El Callejón de las Once Esquinas. Número 1

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El Callejón de las Once Esquinas

típica de porteño, no escatima dulces elogios a sus amigas mujeres, sobre todo a una de ellas, @Amapola69, la más simpática, por la cual siente un especial atractivo. Aparentemente, y a los ojos de los demás, el sentir es mutuo. Pero repito: buena onda, que nadie discuta nada, pues inmediatamente saltarían todos los demás para suavi­ zar la cosa suponiendo un mal enten­ dido. Si alguien insiste en disentir, no faltará el amigo que «moderará» la cosa expulsándolo de esa cofradía de la amistad, simplemente «desco­ nectándolo» de su entorno, pero no sin antes ser denostado por todos con cientos de comentarios muy respetuo­ sos pero irónicos, por no decir hirien­ tes, que el pobre disidente no puede rebatir. Es domingo; el Sr. Boia madrugó más que si tuviera que ir a trabajar; es que la noche anterior, después de una larga tertulia con sus amigos, se le ocurrió invitar a todos a que conoz­ can su casa. ¡Será genial! Les da a todos su dirección y les cuenta que está en la calle principal de uno de los barrios más bonitos de Buenos Aires, más bonitos y de gran categoría, por supuesto. Les muestra el portal de entrada de una pintoresca casa de tres plantas, un salón acoge­ dor con el fuego encendido en su ho­ gar, les convida a unos ricos mates en la cocina y se regodea en el estudio donde practica su pasatiempo. No se olvida de los dormitorios, el baño y, por supuesto, de las vistas desde la terraza y su hermoso patio interior, eje de la vivienda a donde se abren todas las estancias de la misma. No quedó un solo rincón sin mostrar a todos sus amigos, no faltó nadie. Yo me atrevería a asegurar que muchísi­ mos extraños que vagaban o «nave­ gaban» por los alrededores también se metieron furtivamente a conocer la bonita casa del Sr. Boia. 88

Los elogios al amigo Boia no se hi­ cieron esperar, ningún amigo se cortó al agradecer la invitación y amabilidad del anfitrión que les abrió hasta el úl­ timo cuarto, no escatimaron palabras de felicitación por su casa tan hermo­ sa, original, decorada con el mejor de los gustos y con rincones tan agrada­ bles que ya conocían al detalle. Conocían la casa más que al propio Sr. Boia. Porque, claro, a esta altura del rela­ to se estarán preguntando quién y có­ mo es el Sr. Boia. Si preguntamos a su gran cantidad de amig@s (parece que se estila poner @ en internet para leer «a» u «o», aunque lo correcto en nuestro idioma para indicar el plural sea la «o» de toda la vida, más allá de todo género), cada uno de ellos tendrá su opinión por lo general muy positiva a partir de cómo se lo imagi­ na, porque... ¿Realmente importa có­ mo y quién es en realidad? ¡Es un amigo! Por ejemplo, para su sevillana amiga María Antonieta (así apodada porque perdió la cabeza en internet) es un ser adorable, y ¡qué acento argentino tan dulce tiene! Así será mientras no la contradiga, porque, entre nosotros, es una viejita bastante rencorosa, o por lo menos así la imaginamos. Para más de uno es el genio de la ci­ bernética que los asesora con la mejor disposición en sus problemas de ma­ nejo de la «compu», sí, el ordenador para navegar por internet. Para las amigas es un sol que no se cansa de regalarles piropos en sus ha­ lagos estándar, para las españolas, además, indexados con ese acento ar­ gentino tan encantador... Para muchos compañeros españoles es un poco macarra, pero qué gracia y simpatía derrocha el argentino... Todos se lo imaginan como un ser admirable, ingenioso, afable, servi­ cial, divertido... y muchos etcéteras más de virtudes inimaginables.


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