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SÁBADO 10 DE ABRIL DE 2010

PEDRO CONDE STURLA ✑ EN ESTA OBRA KAZAN SE RÍE DE LA CORRIENTE ORTODOXA DE LA ESPARTANA Y RÍGIDA MORAL DEL PUEBLO AMERICANO... AQUELLA QUE DIFERENCIABA A LOS HOMBRES AMBICIOSOS DE LOS MEDIOCRES Y QUE TAN SÓLO COMPARTÍAN EL SONROJO DE LO NO ESTABLECIDO MORALMENTE...EL DESLIZ FUERA DEL MATRIMONIO...LA MUJER ENTREGADA AL HOMBRE DURANTE EL MATRIMONIO Y REPRIMIDA ANTES DEL MISMO PARA DIFERENCIARSE DE ESE OTRO PROTOTIPO DE MUJER PECADORA...

Luces y sombras de Elia Kazan E ¿ E lia Kazan (1909-2003) se consagró como director a lo largo de su vida y se consagró como delator en los años cincuenta al denunciar a un grupo de supuestos comunistas, durante el funesto período del macartismo en USA. De su vida y su obra se han dicho y escrito, en consecuencia, cosas tan elogiosas como denigrantes. Algunos titulares de prensa anunciaron en términos muy hirientes su defunción: “Muere Elia Kazan, el gran cineasta marcado por la traición”, “Ser chivato es la forma de vida más baja”. En algunos artículos, recogidos al azar, los juicios críticos destacan casi siempre sus luces y sus sombras: “Fue un tremendo ególatra y un delator. Pero su cine ha sobrevivido a sus debilidades y a sus canalladas. Su talento como descubridor y director de actores nos ha dado nombres imprescindibles.” (Ángel Fernández Santos). “Kazan, el espléndido Kazan de “América, América” y de “El compromiso”, se mantiene fiel a las coordenadas sectarias, en la orilla de la infamia, que dieron sentido a “La ley del silencio”.” (Antonio Elorza). “El 10 de abril de 1952 -día en que delató ante el comité senatorial de Joseph McCarthy a 15 de quienes fueron sus compañeros de partido en los viveros del Group Theatre, el Theatre of Action y la League of Worker’s Theatre- Elia Kazan se convirtió en un leproso moral, con el que ninguno de sus colegas de la izquierda neoyorquina quiso volver a tener un roce. Olvidaron incluso su nombre. De la noche a la mañana, el emigrante griego de Anatolia (Turquía) Ilia Kazanjoglou, niño prodigio y mimado al mismo tiempo por Broadway y Hollywood, conocido entre su gente como Genio de las dos Costas, achicó su identidad en el expeditivo mote de La Rata. Y así siguen llamándole casi medio siglo después. Durante algún tiempo pareció serlo, pero ya no es un misterio qué mecanismo mental condujo a Kazan a este (aparente, luego se manifestó como una vivificación de su identidad artística) suicidio moral. El actor Tony Kraber lo identificó con un engrase de su cuenta corriente en medio millón de dólares, y la especie cundió. No se sostuvo tan grosera impostura, y otros, los más, hablaron de una imprevisible cobardía como ciudadano en quien era valiente hasta la temeridad como artista.” (Ángel Fernández-Santos,“La clarividencia de La Rata). Precisamente, una de las miradas

Elia Kazan.

menos complacientes sobre la mojigatería, hipocresía y manipulación social en Norteamérica es la de Kazan. Como dice el mismo Fernández-Santos, Elia Kazan “soltó, tras el mazazo de “Viva Zapata”, nada menos que “La ley del silencio”, “Al este del edén”, “Baby Doll”, “Un rostro en la multitud”, “Río salvaje”,“Esplendor en la hierba”,“América, América” y “El compromiso”, una andanada de películas con intensidad emocional cercana a lo insostenible, hechas con la corrosión instalada en el alma, tal vez el más puro y radical celuloide de izquierda hecho nunca en Estados Unidos.” Mucho de esto se pone de manifiesto en unos comentarios sobre “Esplendor en la hierba” que he tomado del portal Filmaffinity. Comentarios agudos y sin desperdicios que a nadie dejarán indiferente: ...BUSQUEMOS ALGO MEJOR, LA FUERZA EN LO QUE DEJAMOS ATRÁS... s curioso el planteamiento de la obra, máxime si uno está al tanto de lo ocurrido en la azarosa vida de este cineasta considerado durante tanto tiempo y hasta el año de su muerte como un felón por los compañeros de profesión... Pues bien, Kazan en esta obra se ríe de la corriente ortodoxa de la espartana y rígida moral del pueblo america-

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no... aquella que diferenciaba a los hombres ambiciosos de los mediocres y que tan sólo compartían el sonrojo de lo no establecido moralmente...el desliz fuera del matrimonio...la mujer entregada al hombre durante el matrimonio y reprimida antes del mismo para diferenciarse de ese otro prototipo de mujer pecadora... El hombre condenado a competir en la inmensidad de un mundo en donde guardar las apariencias contribuye a mantener incólume la rectitud moral de una nación indestructible... Para muchos, éste no será más que un film cargado de tópicos y estereotipos que tienden a perpetuarse. Pero para mí es más que eso. Aunque los tiempos cambien, seguirá habiendo Deanies y Buds y familias cegadas por el status social y el qué dirán. Personalmente, no creo que se exagere en gran medida y siempre pienso que, en algún lugar, hay familias que se comportan como lo hacen las de Deanie y Bud. Que anteponen otros intereses a los del amor y hacen todo lo posible para separar a unos jóvenes que no han cometido más delito que enamorarse. Y si eso es un delito, entonces todos tenemos pena de cárcel. Esta trágica historia de un amor de juventud truncado no es sólo un pastelón azucarado con miraditas de cordero degollado, declaraciones de amor y atontamientos. Es todo un reflejo, llevado hasta extremos crueles, de una doble moral que siempre ha persistido y persistirá. Deanie, una Natalie Wood que me ha apretado la garganta hasta el punto de no dejarme casi ni respirar, expresa con desesperación la terrible y descarnada verdad de esa doble moral en una de las escenas que me han impactado para el resto de mi vida. En esa escena, una de esas escenas famosas de la historia del cine, ella, harta de ser considerada una "chica decente" y sufrir, tanto ella como su novio, las consecuencias de la frustración al tener que reprimir su deseo sexual, grita, sin tener ya nada que perder: “¡Yo no tengo orgullo!” Confieso que esa parte me convenció de que Natalie Wood llegó a alcanzar su cumbre como actriz, porque me hizo olvidar que Deanie era un personaje de ficción. Porque su grito desaforado era el grito de todos los que alguna vez se han encontrado ante un muro de incomprensión, represión impuesta y malevolencia. Warren Beatty, sin estar a la altura de su partenaire, también me detuvo en más de una ocasión el aire en el pecho.

A lo mejor es que me duele terriblemente observar cómo se destruye el amor más hermoso y cómo las personas se condenan a ser más infelices. A lo mejor es el reflejo de mi propio miedo a la fragilidad de los sueños. (Burton) COGED LAS ROSAS MIENTRAS PODÁIS... s el retrato de una histérica relación de amor adolescente entre dos atolondrados lo que nos emociona de “Esplendor en la Hierba”? No. ¿Es la forzada separación de unos amantes a causa de la represión sexual y los prejuicios sociales? Desde luego que no. ¿Es la desesperación de Deanie, el distanciamiento de Bud, la supuesta crueldad de los padres de ambos? No y mil veces no. ¿Es la sensación de que hemos contemplado el advenimiento de un amor fuera de lo común? Rotundamente no. Porque Elia Kazan no habla sobre el amor, aunque la historia que vertebra la película es una historia de amor. Los amores de Bud y Deanie son tan vulgares como otros amores cualesquiera y no superarían jamás la prueba del tiempo: son dos seres perfectamente mediocres perdidos en un mundo que se los va a comer vivos tal y como ha devorado antes a otros mejores que ellos. No, no se trata de eso. Todo el secreto significado de la película se desvela cuando Deanie lee en voz alta los versos de Woodsworth: “Aunque ya nada pueda devolvernos la hora del esplendor en la hierba, de la gloria en las flores, no debemos afligirnos, porque la belleza subsiste en el recuerdo”. Porque entonces es cuando nos damos cuenta de que todo cuanto en verdad lamentarán los personajes no es la pérdida de su amor, sino la de su juventud. Y eso es lo que de verdad emociona y duele en “Esplendor en la hierba”. La fugacidad del tiempo, el recuerdo de unos instantes que parecieron iluminados por el fulgor de lo recién descubierto por primera vez en la vida: las rosas. Eso duele. Y por tanto, voy a decir que he visto esta película una sola vez: y no volveré a verla jamás a menos que algún día sea lo suficientemente mayor para haber olvidado lo que significaba ser joven. (Neathara). Pedro Conde Sturla es escritor pericopepe@live.com http://www.scribd.com/Pedro%20Conde%20Sturla


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