Avispero 4

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LITERATURAS NACIONALES

diario sin llegar a un punto verdaderamente esclarecedor. La crónica de los días queda abierta, posiblemente podrían adjuntarse más piezas y el cuento seguiría sin mayores cambios. Por supuesto que el lector tiene la libertad de disentir de las sentencias del autor, del mismo modo como Bryraak —el noruego avecindado en Chile— no comparte su gusto por Leonard Cohen. El merito de Olavarría está en “salir al libro a lo que venga”, aunque pone muchas trabas para que no se juzgue lo que escribe. Llamadas de atención que al principio incitan a reflexionar, pero que terminan asfixiando de hartazgo al receptor. Otro beatnik, William Burroughs, de pronto escribía para vivir por un rato con el dinero de la publicación. Para él no era necesario advertir que no le importaba la literatura o que lo que escribía no era lo que quería. Le bastaba escribir y ya; también era algo ensimismado, pues a su mujer apenas y la menciona en Yonqui. Recuerdo Yonqui particularmente porque al escribir estas líneas me hallo a una calle del barrio chino de la ciudad de México, escenario de más de un pasaje de la obra del estadounidense. Dos calles adelante, el Eje Central aún conserva algunas de las “marías” que Kerouac, en Tristessa, compara con agujeros en las paredes de los edificios. El ejercicio literario debe ser amoral. Emplear demasiados argumentos para justificar o no lo que se escribe resulta una pérdida de tiempo. Al fin y al cabo, una vez que la idea encuentra forma en el texto, las reverberaciones de ésta se resignifican y dejan de pertenecer en exclusiva al autor. El atrevimiento de AV I S P E R O

Olavarría, su brinco por la ventana del canon hacia un estilo propio, no es del todo claro en cuanto a intencionalidad discursiva se refiere; mas, como ejercicio experimental, la impronta que deja tras de sí plantea las posibilidades de una estructura multifuncional y diversa. Los “pedazos” que componen Alameda tras las rejas otorgan la posibilidad de una lectura dispersa, en sintonía con el libro mismo.

Gamaliel Valentín González (Ciudad de México, 1984). Combina el estudio de la lengua y las literaturas hispánicas con la labor de librero. Escribe cuentos y ensayos.


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