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RINCÓN LITERARIO

SUPLEMENTO Lunes 12 de Agosto del 2013

Macario Matus o como entrevistar a un escritor en el baño Gerardo Valdivieso Parada

Entrevisté varias veces a Macario Matus a lo largo de mis años de reportero. Sólo una vez lo entrevisté en su estado normal o como siempre lo recuerda la gente. Fue en un programa que se llamó “Lecturas bajo el árbol” en la primera radio comunitaria del siglo XXI que tuvo Juchitán que se llamó Radioculturarte. Una de las preguntas que recuerdo que le hice fue cuál era clave de una década de éxito de la Casa de la Cultura que contrastaba con su lamentable situación después bajo otros directores. “Imaginación” dijo Macario, “les faltó imaginación”. Después lo entrevistaba vía telefónica sobre diferentes tópicos con la grabadora del teléfono de mi casa, siempre al número de su domicilio en el estado de México, a las siete de la mañana, era la única hora de encontrarlo en casa y sobrio, porque él se decía un borracho disciplinado: antes de las dos de la tarde ni una copa después de esa hora todas las que vengan. Respondía con una voz amable aunque aguardentosa, pero siempre lúcido aunque a veces rodeando el asunto sin comprometerse cuando se trataba de política; era de esperarse cuando él mismo había sido reportero. Pero el oro de su memoria me lo bebí junto con copas de mezcal, cerveza y muy de repente (uno no puede darse sus gustos siempre) copas de vodka tónic. Alguna vez en el Salón Palacio, cantina asidua de los reporteros y escritores de mitad del siglo pasado como su maestro Alfredo Cardona Peña, me platicó de su oficio de reportero cultural. De sus clavados en el género de la entrevista me decía que lo difícil no estaba en retener o escribir lo que el entrevistado decía (en los tiempos en que no había grabadora), ni mucho menos en poner de manera correcta la transcripción de lo

dicho, porque muchos escritores no hablaban como escribían, sino en acceder a ellos o lograr que éstos aceptarán ser entrevistados. Durante una visita del escritor Jorge Luis Borges a la ciudad de México tuvo que ingeniárselas para que este le otorgara una entrevista, cosa difícil porque el argentino siempre estaba rodeado de gente más importante que el entonces joven reportero. Macario no se acercó primero al maestro si no

a su lazarillo, a quién hizo plática y acercó algunas copas hasta que logró que éste se despegara del escritor para ocupar él momentáneamente su lugar. En un golpe de suerte el autor de Los poemas de los dones le tocó el hombro para pedirle que lo dirigiera al baño. Ya en el mingitorio y después de que el célebre cuentista vaciara su vejiga, se presentó como reportero y le comunicó su deseo de entrevistarlo hablándole por su puesto de la trama de algunos de sus cuentos más célebres, el ciego argentino abrumado tal vez por el joven escritor, aceptó darles unos minutos. “Y así le hice una entrevista a Borges en el baño” dijo Macario emocionado como si la entrevista se lo hiciera en el mismo momento en que se estuviera orinando el viejo ciego. Me contó también que Jaime Sabines se resistió a ser entrevistado. Macario había investigado su residencia en la capital y fue allá a verlo, el poeta chiapaneco se encontraba descansando y se negó a otorgarle la entrevista. Macario notó un tablero de ajedrez cerca de donde el maestro descansaba y lo retó a jugar una partida. “Lo dejé ganar dos veces seguidas para no afectar su orgullo y en la tercera le gané”, después ya con otro ánimo el autor de Los amorosos le otorgó la entrevista. Una entrevista formal la hicimos a cuatro manos la periodista Roselia Orozco y yo en un restorán de Coyoacán un poco después del mediodía, hacía un calor como pocos en la ciudad de México por lo que nos refrescamos la garganta con unas cervezas. Curiosamente ninguno portábamos grabadora, pero aún así sacamos nuestras libretas y desenfundamos los bolígrafos e iniciamos con las preguntas. De lo que recuerdo además de la ya conocida historia de sus padres y la influencia de ellos sobre su forma de pensar y hacer la literatura, recuerdo su historia sobre la relación que tenían Víctor de la Cruz y él con Gabriel López Chiñas y la protestas estudiantiles de 1968.


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