El Isleño 176

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Diciembre 2020

Hay que descontaminar a la naturaleza de los diferendos políticos.

‘Gran Seaflower’: un sueño posible El pasado 12 de octubre se llevó a cabo el lanzamiento oficial de la campaña ‘Gran Seaflower’, adelantada por la Fundación Franz Weber (FFW) Colombia y cinco países más del Caribe; una iniciativa que busca un acuerdo transfronterizo para la conservación de la Reserva de Biosfera Seaflower, además del empoderamiento de los pueblos creole. EL ISLEÑO dialogó con Mateo Córdoba (En la foto), sociólogo y coordinador de la mencionada ONG ambientalista en Colombia. Por Eduardo Lunazzi Haciendo un poco de historia reciente, en septiembre de 2019 se desarrolló en la isla el certamen conversatorio ‘San Andrés, tomémonos un café hablando de paz y medio ambiente’; espacio liderado por la Corporación ‘Vivamos Humanos’ y al que asistieron varios representantes de FFW y la embajadora de Nicaragua en Colombia, Yara Pérez, entre otros. Se trató de un acercamiento más formal con la sociedad civil de San Andrés, entre ellos, varios miembros de la Autoridad Raizal, docentes e investigadores, jóvenes estudiantes de varios colegios y representantes del Gobierno Departamental y de la Corporación Ambiental Coralina, entre otros, para introducir dicha iniciativa. ¿A qué se dedica la FFW? Esta fundación lleva más de 40 años moviéndose con campañas que buscan un nuevo relacionamiento, armónico y respetuoso, entre el ser humano y la naturaleza que reconcilie dos mundos que llevan décadas en buena parte distanciados: el de la ciencia y el de la política. “Aun cuando sabemos que es una tarea ardua, las decisiones políticas están en un punto tan trascendental en la historia de hoy, que tienen que tomarse con argumentos científicos, al menos, si hablamos de naturaleza”,

explicó Córdova. “Eso es lo que hace la fundación, procurar que esos dos mundos dejen de estar tan lejos, en beneficio de la gente, los ecosistemas y de todas las formas de vida en el planeta”. ¿Por qué pusieron su mirada en la RB Seaflower? La idea principal de la propuesta, socializada desde 2019 con investigadores locales y líderes raizales, fue buscar descontaminar –literalmente– la naturaleza de los diferendos políticos; que quede aparte de estas discusiones, porque urge tomar decisiones multilaterales para salvar la biodiversidad. “La crisis del Covid-19 nos dice: no importa si yo cuido bien mi parcela, si el vecino lo está haciendo mal, tarde o temprano los dos vamos a terminar en cuarentena. Por eso es la petición a los países del Caribe suroccidental de que inicien cuanto antes una conversación con la naturaleza y la gente como temas prioritarios”, recalcó Córdoba. Durante el evento del año pasado se sentaron juntos miembros de las au-

toridades Ambiental y Raizal, académicos, estudiantes y representantes de diferentes entidades –incluyendo las gubernamentales– compartiendo sus impresiones en un mismo lugar y ese fue considerado un punto de partida muy positivo. “Sin embargo hay que darle continuidad”, afirma. ¿Cómo evaluaron dicho encuentro? Si nos metimos de lleno y de corazón por la RBS, es porque hay gente única y maravillosa habitando este ‘maritorio’, un pueblo Creole, una colectividad ecológica que no tiene ninguna otra zona, y porque somos optimistas en creer que los gobiernos se pueden sentar a hablar en torno a lo que llamamos la región ‘Gran Seaflower’. Sabemos que alrededor del mundo se hacen muchos esfuerzos por la naturaleza, por la conservación, por los animales, pero lamentablemente pocas veces se tiene en cuenta que los ecosistemas están habitados por comunidades, por personas. Y el corazón de la Reserva está en San Andrés, en Colombia, pero tiene una vocación

hacia otros cinco países: Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras y Jamaica. Necesitábamos un diagnóstico, y no lo íbamos a hacer nosotros venidos del continente colombiano o de Europa, sino con las personas que allí reside, quienes han vivido por más de 400 años en las islas y han cuidado del territorio; los que comen si el ecosistema se mantiene conservado. Tan sencillo como eso. Así que buscamos dicho acercamiento con personas como Dilia Robinson, Kent Francis, Corine Duffis, y otros grupos que nos han ayudado muchísimo. Como fundación de gente joven, consideramos que no hay paso que se dé hacia la conservación, sin propiciar este tipo de debates, sin antes hablar con su gente que se entiende mayoritariamente integrante del Pueblo Raizal. Igual metodología hemos adelantado con el pueblo creole transfronterizo en Honduras y en Jamaica; en Corn Island (Nicaragua) y Limón (Costa Rica) y en Bocas del Toro (Panamá). ¿Qué otras organizaciones han colaborado con este anhelo? La FFW es tan sólo un facilitador, aquí los actores fundamentales son los investigadores, la sociedad civil, las ONG y principalmente los pueblos creole.


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