Dúos de nostalgias clavadas en tranqueras de amores que no volverán, salvo que los hayas dejado hospedarse en algún lugar de tu memoria. Aún forman parte de la urbe que se los come, y sin intuir su inevitable muerte, se desperezan como huellas cotidianas; amanecen como tímidos cascabeles y duermen en destierros de recuerdos colectivos. Se pasean como yuntas oxidadas de pasados que se retuercen avivando el fuego de las torpezas. Se asoman y resisten en medio del ruido y trajín de las calles, de los cables en postes y azoteas, que tejen enjambres imposibles. Eran de un tiempo en que los relojes se movían poco y la recompensa era segura. Sin embargo, ellos permanecen allí, por si los domingos de tango y callejón, les sacuden polvo y canas, dejan el llanto y se ponen a bailar. Perduran donde los diccionarios sobran para dar paso a los latidos y comulgan con quienes vamos y venimos de ninguna parte. Son lo que ya no existe, lo que jamás volverá, curtidos como lágrima errante y vagabunda. Daga melancólica manchada de tristeza que acompaña a quienes nacimos en el sur, donde casi se termina el mundo. Indiana Forti www.indianaforti.com