Huevo de avestruz significó, para mí, una especie de puente; poemas escritos a través de varios años, como descansos o escapes en la
composición de una obra más extensa, que sucede a mi primer bloque de libros. Pasó el tiempo. Ese primer trío (de libros) quedó atrapado como un bloque antiguo y seguí explorando, un poco lo interno, un poco el mundo. Y tardé muchos años en escribir y arrojar al cesto de basura, escribir y correr de nuevo a la basura por mis corazones tirados. En ese período, al ir conformando mi “gran libro” como pensaba, guardé algunos apuntes que no se cuadraron en aquel corpus y que encontraron su camino en revistas, en periódicos, en un blog personal. Al final formaron, al reunirlos, este librito. Son unos amigos que no asistieron a la que yo creí la gran misa y armaron su breve oración en una pequeña casa, adentro de un huevo.
NOTA DEL AUTOR