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En el espacio público, la obra es móvil, dinámica, impugnada y, por tanto, está viva.
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En este sentido, el arte en el espacio público siempre es arte de la performance.
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Su fuerza procederá también de su capacidad de resistirse a la desaparición. La moral
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Las cuestiones éticas de un proyecto en los espacios públicos son más agudas que en el mundo del arte porque intervienen en el espacio de lo real.
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Llevar a cabo un proyecto en los espacios públicos no debe depender de una oportunidad, sino de una decisión.
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No obstante, semejante proyecto no debe llegar a ser eficiente de otra forma que no sea la artística. Esa es su prioridad.
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Su irreductible lógica artística puede desconcertar eventualmente a la moral social, política o económica de una situación dada.
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Un proyecto público interesante, no se espera jamás y a menudo se debe tolerar.
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A menudo necesita del diálogo y la explicación (pero no la justificación).
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El artista debe saber adaptarse a un contexto sin doblegarse a él, comprenderlo sin responderle.
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Un buen proyecto en los espacios públicos siempre será subversivo, pero esta subversión es doble: frente al arte y frente al espacio público.
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Se trata de preservar la autonomía del arte allí donde todo la contradice.
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