela novedosa y picante. Singular. El hilo conductor, que son unas fotografías perturbadoras que aparecen inesperadamente, revelando un asunto turbio y obsceno. El protagonista que lo cuenta en primera persona es transgresor, creíble, bien compuesto, atractivo como personaje, se ve inmerso en una sorprendente trama policiaca. El trasfondo se sitúa en la interesante marginalidad de Glasgow, por donde el argumento avanza sorprendiéndonos continuamente en la búsqueda mantenida de una clave oculta. Es la primera ficción publicada de Louise Welsch y con ella ha conseguido un premio de novela policiaca y una nominación al Booker Prize. Pero El cuarto oscuro se escapa del género negro porque nos permite olvidar mediante situaciones incoherentes, divertidas, peligrosas o lúdicas que estamos detrás de la huella de algún crimen; porque no sabemos siquiera si se ha producido, ni si se le pueden reclamar responsabili-

Shirley Jackson. CUENTOS ESCOGIDOS

Portada de ’Los Peligros de fumar en la cama’.

Después de demasiadas transgresiones, hemos de hacer un esfuerzo para comprender por qué la publicación de La lotería fue tan polémica, nos ayuda a hacerlo un mínimo ensayo sobre la recepción de ese cuen-

to que se incluye en la recopilación, así como algunas reflexiones sobre la tarea de escribir que aparecen también aquí. Shirley Jackson es una victoriana actualizada, sustituye el romanticismo por la tensión anímica, prelude el terror psicológico, porque sus monstruos se producen en el interior de la mente aunque se basen en apariciones, brujas, y duplicidades. Es capaz de construir lo sobrenatural con los mimbres de la realidad, pulsando el egoísmo y la maldad humanas, porque los delirios y las alucinaciones son tantos o más reales que los pensamientos. El Mal recorre la obra de una escritora conocida por su novela Siempre hemos vivido en el castillo. Duplicados, amigos invisibles, caminos trazados de antemano por el destino que conducen a la muerte, apariciones inesperadas. Desconocidos que nos arrastran al más allá o nos emplazan al suicidio. Los cuentos de Shirley Jackson son una caja de los truenos. Pesadillas sólidas, espesas, que encubren una realidad hiriente. O viceversa. El modo de acción es el de revelar lo cotidiano, infiltrado por aquello inquietantemente inesperado. Una escritora genial. ~


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Teatro

El auditorio Fibes acoge el musical ‘Dirty Dancing’, una excelente adaptación de la película de 1987 que permite disfrutar a espectadores de todas las edades a base de ritmo, cercanía y una sorprendente puesta en escena. El preciosismo de su puesta en

Antonio Puente Mayor {Cuando el 21 de agosto de 1987 se estrenó Dirty Dancing, la escritora y productora Eleanor Bergstein suspiraba por recuperar el dinero invertido y, como mucho, sacar un beneficio discreto que le ayudase a emprender un nuevo camino alejada de los focos. Teniendo en cuenta que el primer visionado de la cinta fue un auténtico desastre, que sus protagonistas –Patrick Swayze y Jennifer Gray– tuvieron mil roces durante el rodaje y que el principal patrocinador se retiró por desavenencias con el guión –la mítica escena del aborto no era bien vista por casi nadie–, aquello era lo máximo a lo que podía aspirar. Sin embargo, como suele ocurrir algunas (pocas) veces, el azar quiso que la película resistiese todos los envites para acabar convirtiéndose en uno de los éxitos cinematográficos más incontestables de la historia, llegando a recaudar 214 millones de dólares, logrando un Óscar para la mejor canción original —(I’ve Had) The Time of My Life— y varios Grammys para la música. En ese aspecto, y como dato curioso, hemos de mencionar que la banda sonora llegó a superar en las listas de éxitos a gigantes de la época como Michael Jackson y Bruce Springteen, vendiendo la friolera de 40 millones de copias. Desde entonces varias generaciones han cre-

Los años no pasan para ‘Johnny’ y ‘Baby’ cido a los sones de sus pegadizos temas o rememorando sus icónicos bailes, como aquel en el que la protagonista, Baby, es sostenida en el aire por un enérgico Johnny Castle ante el asombro de todos. Por cierto que los ensayos, tan recordados o más que el propio número, se rodaron en un lago a cuatro grados de temperatura, debiendo renunciar a los primeros planos por la visible hipotermia de sus intérpretes. El salto al teatro

La adaptación incluye piezas como ‘Do you love me’ o ‘Save the last dance for me’. / Enrique Moreno

Treinta años después de aquel difícil proyecto que llegó a reventar las taquillas de medio mundo –la leyenda cuenta que Swayze odiaba hasta sus propios diálogos– se estrena en España su versión escénica. Esta viene precedida por un enorme éxito en el Reino Unido, donde lleva completadas dos temporadas de lleno absoluto en el West End londinense, y tras años de adaptaciones en América, Europa, Asia y Oceanía (Australia fue el país que la vio nacer en 2004).


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Teatro

escena, los cambios de ritmo y la fuerza de su música en directo hacen de este ‘Dirty Dancing’ un producto muy superior al original. Una oportunidad de disfrutar del buen musical en Sevilla

En palabras de su autora: «Fue la inmensamente generosa y efusiva respuesta de los fans la que finalmente me animó a hacer de Dirty Dancing un musical en teatro. Dado que la gente veía la película una y otra y otra vez, pensé que lo que realmente querían era estar presentes cuando la historia ocurría. El teatro ofrece la oportunidad de tenerlo en vivo, ahora, y de tener más. El escenario tiene profundidad, mientras que la pantalla es plana, así que mientras que algo ocurre, algo más está pasando a tu alrededor o detrás de ti, antes o después». En ese sentido, la historia base se mantiene igual, pero con el añadido de nuevas escenas para potenciar la relación entre Baby y Johnny, a las que se suman otras sobre los padres de la muchacha y el resto de personajes. Como anécdota, Eleanor Bergstein recuerda que aquel era «el verano de la lucha por los movimientos civiles», por lo que el discurso de «I have a dream» de Martin Luther King tuvo lugar en Washington en el mismo momento en que Baby y Johnny movían el esqueleto en el hotel Kellerman. Los nuevos Swayze y Gray La versión de Dirty Dancing que la compañía LETSGO ha traído a Sevilla se divide en dos actos con 26 y 18 temas musicales respectivamente. De este modo, y como complemento a las melodías más

La obra —casi un calco de la cinta homónima de 1987— no escatima en detalles. / Enrique Moreno

conocidas de la película, la nueva adaptación incluye piezas como Do you love me, Save the last dance for me, In the still of the night (I’ll remember) o Someone like you que devuelven al espectador a la llamada década prodigiosa de la música. En el aspecto artístico destacan las interpretaciones de Christian Sánchez como Johnny Castle y Eva Conde como Baby. El primero pasó por las aulas de Coco Comín, una de las mejores escuelas de artes escénicas de España, que diera a luz musicales como Grease o anuncios como el de Freixenet 2001 –aquel rodado en el Liceu de Barcelona donde participó Penélope Cruz–. Asimismo el catalán se puso en manos de prestigiosos maestros como Helen Rowson, Jordan Bayne y Susan Batson en ciudades como New York, protagonizando títulos tan interesantes como Fiebre del sábado noche, Hair o El Rey León. Aunque quizás sean sus intervenciones en las series de tele-

Varias generaciones han crecido a los sones de sus pegadizos temas La fuerza de la música en directo hacen de este ‘Dirty Dancing’ un producto superior

visión Gim Tony, Olmos y Robles y Perdóname Señor las que lo han hecho más popular. Teniendo en cuenta la dificultad de su cometido –hacer olvidar a un Patrick Swayze cuya interpretación de Johnny es una de las más recordadas de la historia del cine– y el hecho de que el musical contenga más números que la película, hay que decir que Sánchez cumple con nota alta. Algo similar ocurre con Eva Conde, titulada en Danza Española y con gran experiencia en espectáculos como Moonwalker, El mundo de ABBA, Historia del pop español o La Fuerza del Destino. Su rol, el de la legendaria Baby, es una papeleta tan complicada o más que la de su compañero –la icónica Jennifer Gray se formó en danza y actuación en la Dalton School de Manhattan–, sin embargo Conde (que también ha hecho sus pinitos en televisión en producciones como Amar en tiempos revueltos o El secreto de Puente Viejo) la dota de una ingenuidad deliciosa, sobre todo en el primer acto, desembocando después en un personaje complejo y lleno de matices al que suma su faceta de gran bailarina. En ese sentido hay que destacar la labor de Federico Bellone, el director milanés responsable de musicales como La Bella y la Bestia o Sister Act, quien además de dotar de alma y carisma a sus personajes compone un retrato de los años sesenta pleno de

colorido y viveza. La pareja protagonista va arropada por un elenco de profesionales de las tablas, como Antonio M. M., actor que lleva años combinando labores de doblaje con el teatro, la televisión y los musicales –su labor como director del hotel Kellerman es impecable–, Fanny Corral, quien dejó su impronta en la Academia de OT y cuya interpretación de Penny logró emocionar al público, Sara Pérez, Antonio Reyes y Lilian Cavale –los convincentes familiares de Baby– o el veterano Enrique Cazorla, cuyas fugaces apariciones elevan siempre el nivel del espectáculo. Si el reparto supera en mucho las expectativas lo mismo podemos decir del aspecto técnico. Desde el diseño de decorados de Roberto Comotti, tan prácticos como maravillosos, a la iluminación de Valerio Tiberí, todo funciona con la precisión de un reloj suizo. En ese sentido, la obra –casi un calco de la cinta homónima de 1987– no escatima en detalles, por lo que los espectadores consiguen imbuirse en la historia del mismo modo que lo hicieron en la butaca del cine o en el salón de su casa. Pero, eso sí, de un modo mucho más mágico y cercano. Y es que el preciosismo de su puesta en escena, los cambios de ritmo y la fuerza de su música en directo hacen de este Dirty Dancing un producto muy superior al original. ~


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Teatro Pentación Espectáculos, El Cuervo y Txalo traen a Sevilla ‘Oleanna’, uno de los textos más controvertidos del dramaturgo norteamericano David Mamet, interpretado con brillantez por Fernando Guillén Cuervo y Natalia Sánchez. Los espectadores sevillanos pueden reflexionar sobre lo que separa la inocencia de la culpa

La culpabilidad a examen Antonio Puente Mayor {La primera incursión del Premio Pulitzer David Mamet en España tuvo lugar en el Teatro Alfil de Madrid en febrero de 1990. Por aquel entonces el dramaturgo y director Fermín Cabal se atrevió con El búfalo americano, una obra estrenada en 1975 en el Goodman Theatre de Chicago que, tras su adaptación a nuestros escenarios, cosechó numerosos halagos, inaugurando el repertorio de adaptaciones que llegarían en los años siguientes. Por cierto que American Buffalo es la obra con la que Mamet fue plenamente reconocido como dramaturgo y la que la mayoría de la crítica sigue considerando todavía hoy como su mejor obra. Mucho más notorio, convulso y polémico fue, sin embargo, el siguiente estreno, Edmond, producido por el Centro Dramático Nacional (CDN) diez meses después de la propuesta de Cabal, dirigido por María Ruiz y con Javier Gurruchaga de protagonista. Un ejercicio que llegó a provocar tal disgusto en los espectadores que estos llegaron a ‘patear’ el suelo al final de la representación. Sin embargo, dejando atrás esa anécdota –en Barcelona no tuvo mejor acogida–, Edmond ha sido curiosamente «uno de sus textos más representados en nuestros escenarios a lo largo de los años, aunque en gran medida en espacios alternativos o en el ámbito universitario», como nos recuerda la profesora Ana FernándezCaparrós. Con esto queremos decir que la recepción española de las obras de Mamet, al igual que ocurre en Estados Unidos, son completamente imprevisibles, de ahí su fuerte poder de atracción y su contemporaneidad.

Natalia Sánchez y Fernando Guillén Cuervo en escena. / Fotografía cortesía de Pentación Espectáculos

Tras los dictados de Stanislavski Nacido en Chicago en 1947, David Mamet se licenció en el Goddard College de Vermont, donde fue artista-residente a principio de los años setenta. Más tarde pasó a Nueva York, donde Sanford Meisner –uno de los tres fundadores del mítico Group Theatre, junto a Harold Clurman y Lee Strasberg– enseñaba un método de interpretación basado en Stanislavski. De este modo, el joven aspirante a dramaturgo cuyo primer contacto con las tablas tuvo lugar en la comedia de improvisación, entró en el oficio por la puerta grande, emparentándose con ilustres pupilos de Meisner como Grace Kelly, Robert Duvall o Jeff Bridges. Por cierto que el propio Meisner sería uno de los primeros docentes del Actor’s Studio, creado años después por su antiguo compañero del Group Elia Kazan. Las primeras

obras de David Mamet, Variaciones sobre el pato y Perversidad sexual en Chicago (Premio Jefferson Award) fueron producidas en el Off-Broadway en 1975, otorgándole, casi de inmediato, una gran reputación como escritor del «nuevo realismo». La estética oscura y las connotaciones antisociales se convirtieron en su sello a partir de entonces, permitiéndole dar el salto a Londres y aupándolo hasta los primeros puestos de la cartelera. Por cierto que en la capital del Reino Unido Mamet logró uno de sus éxitos más clamorosos en 1983. Bajo el título Glengarry Glen Ross puso en pie una extraña historia sobre agentes inmobiliarios de Chicago que le valió el Premio Pulitzer en 1984, adaptándose posteriormente al cine con Jack Lemmon y Al Pacino.

Un texto controvertido Si por algo destaca el teatro de David Mamet es por su acertado uso del lenguaje coloquial, el cual le sirve para transgredir los planteamientos meramente realistas. De esta forma, la mayor parte de sus propuestas suelen incluir personajes corrientes o marginados, a los que añade una pizca de humor y un puñado de dramatismo. Heredero de Harold Pinter y Samuel Beckett, su estilo refleja el comportamiento desarticulado y violento de la clase media-baja de la que él procede. Ahí reside quizás el éxito de sus propuestas; al poseer un aire tan moderno y tratar temas universales –estos ahondan principalmente en el voluble espíritu humano– el espectador se identifica rápidamente con ellas. Es el caso de Oleanna, un relato cuyo título se basa en una canción de Pete Seeger

sobre un destino utópico y al que su argumento hace revolverse al público en sus asientos. Producida por Pentación y con la dirección de Luis Luque, esta adaptación de Juan V. Martínez Luciano no es la primera que se estrena en España. Antes se pusieron en marcha otras tres versiones, como la de Manuel de Benito de 2011, con José Coronado e Irene Escolar de protagonistas. En este caso la tarea de dar vida a Carol, la alumna que acude al despacho de su profesor para que este le revise la nota, recae en la actriz Natalia Sánchez, conocida por sus papeles en las series de televisión «Los Serrano» o «Amar en tiempos revueltos», mientras que el docente está interpretado por Fernando Guillén Cuervo, actor con una sólida carrera a sus espaldas. Ambos son los responsables de sostener un complicado espectáculo en el que se tratan temas candentes del mundo universitario como el derecho a la educación superior, la percepción de la autoridad o el papel de dicha formación en el futuro de las personas. Teniendo en cuenta que el libreto original vio la luz en un contexto agitado –a principios de los noventa toda América asistía atónita al juicio de Clarence Thomas, juez candidato al Tribunal Supremo de los Estados Unidos, denunciado por acoso sexual a una profesora universitaria– no podía por menos que esperarse una reacción adversa, especialmente por parte del sector feminista, que acusó a Mamet de misógino y machista. Pese a sus esfuerzos por explicarse (el dramaturgo sostenía que su texto había sido escrito meses antes del caso) las críticas le acompañaron durante meses. Sin embargo, al igual que ocurriera con Edmond, el tiempo puso las cosas en su sitio, posibilitando que Oleanna volviese a resurgir con fuerza e incluso adaptarse al séptimo arte en 1994 –William H. Macy y Debra Eisenstadt fueron los actores elegidos para la ocasión–. En el caso de la producción española, cuya escenografía e iluminación corren a cargo de Mónica Boromello y Juan Gómez Cornejo respectivamente, los mayores logros residen en el paulatino ascenso de la ‘débil’ protagonista frente al poder representando por su profesor, así como la creación de la atmósfera, por momentos fría y en otros angustiosa. Un combate dialéctico genialmente planteado por Sánchez y Guillén Cuervo que en el momento actual (con Harvey Weinstein y el fenómeno #metoo en boca de todos) nos obliga a tomar parte casi sin darnos cuenta. De este modo, al igual que hace un cuarto de siglo los americanos se enfrentaban a sus propios prejuicios en una etapa convulsa de su historia, los espectadores sevillanos tienen la posibilidad de reflexionar sobre la delgada línea que separa la inocencia de la culpabilidad, mientras abandonan la sala en busca de su propia Oleanna. ~


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Recuerdos del siglo XX A principios del siglo XX y por culpa de una inexistente política de regadíos, el campo sevillano fue presa de las sequías, que provocaron el hambre y el paro obrero. Entonces, el arzobispo Spínola salió a pedir limosna por las calles. Gracias a los artículos periodísticos de Azorín, también, las sociedades europeas y norteamericana colaboraron en la recuperación

La hambruna de 1905 Nicolás Salas {La última gran hambruna de Occidente la sufrió la campiña sevillana en la primavera y verano de 1905, y fue noticia internacional por las crónicas dramáticas de Azorín y el testimonio de humildad del arzobispo Marcelo Spínola. Sequías, falta de regadíos, paro obrero, analfabetismo, riadas y hambre, fueron protagonistas de la conflictividad social de los primeros lustros del siglo XX, agravada por enfermedades endémicas como la tuberculosis, el reuma y la hepatitis. La situación conflictiva del agro andaluz en los albores del siglo XX, con la campiña sevillana de protagonista y Lebrija como foco principal, fue tema de una serie de crónicas escritas por Azorín para el diario madrileño El Imparcial durante la primavera seca de 1905. Sobre Sevilla y Lebrija publicó crónicas a partir del 3 de abril, que escandalizaron en Madrid hasta el punto de dejar de publicarse las dos últimas entregas. Pero Azorín acertó en sus análisis periodísticos y semanas después se produjo una terrible hambruna, última de Occidente, que sensibilizó a las sociedades europeas y norteamericana, volcándose en ayudas para los campesinos sevillanos. Santiago Montoto, en ‘Abc’ (7 de octubre de 1958), recuperó el testimonio de humildad del arzobispo Marcelo Spínola, que estando gravemente enfermo salió dos días agosteños a la calle para pedir limosnas para los obreros hambrientos, hecho que José María Javierre relata con amplitud en su biografía titulada Don Marcelo de Sevilla (1963). Así lo escribió Montoto: «Iba destocado; sobre sus hombros llevaba la capa morada de lanilla; el sol lo abrasaba; el sudor bañaba su rostro, lívido, sofocado por el calor agosteño; en los labios, su inefable sonrisa; su caminar era lento; andaba por las calles céntricas y por los barrios bajos; entraba en los palacios y bajaba a los tugurios; visitaba casinos y entraba en las tabernas y mercados. En todas partes tendía su mano esquelética pidiendo para los pobres hambrientos, y en todas partes ni uno sólo le negó el consuelo que pedía». En la necrológica del doctor Gabriel Lupiañez y Estévez (El Correo de Andalucía, 20 de septiembre de 1929), se recuerda que acompañó al arzobispo Spínola cuando salió a la calle a pedir limosnas, y dejó escrito como testimonio de aquella experiencia que, en aquellos días, Don Marcelo tenía fiebre alta y que como médico le aconsejó que guardara reposo. La respuesta del prelado fue inapelable: «Ni pensarlo, Gabriel. Si

El arzobispo Marcelo Spínola durante su visita al mercado de abastos de la Encarnación, pidiendo limosnas para los pobres.

Gabriel Lupiañez Estevez y José Andrés Vázquez.

ahora supiera que en la Cruz del Campo había una peseta para los pobres, iría inmediatamente por ella». El doctor Lupiañez, añadió: «Al fin del mundo iría este señor por pan para los pobres, a pesar de la fiebre, del calor y del mundo entero que lo quisiera estorbar, y después de ir por pan, se iría al cielo y quizás nos lleve a todos nosotros». Por último, recordamos a Joaquín Benjumea Burín, quien junto a Ja-

vier Sánchez-Dalp y Calonge, Manuel Vázquez Rodríguez y José Huesca Rubio, todos sensibilizados por la hambruna de 1905, iniciaron al año siguiente la implantación del regadío en el agro sevillano. Las hambrunas fueron una constante en el campo andaluz como compañeras inseparables de la agricultura de secano en tiempos de sequía. Juan Díaz del Moral (Bujalance, Córdoba, 1870-Córdoba, 1948),

en Historia de las agitaciones campesinas andaluzas (1929 y 1967), recuperó la memoria decimonónica de las causas del paro obrero agrícola y sus consecuencias cíclicas, el hambre y la crisis social. Por este autor conocemos que las últimas grandes hambrunas, tenidas como verdaderas catástrofes sociales, fueron en los veranos de 1882, 1863, 1835, 1834, 1817 y 1812. Joaquín Costa fue el «apóstol del agua», sin la cual no habría nunca redención para los braseros campesinos, y resumió su pensamiento en una sola frase: los problemas endémicos de España sólo pueden solucionarse con escuelas y despensas. España era en materia de enseñanza primaria el peor ejemplo de Europa, como denunciaron varios autores durante el primer tercio del siglo XX, especialmente Luis Bello en Viaje por las escuelas de España (1929), y John Chamberlain en El atraso de España (1918). Sobre la lacra social del analfabetismo hay expresivos testimonios en el semanario Andalucía Futura de los años 1920 y 1921. En cuanto al regadío agrícola, hay que decir que sencillamente no existía, era un tabú para los grandes terratenientes, pese a las hambrunas que se producían en tiempos de sequías. ~


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Música

El pasado jueves finalizaba el Festival Internacional de Jazz de Madrid de este año 2017. Intenso, equilibrado, sorprendente. Y también, por qué no decirlo, cansado. Un mes completo con una oferta media de seis horas diarias de jazz es muy exigente.

Y ahora... sólo queda esperar

Gabriel Ramírez Lozano {Los que se han acercado al jazz, por primera vez, durante el Festival Internacional de Jazz de Madrid habrán comprobado algo que para los aficionados es bastante normal y que, sin embargo, resulta sorprendente a los que no suelen frecuentar conciertos de jazz. El jazz no es algo concreto, no es un tipo de música que se pueda reconocer con facilidad. No es extraño que alguien diga que un tema que escucha en la radio le encanta y que, al mismo tiempo, no sepa que eso que suena es jazz. Los estilos, las corrientes o las fusiones, han convertido el jazz en un espacio amplísimo. El Festival Internacional de Jazz de Madrid tiene muchas virtudes. Pero, desde luego, una de ellas que no es menor es la capacidad de ofrecer todo tipo de jazz. Nada se queda fuera de una programación extensa e intensa. Vargas Blues Band Javier Vargas se presentaba en el Festival queriendo dejar constancia de que sigue ahí. Hace muchos años, en 1991, comenzaba con su disco All around blues y, desde entonces no ha dejado de hacer buena música. La ya casi entrañable Vargas Blues Band se subía al escenario con su nuevo trabajo Cambalache & bronca aunque interpretaron piezas distintas a las que incluye este nuevo disco. Blues y ramalazos rockeros, tonos latinos y una clara influencia de Carlos Santana. El concierto, como siempre pasa con esta banda, fue intenso. No dan respiro al personal y el ritmo no baja en ningún momento. El baterista Peter Kunst, un excelente músico, dejaba claro que no hay problema con él, sea el que sea el tema que suene. Mucho oficio. Giovanni Romano, un buen guitarrista y justo de voz, acompañaba bien la guitarra de Javier Vargas. Pero esa costumbre de elevar en exceso los volúmenes (el teatro Fernán Gómez no es el que mejor acústica tiene) y la distorsión excesiva en algunos momentos, resultó algo molesta. Si alguien pisaba un concierto de jazz por primera vez se sorprendería porque el rock estaba allí, el blues estaba allí, las letras sonaban en español, el son latino iba y venía, y ese jazz tradicional que se reconoce fácil, sencillamente, no estaba. No está mal que en un festival como este se encuentre representada la música española. Kyle Eastwood Quintet

Sylvian Gripoix

El quinteto es una formación que permite mucho juego sobre el escenario. Queda más oculto el diálogo íntimo que se alcanza en, por ejemplo, un terceto, pero a cambio se gana en versatilidad y, colocando los soliloquios en distintos lugares de las piezas, parece que se va un poco más allá en creatividad. Un efecto


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Música

Pero ha merecido la pena y somos muchos los que ya esperamos con inquietud lo que venga el próximo año. Las pasiones tienen estas cosas. Hemos elegido cuatro conciertos de corte muy distinto como resumen final

Jorge Pardo, en la foto de la izquierda. Arriba, Joe Luis Walker. Junto a estas líneas, el cartel la Vargas Blues Band. / El Correo

que no es real del todo, pero eso es largo de discutir. Kyle Eastwood (sí, es hijo de Clint, el actor) se presentaba en Madrid con un concierto de corte clásico. No enseñó nada que no conociéramos ya, pero lo hizo, en primer, lugar acompañado de unos músicos estupendos y, por otra parte, con gusto. La versión de Cinema Paradiso y la del tema de Charles Mingus Boogie stop shuffle fueron lo mejor de todo. Se podía haber ahorrado un tema compuesto por el mismo con el que cerró el concierto. No era un mal tema aunque incluía todos los tópicos que pueden manejarse al hablar de España. Eastwood con su contrabajo y el bajo eléctrico estuvo muy bien. No es un genio, pero se defiende a un nivel muy notable. Quentin Collins correcto con la trompeta y Brandon Allen brillante con el saxo y el clarinete (salvo que me falle la memoria, este músico ya estuvo por aquí en 2015 acompañando a Anthony Strong); Andrew McCormack muy,

muy, bien improvisando y el baterista Chris Higginbottom soportando la base rítmica con decisión. Si alguien pisaba un concierto de jazz por primera vez se sorprendería poco. Lo que hace Eastwood se parece bastante a eso que pertenece al ideario colectivo y se llama jazz. Lo que se reconoce por las películas y esas cosas. Joe Louis Walker Este músico es, sencillamente, un volcán en constante erupción. Blues, Rock and roll y rhythm

Técnicamente, Joe Louis Walker es un portento. Arranca todos los sonidos a su guitarra La propuesta de Pardo, desde la experimentación y la base flamenca, es interesantísima

and blues. Brutal, en estado puro. Joe Louis Walker es un músico que busca el espectáculo, hacer vibrar al público, hacer disfrutar a todo el que esté frente al escenario. A mitad de concierto no duda en darse un paseo por la platea del teatro, con la armónica en la boca, buscando seguidores con los que reír unos instantes. Técnicamente, Joe Louis Walker es un portento. Arranca todo tipo de sonidos a su guitarra, el swing es constante y no hay nota que caiga fuera del lugar que tiene reservado. Le acompañaban John Lindsay Bradford (bajo), Anthony Byron Cage (Batería) y William Jerald Gorman (teclados). Si el trabajo de los dos primeros fue pulcro hasta la saciedad, Gorman estuvo irregular. Muy bien algunas veces y bastante mal en otras. La improvisación no consiste en tocar de cualquier manera y un fallo en la interpretación no deja de serlo por estar improvisando. No se puede abandonar al resto del grupo en un tono y mar-

char a otro para volver al rato. Joe Louis Walker presenta un directo apabullante, explosivo. Si alguien pisaba un concierto de jazz por primera vez se debió quedar estupefacto. ¿Eso del blues no iba de llorar en las plantaciones de algodón? Pues no. No iba de eso.Jorge Pardo Djinn. La propuesta de Pardo, desde la experimentación musical y desde la base flamenca de su concepto musical, es interesantísima. La improvisación, como pieza fundamental del espectáculo, y la introducción de elementos electrónicos que nos arrastran hasta territorios muy sesenteros y setenteros de la música, hacen que la música de Pardo se convierta en original, profunda, mestizaje perfecto. Si alguien pisaba un concierto de jazz por primera vez debió pensar que se había metido en un tablao tomado por los hippies. Se acabó el Festival Internacional de Jazz de Madrid. El año que viene más. ~


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El Correo de Andalucía Sábado, 2 de diciembre de 2017

Atelier de músicas

La pianista y comisaria musical Marta Espinós estrena sello, Lo Otro, y disco, ‘Cervantes en el piano español contemporáneo’. Su nombre seguirá sonando con fuerza en el futuro

Audición

CONTEMPORÁNEA

Estremada armonía / Marta Espinós, piano. / Lo Otro

Un puñado de perlas cervantinas

PIANISTA

MARTA ESPINÓS

«Me han inoculado la pasión por la música contemporánea» Ismael G. Cabral {Seguramente, de todos los proyectos que se pudieron disfrutar a raíz del IV centenario de la muerte de Miguel de Cervantes en 2016, Estremada armonía fuera uno de los más valientes y comprometidos con su tiempo y con el imponente referente al que glosa. Su autora es la pianista alicantina Marta Espinós. Su propuesta fue mirar al novelista desde la música contemporánea, realizando cuatro encargos y sumando otras dos obras preexistentes, repertorio que ahora ve la luz en disco en el sello de nueva creación, Lo Otro. «Acudí a compositores que admiraba por diferentes razones. Todos estuvieron encantados con el planteamiento y compusieron obras muy diferentes entre sí», explica la responsable artística. «Lo que más me motivó a dar a luz a esta idea fue comprobar que había muy poca música actual de inspiración cervantina», explica. En su investigación previa dio con obras menores de Ernesto Halffter, Erich Korngold y Eduardo Torner, todas ellas de comienzos del siglo XX. «Cuando se prepara un fasto cultural siempre se hace música ‘en tiempos de...’ pero nunca ‘música sobre...’ Quise reflexionar sobre el pasado a partir de la música de mi tiempo», dice Espinós. Manuel Angulo (1930) y José Zárate

(1972) representan las dos generaciones más distantes de cuantas se concentran en el álbum. La Partita ‘Al lugar’ del primero es una obra de «evidente amabilidad tonal», mientras que los Nocturnos de Barataria del segundo son de estilo «minimalista, cercanos a Mompou». Benet Casablancas (1956), con sus Epigramas cervantinos, representa «la música intelectual y sobria, que se gusta en la miniatura, en

La pianista Marta Espinós.

«Quise reflexionar sobre el pasado a partir de la música de mi tiempo» «Preparo un proyecto para el CNDM en el que combino a Bach con la música actual» el aforismo», y Mercedes Zavala (1963) crea en Sansueña la composición «más indagativa, con efectos en el arpa del piano». Por medio, Carlos Cruz de Castro (1941) propone en Teclas para Don Quijote. Espejismo y andanza una obra «muy característica suya, repetitiva, que juega con las simetrías» y Tomás Marco (1942) construye en Clavileño: Blog de vuelo una página «muy

compleja llena de filigranas que imagina musicalmente al caballo volador al que se suben Sancho Panza y Don Quijote». Finalmente, César Cano (1960) compuso por encargo del Festival Ensems Ecos del Quijote , «donde toma prestados motivos de Ravel y Strauss». «Este es mi primer chapuzón en la música contemporánea y siento que estas obras me han inoculado la pasión por ella», confiesa Espinós. Su próximo proyecto, por encargo del Centro Nacional de Difusión Musical, pasará por combinar páginas de Bach con piezas contemporáneas de los siglos XX y XXI influenciadas por él. «He disfrutado todas las piezas de Estremada armonía, unas más que otras, porque hay algunas que en el proceso de estudio ya dan satisfacciones», reconoce. El disco está producido por el director de orquesta José Luis Temes, «un oído privilegiado para la música actual». Con él, y con la Orquesta de RTVE, Espinós dio vida la temporada pasada a otro extremo de su repertorio como intérprete, el patrimonio musical, resucitando el Concierto para piano de Jacinto Codina, «una obra inédita que podría estar firmada por un Beethoven joven o por Haydn» y que confía poder volver a tocar en el futuro con alguna orquesta española. ~

I. G. Cabral {Estremada armonía es un disco mucho mejor de lo que cabe esperar cuando leemos la colección de obras que compila. Ninguno de los compositores en él representados –salvo Benet Casablancas– forman parte relevante del panorama internacional de la música de creación, lo cual no es forzoso indicativo de la mayor o menor valía de sus catálogos. Cabría hablar más bien de tendencias estéticas y oportunidades, lo que excedería notablemente el margen de estas líneas. En todo caso, el álbum que ha ideado la pianista Marta Espinós, además de estar ejemplarmente presentado e interpretado, mantiene una coherencia en la audición que hablan de la solidez de la iniciativa. Hay, sí, pocas sorpresas aquí, acaso porque los compositores convocados son extremadamente fieles a sus idearios musicales. Sobresale la singularísima pieza de Tomás Marco, Clavileño: Blog de vuelo, que se enrosca una y otra vez en su mecanicista discursividad sin por ello perder ese tono casi naïve que es marca de buena parte de su obra. Hay complejidad en ella pero esta pasa inadvertida en la escucha. Feliz idea la de Espinós al invitar a uno de los creadores más extraviados y reivindicables de su generación: Carlos Cruz de Castro. Su página, Teclas para Don Quijote, suena a sí mismo, con una musicalidad cien por cien pianística y diáfana. Interesan también los Epigramas de Casablancas, más abstractos y enrocados, pero de impoluta solidez formal y musical. Y la única mujer, Mercedes Zavala, se adentra en el arpa del piano con una obrita, Sansueña, que se oye con atención, pero tiene escaso vuelo. Manuel Angulo está, si bien su Partita no se haya entre lo más interesante de su heterogéneo (quizás, demasiado) catálogo. José Zárate mira a García Abril en sus Nocturnos de Barataria, música nueva que nace antigua. Y César Cano se muestra excesivamente trascendente y monolítico en Ecos del Quijote. El empeño global, no obstante, merece (mucho) la pena. Y debería tener recorrido. ~


El Correo de Andalucía Sábado, 2 de diciembre de 2017

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Poesía Concha García reflexiona sobre el mundo poético; sobre la necesidad imperiosa que tienen hoy los poetas de todo el mundo, impulsados por un capitalismo tremendo, de publicar antes de tiempo, sin que la obra haya madurado lo suficiente. El mundo ha estado cambiando desde que lo es. La poesía aguantaba. Tal vez, ya no

Una vida poética Concha García {La experiencia me dice que hay algo que no se puede lograr con la poesía cuando la necesidad primordial de quien se pone a escribir pasa por el reconocimiento inmediato, porque una cosa es escribir y otra esperar que por cada libro el mundo reconozca tu excelencia. La poesía huye de todo eso. Hubo un tiempo que aceptaba entrar en el juego y he llegado a escribir poemas dedicados porque me parecía una delicadeza y un juego. Ahora sé que no. Como decía Gil de Biedma, la vida va en serio. El narcisismo de quienes escribimos poesía es real aunque nadie quiere confesarlo. No puedo dejar de pensar en aquellos poetas de otros tiempos y no los imagino en esta vorágine de premios y castigos, de poses en recitales con voz impostada, de guiños, de segregación por sexo o por comunidad autónoma. Echo de menos la vida poética, la libertad de salir a la calle y mirarlo todo como si lo viese por primera vez, la generosidad de dar tu tiempo para escuchar a otros y planear con amigos lecturas sin más proyección que el placer de estar juntos. Hay prisa, mucha prisa por publicar, nos hemos contagiado de un tiempo veloz para colmar una carencia que arrastramos desde nuestra infancia. No es nada nuevo lo que digo, sabemos que el discurso capitalista juega sobre la falta estructural, el deseo no se puede colmar y ofrece objetos para calmar esa falta. Los franceses le llamaban a esa falta el mal de vivre, y estos tiempos de velocidades sorprendentes, están provocando que la lentitud y el silencio, bienes no consumibles masivamente, sean todavía lugares soñados para algunas personas. Se ha publicado en Buenos Aires un libro colectivo titulado Hierba sobre un mundo castigado (Hilos editora), coordinado por las poetas María Mascheroni y Teresa Arijón. Se trata de un texto colectivo compuesto de poemas, y en ciertos casos, poemas completos, de 56 poetas argentinos. El nombre de los autores se reserva para el final. Dice Mascheroni: «Éramos poetas que veníamos de una tradición donde la visibilidad no era un valor, donde se prefería no publicar de inmediato un libro terminado, dejarlo madurar… Una época en la que se quería una vida ‘poética’,

un poco de bohemia… esa palabra tan pasada de moda, tan desjerarquizada. Modos estos que también originaron la poca preocupación o el escaso interés por publicar de inmediato lo que se iba escribiendo». Me imagino un libro de esas características en este país, donde el nombre sea lo menos importante, porque el nombre lo llevamos como un imperativo categórico que por nada del mundo queremos hacer desaparecer; quizás por eso se convocan tantos premios financiados por el erario público, o en el mejor de los casos por fundaciones privadas. Me imagino algunos postulantes llamando por teléfono a los jurados, desesperados por abrirse paso entre sus adversarios, llegando a imponer su nombre a base de promesas o réditos. Abrirse paso entre los premios no apaga

Nápoles. / Concha García

Montevideo. / Concha García

Echo de menos la vida poética, salir a la calle y mirarlo todo como si fuera la primera vez la sed de reconocimiento, el colmo del narcisismo se halla entre aquellos que en vida ya tienen su nombre en una calle de su localidad de nacimiento, y pasean por su población como si estuviesen ya muertos. Éste era un honor que se hacía en el pasado para recordar al poeta que había nacido en un lugar, y por lo tanto el mismo ayuntamiento reconocía los logros que el escritor o escritora había aportado a la humanidad una vez concluida su vida y obra. Otra cuestión más razonable es la entrega de las llaves de la ciudad o las distinciones como Doctor Honoris Causa, que se hacen en vida como distinción honorífica a una obra o una trayectoria. ¿Qué pensarán las personas que cada día pasan por la calle del paisano a quien se encuentran comprando en la frutería? El fetichismo no es solo patrimonio español ni es un fenómeno de los últimos siglos. Ya las civilizaciones prehistóricas tenían sus monumentos, hay bellísimos ejemplos de esculturas a lo largo del tiempo y en todos los países. Siempre me llamaron la atención

Puente Genil. / Concha García

las ecuestres y las dedicadas a los poetas, de ello escribo en mis diarios de Montevideo: La lejanía. Ya los romanos comenzaron con las ecuestres, y hay verdaderas obras de arte del Quattrocento italiano. Sin duda me gustan más las dedicadas a poetas u escritores que las de los militares. Volviendo al tema. El mito de Narciso lo escribió Ovidio en el año 43 a.C. en su libro La Metamorfosis. Se basa en la fantasía de un joven llamado Narciso que se enamora de su imagen reflejada en el agua, provocando grandes pasiones entre hombres y mujeres, mortales y dioses, a los cuales no respondía por su incapacidad de amar y reconocer al otro. Si pensamos atentamente, la incapacidad de reconocer al otro es una enfermedad que se extiende en esta sociedad narcisista, ya sea entre creadores, ya sea entre poblaciones que se sienten diferentes y mejores que otras. ~


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El Correo de Andalucía Sábado, 2 de diciembre de 2017

Libros

Un debut sorprendente: eso es lo que supone la salida a la luz de ‘Mensaje al resto de los hombres’, el primer poemario de la sevillana Patricia Andrada, que acaba de publicar Maclein y Parker Recomendaciones

ENSAYO

Emmanuel Carrère / Calais / Anagrama

PATRICIA ANDRADA

«Mis abuelas me recitaban a Gloria Fuertes para dormir» Alejandro Luque {«Un libro trabajado y madurado, que ya merece un lugar en las estanterías de los lectores de poesía de este país de poetas». Así define Ben Clark en su prólogo el poemario Mensaje al resto de los hombres, el debut de Patricia Andrada (Sevilla, 1976) como escritora, que acaba de ver la luz en Maclein y Parker. «Llevo escribiendo toda la vida, pero nunca me había atrevido a sacar nada del cajón, porque soy ferozmente autocrítica con lo que hago», confiesa la autora. «Un día me puse a recopilar todo lo que llevaba escrito, y me di cuenta de que siempre hablaba de lo mismo: del duelo por la muerte de mi padre a temprana edad, y cómo se ha reflejado esto en las ausencias que he tenido a lo largo de mi vida, especialmente con el resto de los hombres». Esta es la circunstancia que da título al libro y lo articula. «Sobre mi voz no puedo opinar, es más fácil que se aprecie desde fuera, y además es la primera obra que termino bajo un mismo hilo conductor. Pero sí puedo decir que la poesía está en mí desde pequeña. Incluso cuando escribo en prosa, tiendo a la prosa poética». Esa voz que Andrada no se atreve a definir está a salvo de modas y tendencias, aunque reconoce cierta afi-

nidad con autores actuales como el citado Ben Clark, «Elena Medel, Isabel García mellado, Luna Miguel, María Sánchez, que es veterinaria como yo... y de anteriores generaciones, Chantal Maillard y Gloria Fuertes. ésta última fue el inicio de todo, mis abuelas me recitaban poemas de Gloria Fuertes para dormir, y ahora me ha tocado descubrir su poesía para adultos», apunta.

La poeta sevillana Patricia Andrada./ El Correo

«La poesía está en mí desde pequeña. Incluso cuando hago prosa, es prosa poética» «Lo que más me gusta es escribir, pero también está la adrenalina del escenario» Comenta Andrada que, hasta la aparición de este libro, solo su madre y su entorno más próximo sabían que escribía. A los recitales y encuentros solo había comparecido como oyente. Pero, al volver de Sevilla tres 20 años viviendo fuera, ha empezado a cogerle el gusto a los escenarios. «Sevilla cuenta con muchos espacios para la poesía, hay micros abiertos, y me

animé a probar qué se siente. ¡Y ahora resulta que me encanta recitar!» «Recitar es totalmente diferente», prosigue. «Lo que más me gusta de escribir, lo digo siempre, es escribir. Ese momento conmigo misma, íntimo, en silencio, no lo cambio por nada. Ahí me encuentro con quien soy. Pero también está la adrenalina del escenario, poner todo eso en una voz que casi me parece que no es la mía, poder compartir con los demás y recibir el feedback del público». En cuanto a los hombres del título, la poeta aclara que «el argumento del libro es un viaje más bien interior, lejos de una valoración o crítica social de los hombres. Tiene más que ver con temas universitarios, con la muerte, el vacío, el desgarro de una separación», y agrega: «Las que aparecen son relaciones más bien tormentosas, en las que se manifiesta ese dolor. Hacia el final del libro se va desanudando ese hilo, precisamente a través de la escritura, que es lo que hace que esa herida sane». Y aunque asegura tener material para un segundo y hasta un tercer libro, ya que «escribo todos los días, es parte de mi rutina», cree que con su debut «se ha cerrado un ciclo y no tengo ni idea de lo que puede pasar a partir de aquí. Para mí misma es una sorpresa lo que pueda venir». ~

Mirar hacia donde nadie mira A. Luque {Cuando Emmanuel Carrère acude a cubrir como periodista la situación en Calais, la ciudad francesa que se ha convertido en sinónimo de bochornoso campamento de refugiados, también conocido como La Jungla, sabe que van a ser cientos los periodistas desplazados al lugar para brindar los reportajes previsibles y necesarios: las historias personales de los migrantes, sus miserables condiciones de vida, la inminencia del desmantelamiento. Por eso, en sus quince días de estancia en la ciudad, en enero de 2016, decide virar el enfoque hacia donde casi nadie está mirando: hacia la ciudad misma y sus vecinos, que también existen y padecen la situación como víctimas colaterales del monumental drama. El autor de libros como El adversario o Limónov, amigo de fundar sus narraciones sobre hechos y personales reales, introduce al poco de empezar un elemento novelesco: la llegada al hotel Meurice, donde se aloja, de una carta anónima dirigida a él, donde una voz cansada de ver desfilar a «famosillos» por la villa se pregunta qué viene a hacer Carrére en Calais, y en qué trampas caerá. Cuanto sigue es, de algún modo, el esfuerzo del cronista por convencer a su misteriosa corresponsal de que su propósito es legítimo y honesto. Resulta difícil añadir algo más sin desmenuzar el contenido de estas escasas 80 páginas con un buen cuerpo de letra. Y a pesar de que Calais se lee en lo que dura un café, quedará junto a otros cientos de reportajes en la memoria periodística de La Jungla. Ese tipo de historias que, cuanto más cubiertas parecen, más necesitan de miradas inquietas y solitarias como la de Emmanuel Carrére. ~


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