Revista_abril

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Conciencia_Tarot

El Mago o El Aprendiz A una determinada altura del camino, el discípulo ya no fue llamado loco por las turbas. Los prodigios que hacía, le merecieron el apodo de “mago“. Pero en realidad, seguía siendo discípulo: un aprendiz que había comenzado a practicar y obrar con sus conocimientos a través de la materia que le proporcionaban los cuatro elementos. Cuando se presentaba a la gente, lo hacía como un hombre libre con el signo infinito sobre su cabeza: en su mano derecha la vara de poder, y con su mano izquierda encaminando la fuerza que venía de lo alto hacia los materiales, sobre los que obrar el cambio. Los materiales, los cuatro elementos con que había comenzado a trabajar, estaban simbolizados delante de él, sobre la piedra cúbica defendida por el ibis sagrado: el pentáculo dorado extraído de la tierra, la copa rebosante de agua primitiva, el fuego inextinguible brotando del ánfora, la espada curva delimitando el aire y las heridas. La mayor parte de sus semejantes no comprendían ni los símbolos ni el lenguaje, otros tenían miedo en su presencia por la forma en que manejaba y dominaba los materiales, por eso le llamaron mago, dios, profeta, en adelante. Pero en verdad, era un discípulo que todavía llevaba ceñida a la cintura la serpiente que se muerde la cola y estaba aprendiendo a experimentar con la materia aunque defendido por la fuerza constante de Mercurio.

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