Azharanía núm. 8

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CON VINO A José Ángel García Desde su entraña opaca, siempre ahíta, violácea e inaudible, propuso el vino entonces un pequeño conflicto. El vino, hipócrita como él solo, comenzó su tarea, tensó un guiño, previsto, entre el fondo y el borde taimado de la copa. Servido de etiqueta roja y gualda deglutió las palabras circundantes tornándolas en sorbos venenosos y amables luego de esa primera copa inerme que solamente es sed. El vino a veces pareció no estar, rodeado profusamente por bandejas cromáticas, aromas de tahina, fragancias de sumac. Sí, pareció no estar. Deslumbrados sus negros brillos por focos cenitales. Pero estuvo. Llegó un momento en que la arenosa diatriba acabó por unánime decisión, la del alma del vino. Del aire de la mesa descendieron las cuatro copas al tablero, de golpe. Pero quedó un regusto engañoso. Y un amargo resabio romo, endeble. El vino socavó, siempre burlón, ese instante beatífico de duda, convertido en pequeño conflicto originado desde un equívoco y crucial segundo punto de partida. Un pequeño conflicto, endulzado, y neutralizado, nuevamente con vino.

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Amador Palacios


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