Edición del 22 de febrero del 2012

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El Ciudadano & la gente

Jueves 22 de marzo de 2012

Reflexiones

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OPINIÓN

Diplomacia, barcos invisibles y ocultamiento

El presidente Ollanta Humala se vio como un equilibrista entre Buenos Aires y Londres por el caso de la fragata Montrose. Carolina Barros Especial para El Ciudadano

El grave cortocircuito diplomático generado entre Buenos Aires y Lima con la visita de cortesía de la fragata de guerra británica Montrose mostró al gobierno de Ollanta Humala como un equilibrista tratando de mantenerse sobre una cuerda tironeada, desde una punta, por la Argentina –su socia política en la Unasur– y, desde la otra, por el Reino Unido –su socio comercial–. No fue el único tironeo: en Lima, a su vez, los ministerios de Relaciones Exteriores (Torre Tagle) y de Defensa venían de un juego interno de patriotas por “llevar” los pormenores de la estadía de cuatro días de la Montrose en el puerto de El Callao. Si bien Torre Tagle es una de las cancillerías –junto con Itamaraty– más profesionalizadas y prolijas de América latina, en la invitación al buque británico (y los correspondientes papeleos, entre ellos, el pedido de autorización al Congreso) se impuso el Ministerio de Defensa. No hay que sorprenderse: Humala es un ex teniente coronel y su jefe de Gabinete, Oscar Valdés, también proviene de las filas militares. La llegada de la fragata estaba inscripta en el marco del memorando de cooperación para industria militar acordado a fines de 2011 con Londres. A esto se agrega que el canciller Rafael “Rafo” Rocangliolo hace varios meses

que tendría las valijas hechas. Según dicen en círculos diplomáticos limeños, le habrían prometido la secretaría general de la Comunidad Andina como su próximo destino. Una “salida honrosa” para el último de los ministros “caviar” (así le dicen a la izquierda elegante en Perú) que queda, después de varias purgas ministeriales, en el gabinete de Humala. Ésta se produciría en los próximos meses, cuando termine en esa secretaría rotativa el representante de Bolivia. Debido a esa salida “cantada” es que Rocangliolo se habría desentendido de los pormenores de la visita de la Montrose, aprobada en la comisión de Defensa del Congreso el 27 de febrero, y publicada en El Peruano (boletín oficial) el 29 de ese mes. Por eso es que también, cuando desde la embajada argentina a cargo del ex dirigente político Darío Alessandro comenzaron a indagar sobre la llegada de la fragata británica, “elementos de inteligencia uniformados” del gobierno de Humala borraron esa información de la página web de El Peruano. Mientras tanto, en Buenos Aires, el subsecretario de Política Latinoamericana en la Cancillería, Diego Tettamanti y, desde ya, el canciller Héctor Timerman estaban al tanto de la situación, pero se confiaron en el lema “no news, good news” durante el lapso en que el Proyecto de Resolución Legislativa (817-2011-PE) que autorizaba la visita británica estuvo esfumado del sitio web. “Los durmieron”, concluyó una fuente diplomática en Lima. “Les vendieron una versión edulcorada que la embajada ar-

gentina en Lima nunca corroboró”, agregaron. No fue todo. Los mismos fantasmas que hicieron desaparecer la información en el sitio web se encargaron de difundir distintas versiones sobre el derrotero y paradero de la fragata Montrose, sabiendo que, por ser un buque de guerra (por lo tanto, de navegación “secreta”), ni la Cancillería ni la Armada británicas darían las verdaderas coordenadas de la posición de éste. Así, de acuerdo con esas versiones, la omnipresente Montrose estuvo simultáneamente en Ciudad del Cabo, en el canal de Panamá, en el estrecho de Magallanes y en las islas Malvinas (el objetivo real de su desplazamiento hacia el Atlántico Sur desde noviembre pasado). La fragata estaba en todas partes y en ningún lado a la vez: por lo tanto, “no estaba”. El resto ya es historia. A partir de la nota de Ámbito Financiero del lunes pasado, en la que se alertaba sobre la fragata de guerra navegando hacia el Perú (alerta dada después de que el gobierno británico confirmase que estaba en ese rumbo) para una visita hasta ese momento “ninguneada”, se generó una tormenta diplomática entre Lima y Buenos Aires. El final también es sabido: Ollanta Humala eligió recostarse sobre la Unasur, el respeto a la política de “no militarización de la región”, y respaldar a la Argentina. Y cerrarle la puerta, por ahora, a Gran Bretaña.

trito Federal mexicano por un sismo de 7,6 grados. Una vez que recuperó la compostura, Amoroso comentó que mientras sucedía el sismo creyó que estaba mareado y que se estaba por desmayar, aunque después cayó en la cuenta de lo que realmente estaba sucediendo. De acuerdo con las informaciones, el epicentro del terremoto se ubicó a 25 kiló-

metros de la ciudad de Ometepec, en el estado de Guerrero. Pero Amoroso se encontraba en el Distrito Federal en una actividad política y no la pasó nada bien. “Dicen que después del sismo de 1985 éste fue el más fuerte! Y nosotros en el 7º piso! Todos los edificios evacuados! Pero ya pasó, ufff!!!”, escribió el legislador.

Se corre la voz

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SE LO MOVIÓ EL PISO

“Todos los edificios evacuados. ¡Qué susto! ¡¡¡Que no se repita!!!”, escribió en su cuenta de Twitter el legislador porteño Daniel Amoroso, del bloque Unión Federal, todavía conmovido por la experiencia que acababa de pasar: haber sido parte de las millones de personas a las que se les movió el piso en el Dis-

Memoria del espanto Se cumplen 36 años del fatídico 24 de marzo de 1976, momento en el cual las Fuerzas Armadas se hicieron con el control formal del gobierno del Estado argentino. Esta nueva irrupción de los militares en política dio comienzo a un sistemático proceso de desestructuración social que instaló el terrorismo de Estado. El golpe del 76 fue cívico-militar, ya que contó con la anuencia de las principales corporaciones empresarias como la Sociedad Rural Argentina y la Unión Industrial; también la jerarquía eclesiástica y algunos partidos políticos avalaron la llegada de los uniformados al poder. El llamado Proceso de Reorganización Nacional dio continuidad y profundizó la política represiva contra los luchadores sociales, los militantes gremiales, obreros combativos y también contra los activistas estudiantiles y barriales. Esta política ya había dado comienzo bajo el gobierno del general Juan Perón y su señora esposa María Estela Martínez. Ejemplo de esto son la multiplicidad de atentados, detenciones y secuestros de militantes sindicales y políticos ya durante esa etapa. Como afirmó el escritor y periodista Rodolfo Walsh, a partir de marzo del 76 las Tres A fueron claramente las tres fuerzas armadas, y entonces el plan Martínez de Hoz de devastación de la economía regional y la industria en particular contaron con el terror artillado para instaurar el neoliberalismo. La dictadura perpetró un genocidio que dejó un saldo de 30.000 personas detenidasdesaparecidas, miles de exiliados. La dictadura militar reafirmó su carácter filicida enviando a la guerra de Malvinas a cientos de jóvenes que perecieron en una lucha desigual contra las fuerzas de la Otán. A más de tres décadas los efectos del golpe militar son claramente perceptibles en la sociedad argentina: la desestructuración social, los altos niveles de violencia y control estatal, las desigualdades que persisten y la ampliación de la brecha entre los que más y los que casi nada tienen son los residuos de un período nefasto que no debemos olvidar. Antonio Moldes


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