Cinco robustos paredones contienen 30.000 placas de las que solo 8718 llevan impresos los nombres de los desaparecidos y víctimas del terrorismo de estado en la Argentina. Una de esas placas contiene el nombre de mi vecino, Aníbal, un seminarista que tenía 25 años cuando en Junio de 1977 una banda armada derribó a patadas la puerta de su casa y se lo llevó para siempre de su barrio, de sus amigos y de su familia. Quienes circulamos por este monumento, caminamos envueltos en historias como ésta, en donde el terror vino a sembrar dolor eterno entre los sobrevivientes de la barbarie.