Cuentos y Leyendas del fútbol ecijano. Cap. 3

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TRIBUNA CELESTIAL

La tarde-noche del ascenso a segunda división “A” se vivieron multitud de emociones, pero les quiero relatar una historia real que a día de hoy y casi veinte años después me sigue erizando la piel.

-Miguel, Miguel nos vamos para el San Pablo, que los nervios no me han dejado ni comer, si quiera.

-Sí vámonos ya, Paco. Mamá ha estado preparando y planchando nuestras camisetas azules, hoy hay que irse con tiempo.

Los dos hermanos se enfundaron sus camisetas azules, sus bufandas del Sector Centro y sus gorras.

Al despedirse de su madre, ésta les dijo: -No meterse en líos. Y si ascendemos, no lleguéis muy tarde.

Los dos hijos besaron a su madre y ésta les deseó suerte. Paco y Miguel enfilaban el Salón hacia la calle nueva, cuando vieron como nunca una riada de banderas, camisetas, bufandas de su club. -Joder, Paco cómo está el pueblo.

-La verdad es que sí, Miguel.

Los hermanos hubo un momento en el que se abrazaron y comenzaron a cantar con los restantes seguidores que desfilaban por la calle nueva camino del San Pablo.


Llegaron al Estadio una hora antes y tuvieron que hacer cola para entrar en el mismo. Los dos estaban exultantes, cantaban, gritaban y animaban sin parar. Aprovecharon para responder a algún insulto de la afición levantinista que acudía al San Pablo para festejar su posible ascenso de resultar vencedores.

-Por fin entramos, Paco.

- Ya, ya, madre mía. Aligera que están ahí Rivero y el Mije que le vamos ayudar a levantar la pancarta del Sector-Centro –dijo Paco achuchando a Miguel hacia adelante.

Nuestros dos personajes ya estaban situados donde llevan toda su vida viendo el fútbol y puestos de pie bajaron a la parte baja de la grada para animar al Écija cuando salió a calentar.

-Quino, Quino vamos hoy es el día -le repetían a este jugador al que tanto apreciaban y con el que tenían cierta amistad.

El jugador se percató de la presencia de los dos hermanos, los miró y les hizo un gesto con la mano, como diciéndoles madre la que hay liá hoy aquí.

El partido fue un mar de nervios, el resultado marcaba 1-1 cuando entraba en su parte final.

-Miguel, Miguel me voy a la parte de atrás del graderío. Los nervios no los puedo aguantar y me va a dar un infarto.


-Vale, Paco, esta gente han sacado de delantero al hermano de Vicente Engonga y no veas la planta que tiene el tío, que es más grande que un día sin pan.

El amigo Paco bajó de la grada y acabó en la parte trasera del graderío justo donde está el bar de general. Pero cuál fue su sorpresa cuando vio a varios aficionados igual que él.

-No puedo. No puedo –decía un señor ya entrado en edad.

-Joder esto me está matando –vociferaba otro un poquito más adelante.

De pronto, tres pitidos y un estallido de júbilo cómo nunca se había vivido en nuestro Estadio.

-Paco, Paco, era Miguel que bajó como pudo el graderío y buscaba como un desesperado a su hermano.

Cuando los hermanos se encontraron se fundieron en un eterno abrazo. A la vez que empezaban a cantar y a gritar. Sin pensárselo un segundo los dos habían saltado la valla que separaba la grada del césped.

-Iñaki, Iñaki –repetían nuestros personajes ya en el terreno de juego, mientras unos aficionados se llevaban en volandas a López Murga.

-Paco mira allí está el primo Juan, vamos a verlo.


-Lo conseguimos, lo conseguimos –les decía el primo a los dos mientras corría hacia el túnel de vestuarios.

De pronto, Paco el mayor se quedó paralizado en el césped del estadio y en plena celebración.

-¿Qué te pasa? –le preguntó su hermano más pequeño.

-Sabes de quién me acabo de acordar.

-No –contestó de forma rotunda su hermano.

-Del abuelo y del tito.

-Joder, Paco, no se me había ocurrido.

-Ya, lo siento, pero te acuerdas cuando el abuelo nos traía todos los domingos al San Pablo, cuando el campo era de albero.

-La verdad es que me acuerdo de muy poco porque yo era muy chico.

Pero me acuerdo cuando tú saltabas en el descanso e ibais un montón de niño detrás de un balón de reglamento y la gente os jaleaba. Lo orgulloso que estaba el abuelo de ti.

-O te acuerdas cuando nos llevó a San José de la Rinconada para ver el Écija – dijo Paco.


-O cuando fuimos a Morón de la Frontera con un amigo suyo en el coche – replicó Miguel.

Todo esta conversación discurría entre nuestros personajes mientras a su alrededor en el césped la gente enloquecía, cantando y gritando.

-¿Te acuerdas aquella vez que fuimos en un autobús a Palma del Río y nos lo apedrearon? –le preguntó Paco a su hermano Miguel.

-Como para olvidarlo. Me acuerdo cuando el tito nos dijo que nos metiéramos todos debajo del asiento para que no nos dieran los cristales –respondió Miguel.

-O te acuerdas cuando fuimos también a Lora del Río y el presidente del Lora le sacó una navaja al Cáceres, que era nuestro presidente –dijo Paco.

-O la bronca que nos echó mamá cuando volvimos de Montilla empapados por la “pechá” de agua que nos cayó –relató Miguel-. O la vez en

Aguilar de la Frontera que nos cantaban aquello de “ecijanos marranos”.

-Ya, Miguel, son tantas las emociones, que me ha dado por acordarme ahora de todas esas cosas. Las penurias que hemos pasado justo el día más grande que nuestro club va a tener. Y estamos aquí viviéndolas, lástima de los que hoy no lo han podido vivir, pero yo me acuerdo de ellos.

- Ya, Paco, pero vamos a seguir recordando esos momentos tenemos el mejor escenario que jamás hemos tenido. Ahí va otra, hermano, que seguro que te ríes: ¿Te acuerdas del puesto de la candy que había dentro del campo?


-Cómo no me voy acordar. Dos citratos y dos paladús pa mis nietos, decía el abuelo –respondió Paco con una gran carcajada-. ¿Cómo se puede llamar uno aficionado del Écija si no ha comprado en el puesto de la Candy?.

-No sé te acuerdas otra vez, que ganábamos 1-0 y echó un central nuestro, el Marqués creo que era, el balón fuera y agarramos entre todos el balón para no devolverlo y a eso que viene uno del otro equipo y nos dice:

“Mos mato, como no echéis el balón” –dijo Miguel con gracia.

-Ja, ja, ja sí, sí y los mismos jugadores de nuestro equipo lo iban a matar a él, cuando se enteraron lo que nos dijo. Me parece que con todo el jaleo, el árbitro pitó el final, creo que un poco cagado por la situación –contestó Paco.

-Y el hombre mayor que venía del valle todo los domingos andando y que nos decía sois mangurrinos.

-Sí, je, je, -reía Paco- cualquier equipo trae 10 tíos y un tonto tocando el bombo y anima más que ustedes juntos, so mangurrinos

-Sí claro que me acuerdo murió no hace mucho, me dijo su hija –replicó Miguel.

-O el hombre aquel con un frenillo que cuando descendió el Rayo Vallecano, nos tiramos toda la parte preguntándole quién había bajado a segunda y nos lo decía una y otra vez: el RRRRayo Vallecano. Luego en el descanso llegaba el Antoñillo y le decía dí perro y el otro le contestaba no que te rrrrríes.


-También murió el hombre –sentenció Paco-. Hoy echo de menos a todas esas personas, que venían con nosotros a esos “campos de dios” y en particular al abuelo y al tito –dijo Paco.

-Si todos estos aficionados que na más que han visto “campos de tierra” y fútbol de regional, domingo a domingo, durante toda su vida y el privilegio que tenemos ahora y sobre todo el año que viene cuando venga el Castilla; el Mallorca; el Hércules; el Barça B; etc…. –le dijo Miguel a su hermano Paco.

-¿Crees que habrán visto el partido? –preguntó Miguel.

-Que no te quepa duda. Mira hacia la torre de Santiago, justo detrás de ti, no ves una nube –preguntó Paco de forma enigmática.

En ese instante Miguel giró la cabeza y pudo ver la nube a la que hacía referencia su hermano Paco.

-Lleva ahí desde que llegamos al estadio y ha estado ahí durante todo el partido y sigue ahí.

-No me había dado cuenta –replicó Miguel.

-Ahí están todos.

-¿Cómo?

-Sí, Miguel, esos grandes aficionados al Écija: el abuelo; el tito; el vecino de mamá que venía en su mobylette todos los domingos; aquel de la peña del


Écija que nos daba bocadillos de jamón en los viajes; el que tenía la tienda de electrodomésticos; el padre del de la tienda de ultramarinos; ahí están Paco. Allí están todos, hermano, y delante de ellos, el cura cómo era su nombre

-Don Ubaldo se llamaba, Paco –dijo Miguel con las lágrimas que le corrían por las mejillas y la voz entrecortada.

-Sí ese, al que tanto quería el tito porque fue el que refundó el Écija. El cura futbolero creo que le decían. Ellos más que nosotros merecen estar aquí hermano.

-Ya Paco, pero lo están disfrutando ahí arriba. Mira la nube. Ahora mismo, estoy viendo al abuelo con la bandera azul y blanca que nos hizo la abuela y a la que le pusimos el palo de una fregona. Mira el tito se está abrazando con su amigo Pepe. El tío que tocaba el bombo lo estoy viendo allí, con su bombo tocándolo. El que tenía la gorra del Écija tan vieja y que no fallaba en ningún viaje. Toda esa gente con la que hemos hecho tantos viajes por esos pueblos. A quienes tantas veces les han partido la cara defendiendo al Écija.

Paco estaba mirando la nube y comenzó hablarle a su hermano:

-Sí, Miguel, llevas razón. Ahí están todos. Hoy hemos tenido ayuda celestial. Conociéndolos habrán estado pidiendo favores ahí arriba para que su Écija ascendiera y sobre todo habrán pedido verlo –dijo Paco embargado por la emoción-. Te digo más no te has dado cuenta de cómo estaba hoy mamá – preguntó Paco a su hermano.

-No, tan solo la he visto un poco nerviosa –contestó Miguel.


-Lleva todo el día al borde un ataque de nervios e incluso la he visto llorando esta mañana. Creo que se acuerda de su padre y de su hermano.

Ellos vivían el Écija, el tito incluso jugó en su época y ella hoy los ha echado de menos. Sabía que podía ser un día grande para el Écija y sentía que ellos si vivieran lo estarían disfrutando como nadie.

-Pues Paco, no me he dado cuenta.

-Así es, pero no le digas nada porque si no se va a tirar unos pocos días llorando. Déjala y cuando pase unos días le dices que nos hemos hoy acordado mucho del tito y del abuelo, y ya está –explicó Paco a Miguel.

La conversación de los hermanos les hizo ensordecer de todo el ruido que había a su alrededor. Solo estaban ellos. No escuchaban nada a su alrededor. En esos momentos los dos solos, mirándose y llorando. Se abrazaron y estuvieron así un buen rato. Cogieron aire, se separaron y salieron corriendo hacia el grupo de amigos que tenían cerca.

-Nos vamos al salón, que dicen que van pa´llá. Me lo acaba de decir Custodio –dijo uno de los amigos.

-Sí, nos vamos ya. Que esto acaba de empezar. Hoy no hay quién nos acueste –dijo Miguel.

-Sabéis una cosa –dijo uno de los amigos-.Cuando ha marcado López

Murga el gol, Don Francisco que estaba dando la misa en Santiago ha dicho: “Coño, qué gol ha tenido que marcar el Écija”.


Ja, ja, ja rieron todos los amigos al unísono.

-¿Y cómo te has enterao? –preguntó uno de los amigos.

-Me lo ha dicho mi abuela cuando se ha acercado a la puerta del Estadio por todo el jaleo que se había formado. Y hasta me ha dicho que han estado hasta por cortar la misa.

Salieron corriendo todos los amigos para salir del césped y enfilar la salida del San Pablo. Saltaron la valla y cayeron a la zona de general. Donde nuevamente se repitieron abrazos, gritos y carreras hacia la puerta.

En esos instantes, Paco miró hacia la torre de Santiago y se había marchado la nube.

-Se ha cerrado la TRIBUNA CELESTIAL. Vaya fiesta que tendrán ahí arriba. Gracias a todos porque ustedes sois los habéis hecho esto posible –pensó para sus adentros.

EL ARGONAUTA




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