¡QUÉ GRAN NOCHE LA DE AQUEL DÍA!
25 de Octubre de 2006. Esa fecha la tiene grabada a fuego cualquier aficionado del Écija Balompié. Ni más, ni menos el grandioso Real Madrid rendía visita al San Pablo. Como dicen los castizos: Que nos quiten lo bailao.
Paco apenas pegó ojo la noche anterior, deseando que llegara al día siguiente. Es lo que tiene contar con apenas 14 años y ser un gran aficionado al fútbol. Su edredón blanco con un gigante escudo del Real Madrid lo delataba. Era un merengón de los pies a la cabeza, pero justo enfrente de su cama una bonita bufanda azul y blanca marcaba su otra pasión futbolística, el Écija Balompié.
Hoy era el gran día. Sus dos equipos se enfrentaban en su ciudad. El corazón divido, pero orgulloso de ver en carne y hueso a las grandes figuras que solo veía por televisión. Como los grandes aficionados merengues o culés de Écija, nunca han visto en directo a su equipo por la distancia o bien porque los precios de las entradas del Betis o el Sevilla ese día son prohibitivos. Pero hoy era distinto su Real Madrid venía a su ciudad a jugar con su Écija Balompié.
Se sentía como un niño con zapatos nuevos. Se levantó de un respingo. Hoy va a ser un gran día. Soñaba con pedirles autógrafos a todos a Capello, a Robinho, a Cassano, a Diarra, a Ronaldo, a todo el mundo que pudiera.
-Buenos días, mamá –dijo con una sonrisa de oreja a oreja.
-Hola Paquito. Hoy viene el Madrid, no es así –le preguntó su madre.
-Sí mamá –respondió Paco, quien miró que su entrada estaba en el mueble de su salón donde la dejó tras haberla comprado días antes.
-Anda desayuna, vaya que con la emoción te vayas al instituto sin comer –le replicó su madre.
Paco se bebió su cola-cao de un trago y se zampó la torta de manteca que le preparó su madre de una vez prácticamente. Tras ello cogió su mochila con el escudo del Real Madrid y se dirigió a su habitación silbando el himno merengue.
-Estáis todos locos con el fútbol –gritó su madre.
-La culpa es de tu padre –le respondió
-Sí, es verdad, el abuelo y el dichoso fútbol. Tan merengón y tan del Écija como tú.
-Sí lo llamé ayer y me dijo que no iba a venir porque han dado lluvia y el está muy pachucho –le dijo Paco a su madre cuando regresó al salón.
-Sí hablé ayer con la abuela y me dijo lo mismo.
-En fin, él se lo pierde.
-Sí más bien, que se lo pierda a que tengamos un disgusto por culpa del fútbol y se tire acatarrado todo el invierno.
-Bueno, mami, me piro pal insti –dijo Paco dándole un beso a su madre.
-Anda sí, que el fútbol no te da de comer y los estudios si que lo harán.
-Hasta lueguito –se despidió Paco cerrando la puerta de su casa.
En poco tiempo llegó al San Fulgencio donde estaban todos sus amigos en la puerta.
-¿Qué tal troncos? –dijo al incorporarse a la reunión de chavales que había en el patio.
-Oye dice que ha venido Robinho, también Cassano hasta Fabio Capello –dijo Raúl, uno de los chicos.
-Cómo no va a venir Capello, si es el entrenador –afirmó con rotundidad Paco.
-¿Viene el presidente? –le preguntó Raúl a Paco.
-Claro, que va a venir, con lo que le gusta al Calderón salir en las fotos. Se lo va a perder.
Al poco tiempo aparecieron las chicas y le preguntaron a Paco si iba a venir Beckham, a lo que éste contestó que no lo sabía, pero que intentaría enterarse.
Comenzaron las clases, pero Paco hoy no estaba para escuchar muchas lecciones, desde la ventana del San Fulgencio veía como estaban terminando de instalar la imponente grada supletoria que se iba a instalar justo detrás de la
portería de la piscina. Así discurrió la mañana más larga que recuerda Paco en su corta vida. Cuando sonó la sirena dando por concluida la última clase, casi ni se lo creía. De un respingo se levantó de su pupitre, cogió su mochila del Madrid y salió raudo por los pasillos del instituto.
-Eh merengón, hoy con quién vas –preguntó Manuel, un antiguo compañero de colegio, con el que compartió la Escuela de Fútbol.
-Qué pasa tío –respondió Paco a su interlocutor-. Hoy voy con los dos. Hoy toca disfrutar de un día grande en mi vida, un día inolvidable.
De ahí Paco se incorporó a otro corro de amigos donde no se hablaba de otra cosa que del partido. ¿De qué otra cosa se habló en Écija ese día?. Y así transcurrió todo el tiempo en el patio del instituto hasta el momento en el que empezaron a rugirle las tripas, a lo que se añadió que quería descansar algo antes de irse al San Pablo para ser de los primeros en llegar e irse a la zona de Tribuna para ver el desfile de toda la expedición blanca.
Al poco tiempo llegó a su vivienda. Le extrañó que no estuviera su madre en ella. Así que cogió su móvil para llamarla.
-Oye, mamá, pasa algo.
-No, Paquito, hijo, es que el abuelo ha empeorado de su catarrillo y nos lo hemos tenido que traer a Osuna. Te he dejado algo de comer en la cocina, caliéntalo en el microondas.
-Pero, Mamá, es grave lo del abuelo.
-No, hijo, no, un catarro y por precaución lo mandan al hospital. Tú disfruta hoy y no te pierdas el partido con tus amigos.
-O.k, mami, tengo unas ganas de que llegue la hora.
-Lo sé hijo, lo sé. Luego nos vemos.
-Ok.
Paco colgó su teléfono móvil, se dirigió a la cocina y siguió las instrucciones de su madre. A continuación, se tragó todos los apartados de deportes de todos los telediarios que pudo. Un poco más tarde intentó dormir algo, pero los nervios no lo dejaba, así que se enfundó su camiseta del Real Madrid y su bufanda del Écija para irse donde había quedado con los amigos.
-Hombre Paco –dijo Raúl cuando vio a su amigo acercarse. -Qué tal tíos –dijo Paco dirigiéndose a los demás colegas que había en el local donde se reunían.
Al rato ya estaban todos y decidieron irse para el San Pablo. Era curioso como alternaban cánticos del Real Madrid y del Écij a. En nada estaban en la puerta de la zona de Tribuna del San Pablo, donde había una multitud de personas. Allí entre empujones e incomodidades pudieron ver la llegada del Real Madrid.
-Robinho, Robinho aquí, aquí –gritaba Paco-. Cassano, Cassano, aquí, aquí – gritó nuevamente.
Al final de todos ellos pudo ver la aparición de Fabio Capello, que era uno de los entrenadores que más admiraba. Incluso vio al presidente del Real Madrid.
Tras ello se dirigieron a la puerta de general del San Pablo para poder entrar. En poco tiempo ya estaban empapados por la gran cantidad de lluvia que caía y se dirigieron a la zona del estadio donde iban a ver el partido. Antes de comenzar el encuentro llamó a su madre. Le extrañó que no le cogiera el móvil. Lo volvió a intentar y tampoco lo consiguió. Se quedó Paco un poco extrañado y empezó a sentir algo de nerviosismo por ello.
Andaba en esos pensamientos Paco cuando saltó el Écija a calentar. Tronó una enorme ovación en el San Pablo como jamás se escuchó en el San Pablo. Tras ello Paco y sus amigos comienzan a desgañitarse animando a su Écija. Al poco tiempo salta el Madrid y vuelve a rugir el San Pablo. En esos momentos Paco cambia sus cánticos y comienza animar al Real Madrid. Nunca había tenido esa sensación que había sentido de animar a sus equipos a la vez. De repente, miró a la zona de los banquillos y vio estrecharse la mano a Fabio Capello y sobre todo a Miguel Rivera, para Paco, su abuelo y la mayoría de la entendida afición del Écija Balompié el mejor entrenador que ha tenido el club en su historia.
De pronto comenzó a sonar el móvil de Paco. Era su madre:
-Mamá, mamá qué pasa. ¿Cómo está el abuelo? –preguntó directamente Paco.
-Bien, hijo, bien –le contestó con su madre en tono pausado-¿Tú, cómo estás?.
-Yo, radiante, mami. ¿Seguro qué estás bien?
-Sí, sí, claro, hijo. Oye, te tengo que dejar.
Colgó Paco su teléfono y se dispuso a ver el partido, eso sí ya chorreando. Saltaron los equipos al campo ya luciendo sus equipaciones habituales. Un sueño era lo que estaba viviendo cuando vio las camisetas azules del Écija y blanca de su Real Madrid.
-Un sueño, Raúl, un sueño –le decía Paco a su amigo.
-No veas –contestaba el otro.
Y allí estaba en el Estadio al que acudía todos los domingos desde que tenía uso de razón viendo a su Real Madrid. Allí veía a Fabio Capello, a Ramón Calderón, en el palco, y en el césped las estrellas que admiraba.
Marcó el Madrid y el bueno de Paco cantó el gol, pero de forma comedida. Nada que ver cuando marcó Nolito y el delirio se apoderó del San Pablo. Allí saltaron todos y gritaron como nunca lo habían hecho. Raúl, Paco y los demás se abrazaron y cantaron ese gol. De ahí al final del partido no querían ver ningún movimiento en el marcador ya que era un resultado histórico. Y tanto peticiones hubo desde el San Pablo, que al final no se movió ese 1-1, que hizo justicia. Quizás el club más grande del universo no había sido capaz de ganar en el San Pablo de Écija. Qué grande es el fútbol.
Pitó el árbitro el final. Todos los amigos se abrazaron y se unieron a la totalidad de los aficionados del Écija que aclamaron a su equipo nada más acabar el partido. Écija Balompié, Écija Balompié se escuchaba en el San Pablo y en toda Écija.
Todos los chicos salían del Estadio relatando cada uno de ellos lo vivido durante el encuentro. Entre todo el barullo de gente Paco vio un bonito pin
dorado del Écija que se le habría caído a alguien y que él cogió del suelo mojado. De pronto, Paco vio a su padre en las puertas del Estadio.
-¿Qué pasa Paquito? –preguntó su padre.
-Aquí viendo un partidazo papá. Joder que pena que el abuelo no haya venido, por cierto como está –dijo el chaval.
-De eso quería hablarte Paquito, vamos para el coche que nos estamos empapando –dijo su padre.
Cuando se montaron los dos en el coche. El padre se dirigió a Paco:
-Nos vamos para Osuna.
-¿Y eso?
-Parece ser que se ha complicado lo del abuelo.
-¿Pero cómo está?
-Mira Paco, hijo, el abuelo ha muerto esta tarde. Cuando mamá te llamó había fallecido ya, pero mamá no quería decírtelo y la verdad es que discutí con ella por eso.
Hablaba su padre mientras Paco enmudeció y empezaron a caerle por sus mejillas unas largas lágrimas, que mostraban su desconsuelo. Esa actitud alarmó un poco a su padre.
-Paco, hijo, qué pasa.
-¿Por qué me habéis engañado, yo quería estar con el abuelo?
-Ya, hijo, eso háblalo con mamá que es quien tomó esa decisión de no contarte nada.
-Ya, papá, prefiero no hablar. Por favor, llévame rápido con el abuelo –dijo el chico secando sus lágrimas con la bufanda del Écija que llevaba colgada en su cuello. Durante todo el trayecto, recordaba las anécdotas vividas con su abuelo: Viajes con la peña del Écija; tertulias con los amigos donde siempre veían el fútbol; su primera camiseta del Écija, que le compró su abuelo por Reyes; domingos en los que lo recogía el abuelo para llevárselo a ver el partido; etc………
En poco tiempo llegaron al tanatorio del Hospital de Osuna. Aparcó su padre en la puerta. Paco llegó chorreando y con su bufanda del Écija anudada al cuello. Tenía un nudo en la garganta que le impedía hablar. Aún así, tomó fuerzas y se dispuso a entrar en el destartalado y frío tanatorio del Hospital.
-Paquito, Paquito –dijo su madre que consolaba como podía a su abuela.
El chico cuando vio esa imagen arrancó a llorar desconsoladamente. Su madre lo abrazó y lo llevó fuera del tanatorio.
-Mamá, no te voy a perdonar lo de hoy. ¿Cómo no me has dicho nada?. Era el abuelo. Me hubiera venido. El fútbol me da igual.
-Paco, Paco, para. Esta tarde cuando llegamos nos dijeron que le había dado un ataque al corazón. Lo pasaron a UCI. Allí cuando entré a verlo me cogió el abuelo la mano y me dijo que por nada del mundo te dijera que estaba enfermo. Me dijo que hoy era el día más grande del Écija Balompié porque venía el club más grande al San Pablo, y que ya que él no podía ir, que no quería que por nada del mundo te lo perdieras. Me comentó algo de un cuento que te relató, no hace mucho, sobre los niños de la posguerra en cañato y que él era el protagonista junto a sus hermanos y los vecinos de cañato.
-Ya mamá. El abuelo es así. Me encanta llamarme como él. Incluso que la gente me diga que si soy el nieto de Paco el de cañato.
-Lo era Paquito, lo era –le rectificó su madre.
-¿Puedo verlo y despedirme de él? –preguntó el chico con una entereza que asombró a su madre.
-Sí, hijo, claro –contestó su madre.
Se pusieron los dos en pie. Se abrieron paso entre la gente congregada en el tanatorio. Entraron los dos donde estaba el abuelo.
-Parece que está dormido –dijo el crío.
-Si la verdad es que sí –contestó su madre.
En ese instante Paco se quitó la bufanda que tenía anudada en su cuello. La dobló, la besó y se la colocó a su abuelo. Su madre comenzó a llorar desconsoladamente cuando vio al pequeño Paco hacer eso. De pronto, Paco recordó el pin que se había encontrado en el estadio aquella noche y se lo puso al abuelo.
-Qué mejor forma de irse a la otra vida –dijo Paco en voz alta-. Sabes – prosiguió el chico- cuando llegue al cielo con su bufanda, seguro que le dice San Pedro: Usted es del equipo azul al que el Madrid no ha sido capaz de ganarle esta noche. Y seguro que el abuelo se pone así de ancho y orgulloso de su Écija cuando vaya a entrar en el cielo.
-Claro que sí Paco, hijo –dijo su madre entre lágrimas y con la voz quebrada.
Paco más de 7 años después cada vez que le rememoran el partido del Madrid recuerda que ese día falleció su abuelo, por lo que no deja de pensar aquello de QUE NOCHE LA DE AQUEL DÍA.