Revista aye uc nº74

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profundos. En esencia, Rajan identifica los siguientes factores: (1) Una rápida expansión del crédito hipotecario a personas de ingresos bajos, posibilitada por las compras de hipotecas hechas posibles por los crecientes fondos que captaban instituciones financieras semi-oficiales (Fannie Mae y Freddie Mac) con garantía fiscal implícita. Según Rajan, esta garantía fue la respuesta de los políticos —en particular de Bill Clinton— a una sociedad cada vez más desigual e insatisfecha, en que los segmentos de ingresos más bajos ya no podían realizar el sueño americano por si mismos. La casa propia aplacaría al menos transitoriamente la mencionada insatisfacción. (2) Un cambio de estrategia del mundo en des ar rollo —ba s ada ahor a en exportaciones netas y más ahorro— que aumentó los influjos de capital a EE.UU. y permitió financiar con ahorro externo el exceso de gasto de EE.UU., inducido en gran parte por los créditos hipotecarios sub-prime antes mencionados. (3) Una política monetaria expansiva de la Reserva Federal, reflejo de una recuperación muy lenta del empleo después de la crisis dot-com. L as correspondientemente bajas tasas de interés indujeron al sector financiero a tomar riesgos adicionales. La guinda de la torta la puso el propio Greenspan cuando anunció en 2002 que no reaccionaría frente a una burbuja en el precio de los activos. En un mercado en que las casas subían constantemente de valor por los factores antes señalados, esta señal fue una verdadera invitación a expandir fuertemente los créditos sub-prime.

(4) Los bancos y otras instituciones f inancieras tomaron enormes riesgos financiando hipotecas de baja calidad. Es cierto que una parte de esas carteras luego las empaquetaban y vendían, pero se quedaron con parte de ellas, financiándolas con captaciones de muy corto plazo. Así, el riesgo que estaban asumiendo fue enorme. Es decir, existían altas probabilidades de que las operaciones realizadas resultaran ser normalmente muy rentables si las condiciones existentes se mantenían, pero si cambiaban, como sucedió, las consecuencias podían ser desastrosas. Lo interesante es que desde el punto de vista de los accionistas de las instituciones financieras tal toma de riesgo era deseable, dado que en caso de crisis esperaban, con razón, que el fisco los rescataría, al menos en buena parte. Rajan no exculpa a los banqueros, auditores y calificadoras de riesgo, que según él, a veces consciente y en la mayoría de los casos inconscientemente, cometieron excesos. Sostiene que el gobierno “en el sentido amplio del término” incentivó, con las mejores intenciones, la toma excesiva de riesgo. Rechaza que la crisis haya invalidado la hipótesis de que los mercados f inancieros son ef icientes, base de la liberalización financiera de las últimas décadas. El mercado puede haberle asignado las probabilidades correctas a la ocurrencia de diversos eventos, pero obviamente uno solo de esos ocurre y en este caso fue uno con consecuencias desastrosas. El capitalismo para ser exitoso necesita, escribe, de la democracia y viceversa, pero

que una interacción virtuosa no es fácil de lograr y que buena economía requiere de buena política. Por eso en los tres últimos capítulos propone una serie de reformas financieras, económicas y políticas relativamente generales, tendientes a perfeccionar el actual sistema social predominante. En sus propuestas difiere radicalmente de aquellos que proponen acabar con el capitalismo como única manera de terminar con las diferencias de riqueza que estuvieron en la base de las medidas que se tomaron en EE.UU. para expandir las hipotecas sub-prime. Pero tampoco concuerda con aquellos que creen que simplemente basta con castigar a los directivos de las instituciones financieras que cayeron en la insolvencia o hacer unos pocos cambios regulatorios al sistema financiero. Sus proposiciones de política son, sin embargo, mucho menos convincentes que su diagnóstico. En resumen, Raghuram Rajan —uno de los pocos expertos que anticipó correctamente la crisis que se inició en 2007, en la que todavía nos encontramos sumidos, y el único que se atrevió a encarar públicamente al respecto a Alan Greenspan, mítico presidente de la Reserva Federal— nos presenta en su libro una interesante tesis sobre los orígenes de la crisis subprime. Para hacerlo, rebasa el ámbito económico-financiero y se adentra incluso en lo político.

Rolf Lüders Profesor Instituto de Economía Pontificia Universidad Católica de Chile

PUBLICACIÓN DE LA FACULTAD DE CIENCIAS ECONÓMICAS Y ADMINISTRATIVAS UC

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