Arpas y Copas - Agosto 2017

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El Poder del Espíritu Santo Parte II | Edición 104

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EL ESPIRITU SANTO COMO FUEGO I PARTE

no de los símbolos más significativos atribuidos al Espíritu Santo que refleja su acción y mover es el fuego. Ya que el fuego purifica, limpia, enciende, quema, alumbra y consume. Y de la misma manera el Señor nos purifica, limpia, nos enciende, nos consume, y hace que iluminemos y encendamos a otros. En el evangelio de San Mateo leemos lo que Juan el Bautista dijo: “...El os bautizará en Espíritu Santo y fuego” Mateo 3:11 Y el libro de los Hechos nos declara lo siguiente: “Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu le daba que hablasen”. Hechos 2:2-4 Una de las poderosas manifestaciones del Espíritu y que opera en nosotros es la del fuego que nos ha encendido en una vida de gloria, unción, de poder, así como de pasión, entrega y servicio en su obra. Y es que el fuego de Dios en nosotros hace y produce muchas cosas, entre ellas las que definiremos a continuación: EL FUEGO DIVINO DEL ESPÍRITU SANTO NOS ENCIENDE “En aquel día pondré a los capitanes de Judá como brasero de fuego entre leña, y como antorcha ardiendo entre gavillas; y consumirán a diestra y a siniestra...” Zacarías 12:6 “Dios hace a sus ministros llamas de fuego”. Hebreos 1:7 “Juan el Bautista era antorcha que ardía y alumbraba”. Juan 5:35 La palabra de Dios nos menciona en el libro de los hechos a un hombre llamado Apolos el cual era de un espíritu ferviente, que estaba encendido, tenía un fervor viviente, una encendida por el fuego del Señor. El que tiene el fuego de Dios enciende a otros, los hace entrar en calor. Los bomberos llaman o han denominado a un fenómeno que se da en los incendios, el cual consiste en que aunque las llamas no hayan llegado o pasado de un lugar a otro, las cosas entran en llamas o comienzan a brotar en llamas y que el fuego las haya tocado, producto del calor. A esto se llama: “Transferencia de radiación de calor” Hay hombres y mujeres de Dios que están encendidos, tan llenos de fuego divino y hacen que aunque el fuego no ha venido sobre otros, se produzca una transferencia de radiación de calor celestial, hacen que los demás se enciendan con el fuego que ellos tienen. EL FUEGO DESHACE LO QUE NO ES DE DIOS El fuego consume la hojarasca, el heno, la paja. De la misma manera el que esta encendido con el fuego celestial está en contra de todas acuellas cosas que no son conforme a Dios ni a su palabra, aquello que es superficial, liviano, que no tiene peso en

Dios. Vivimos en un tiempo de liviandad y superficialidad espiritual en muchos sectores aún dentro del pueblo de Dios, pero el fuego del Espíritu de Dios vendrá sobre su pueblo quemando y purificando lo que no es de El y trayendo un verdadero peso espiritual y búsqueda de Dios. “Su aventador está en su mano, y limpiará su era; y recogerá su trigo en el granero, y quemará la paja en fuego que nunca se apagará”. Mateo 3:12 EL FUEGO DE DIOS NOS IMPULSA Creo que el fuego de Dios en una persona lo lleva, pese a que lo que esté viviendo o tenga a su alrededor, a sobreponerse o sobrepasar todas estas circunstancias. Ese fuego es como una pasión e impulso divino que nos vence para continuar y seguir adelante en el ministerio y en su reino. El profeta Jeremías dice que ese fuego estaba metido hasta en sus huesos, que él trató de soportarlo y no pudo, ese fuego y pasión en su corazón fue mayor que lo que estaba viviendo y que la persecución que estaba enfrentado por causa de su llamamiento. El fuego del llamamiento es así, es una llama y pasión que arde en un corazón por servirle a Dios. De la misma manera el hombre o mujer que verdaderamente ha sido llamado por Dios tiene un fuego en su corazón, el cual aunque trate de resistirlo o apagarlo, al final terminará rindiéndose y respondiendo al llamado de Dios. La mejor manera de saber que alguien es llamado por Dios es mirando ese fuego y pasión por su obra y su reino. Si tu corazón arde por la obra de Dios y por servirle, es indetenible que ese fuego en tu alma testifica de tu llamado a en el Reino.

“Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos”. II Timoteo 1:6 “No descuides el don que hay en ti, que te fue dado mediante profecía con la imposición de las manos del Presbiterio”. I Timoteo 4:14 Pablo recomendó Tesalonicenses:

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“No apaguéis al Espíritu”. I Tesalonicenses 5:19 Era estatuto para los sacerdotes que el fuego de Dios debía mantenerse encendido en el altar y se debía traer leña cada mañana para mantenerlo encendido. “Y el fuego encendido en el altar no se apagará, sino que el sacerdote pondrá en él leña cada mañana. El fuego arderá continuamente en el altar; no se apagará”. Levítico 6:12-13 El fuego se enciende por buscarlo en la oración, en el secreto, en el ayuno, en la consagración, limpieza y santidad. Dios fue el que encendió el fuego del altar, Dios mismo envió fuego del cielo al altar y a partir de ese momento era responsabilidad de los sacerdotes mantener ese fuego encendido. “Y salió fuego delante de Jehová, y consumió el holocausto con las grosuras sobre el altar...” Levítico 9:24 EL FUEGO Y LA ADORACIÓN En el libro de Levítico encontramos algo muy particular sobre la ceremonia del sacerdote, cuando ofrecía la expiación por el pueblo.

“Y dije: No me acordaré más de él, ni hablaré más en su nombre; no obstante, había en mi corazón como un fuego ardiente metido en mis huesos, traté de sufrido y no pude”. Jeremías 20:9

“Después tomará un incensario lleno de brasas de fuego del altar de delante de Jehová, y sus puños llenos de perfume aromático molido, y lo llevará detrás del velo”. Levítico 16:12

EL FUEGO NOS PURIFICA Y LIMPIA

O sea que el incensario debía llenarse de brasas del altar para que este perfume aromático pudiera arder o ser quemado, y ofrecerlo como incienso en la presencia del Señor, más allá del velo. Y de igual manera nuestra vida necesita encenderse del fuego del Espíritu para poder ofrecer incienso de oración y oración en la presencia del Señor.

El que verdaderamente tiene el fuego es indetenible, es un hombre que lleva limpieza, purificación y santificación. El purifica, limpia, quema la escoria, la paja, lo que no es; de la misma manera el que tiene el fuego, eso mismo hace, purificación, limpieza y santificación en su mensaje y ministración. “¿Y quién podrá soportar el tiempo de su venida? ¿O quién podrá estar en pie cuando él se manifieste? Porque él es como fuego purificador y como jabón de lavadores. Y se sentará pora afinar y limpiar la plata, porque limpiará a los hijos de Le vi, los afinará como a oro y como a plata, y traerán a Jehová ofrenda en justicia”. Malaquías 3:2-3

Muchas veces se adora, pero el perfume aromático no porque no hay fuego, ya que sólo el fuego trae dilación, quebrantamiento y entrega de corazón para ser recibida por Dios. Si queremos realmente ofrecer y presentar una adoración genuina, auténtica y viva al Padre, debemos de permitirle al precioso Espíritu de Dios que nos encienda con su fuego celestial y darle así al Señor una adoración que brote de su Espíritu.

EL FUEGO NOS DESATA Y NOS LIBERA

EL FUEGO VIENE POR LA PALABRA

“Y así que vino hasta Lehi, los filisteos salieron gritando a su encuentro; pero el Espíritu de Jehová vino sobre él, y las cuerdas que estaban en sus brazos se volvieron como lino quemado con fuego, y las ataduras se cayeron de sus manos”. Jueces 15:14

He logrado ver a lo largo del tiempo, el reflejo en la vida grandes nombres de Dios que han tenido y tienen fuego, ese fuego estaba estrechamente ligado a la palabra de Dios tilos. Ese fuego vino pero producto de la palabra que aba en sus vidas. Los hombres que han tenido fuego han sido hombres Les y profundos en la palabra, y los que han tenido palabra pre tuvieron fuego.

El fuego tiene que mantenerse encendido El Señor nos manda a avivar, encender, y mantener ardiendo continuamente ese fuego y no apagar ese don que se a dado. Pablo le recomendó a su discípulo Timoteo:

De Apolos se dice que era un varón elocuente en las Escrituras y de un espíritu Fervoroso. La palabra y el Espíritu o producen hombres

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Profeta Erick Alpizar fervientes y ardientes. El corazón de los discípulos ardía por la palabra que el señor Jesús les hablaba. “Entonces él les dijo: ¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho! ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria? Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían... Y se decían el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras?”. San Lucas 24:25-32 De Jesús el Señor se dice: “Jesús nazareno, que fue varón profeta, poderoso en obra y en palabra delante de Dios y de todo el pueblo”. San Lucas 24:19 La palabra del Señor y el Espíritu Santo producen fuego, fuego divino. El Espíritu Santo y la palabra nunca se separan, son inseparables. “¿No es mi palabra como fuego, dice Jehová, y como martillo que quebranta la piedra?” Jeremías 23:29 La palabra es como la dinamita y el Espíritu Santo como la chispa que la hace detonar, juntos producen una explosión de gloria y fuego en nuestras vidas. Por esto aquellos que anhelan una vida encendida en el fuego de Dios, deberán tener una vida inmersa en la palabra del Señor. EL FUEGO DE DIOS VIENE CUANDO REPARAMOS EL ALTAR “Entonces dijo Elias a todo el pueblo: Acercaos a mí. Y todo el pueblo se le acercó; y él arregló el altar de Jehová que estaba arruinado... Entonces cayó fuego de Jehová, y consumió el holocausto, la leña, las piedras y el polvo, ya estaba en la zanja”. 1 Reyes 18:30-38 El fuego vino sobre el altar que arregló Elias, y consumió el holocausto e hizo que el corazón de todo el pueblo se volviese a él. El fuego viene cuando el altar se repara, cuando nuestro vida y corazón se perfecciona, se limpia, se santifica y se ordena. “Y al que ordenare su camino, le mostraré la salvación de Dios”. Salmo 50:23 Arreglemos nuestro altar para que el sacrificio de la adoración sea recibido y luego venga el fuego, ordenemos nuestras vidas delante del Señor, examinemos nuestros pasos, escudriñemos nuestro corazón y volvámonos a sin reservas y entonces vendrá el fuego del Señor. ‘‘Para que lo torcido se enderece y lo áspero se allane y se manifestará la gloria de Jehová”. Isaías 40:4-5 “¿Quién de nosotros morará con el fuego consumidor? ¿Quién de nosotros habitará con las llamas eternas? El que camina en justicia y habla lo recto; el que aborrece la ganancia de violencias, el que sacude sus manos para no recibir cohecho, el que tapa sus oídos para no oir propuestas sanguinarias, el que cierra sus ojos para no ver cosa mala”. Isaías 33:14-15

“…pues el Espíritu de gloria y de Dios reposa sobre vosotros”. 1 Pedro 4:14


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