Dedicado a Hanne Adler-Olsen. Sin ella se habría secado la fuente. Prólogo 7 8 C arl dio un paso hacia el espejo y se pasó un dedo por 1 9 trefacto de Amager, junto a un polvoriento camino de gra- villa, donde un cadáver los esperaba para contar su historia particular. Como tantas otras veces, fue la fetidez lo que hizo que un vecino reaccionara. Cualquiera lo tomaría por un tipo raro que se había tumbado pacíficamente sobre su propia porquería para exhalar sus últimos vapores alcohólicos, 10 11