A cada momento seguimos vivos se impone, así, como obra de un realismo singular e hipnótico, aunque lo que cuenta no difiera de lo que ocurre siempre que ocurre una tragedia. No faltan la estupefacción ni algo parecido al humor. Tampoco falta el aliento narrativo de un superventas, sin que haya aquí una sola imagen trillada.<br><br>Una tragedia, decíamos, y también la propia redención de Tom Malmquist, escrita por otro Tom Malmquist, poeta y fingidor, que es y no es aquel que vio su existencia romperse en un antes y un después. Porque claro que este libro es la elaboración de una serie de pérdidas, pero también una creación y una ficción, al tiempo que una constatación vitalista de lo que afirma su título. Una obra que transforma a su lector y que, acogida con entusiasmo, admiración y respeto, pide su espacio en el canon contemporáneo.<br><br>Con perdón por el lugar común, este libro de verdad hay que leerlo.