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La tele es la tele Akira Toriyama sorprendió a los críticos del sector al responder durante una convención a la siguiente pregunta: “¿Cuándo dibuja Dragon Ball? ¿Alterna su trabajo con alguna otra actividad lúdica que le permita desconectar del estrés que suponen tantas horas de trabajo para cumplir los plazos de entrega?” Toriyama no tuvo ningún pudor en responder que no se permitía ni un solo segundo de desconexión, ya que semejante lujo le impediría entregar los capítulos a tiempo, pero lo que sí hacía era ver la tele y disfrutar de sus programas favoritos al mismo tiempo que dibujaba y desarrollaba la historia... ¡Eso sí que es capacidad de concentración en el trabajo!

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La Biblia de Dragon Ball muchos de los japoneses), convirtiéndose ésta en una de las obras que más le motivaban a la hora de ponerse a dibujar. Siempre fue un alumno modelo, llegando incluso a ser delegado de clase, algo que, en Japón, tiene un gran mérito y es de gran relevancia social. Sus padres siempre quisieron que fuese médico, dada su condición de estudiante sobresaliente y su excelente capacidad para aprender cosas, pero nunca lograron convencerlo. Tras superar con soltura su paso por el colegio y el instituto, en 1974 se matriculó en la Escuela Superior de la Prefectura Industrial, concretamente en la especialidad de Diseño Publicitario, algo que de alguna forma estaba ligado íntimamente a la creación y a la invención de dibujos. Terminados los estudios sin ningún tipo de problema, fue contratado casi de inmediato por una empresa de publicidad en Nagoya, donde aplicaría los conocimientos adquiridos en la escuela. En ella se dedicó principalmente a diseñar carteles y propaganda. Era un trabajo interesante, sin demasiadas dificultades y relacionado directamente con la materia que

él había estudiado, pero siempre le supo a poco... Así trabajó durante tres años en los que la cotidianeidad de su actividad laboral acabó aburriéndole; de hecho, tal era su desgana que la mayoría de las veces llegaba tarde al trabajo, por lo que la relación con sus jefes llegó a convertirse en algo desagradable. Al mismo tiempo que el aburrimiento generado por su trabajo crecía imparable, dedicaba más y más horas al dibujo, diseñando personajes y pequeños guiones de cómic en los que desarrollaba el tipo de historias a las que posteriormente se dedicaría. Finalmente, fue su afición al dibujo durante estos años la que le inyectó el valor suficiente para dimitir de su trabajo; no obstante, Toriyama ha afirmado que, de todos modos, hubieran terminado despidiéndole dado el grado de tensión acumulada entre él y sus superiores. De este modo dio carpetazo a sus tres años como diseñador de carteles y decidió intentar hacerse un hueco en la industria del manga. Para afrontar este reto contaba con sus dos mejores armas, su

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